Para agregarle más leña al fuego, aquí reproducimos las razones de Carmen Callil para retirarse del jurado que recientemente premió a Phlip Roth. En traducción de nuestro colaborador José Luis Justes Amador.
Por qué me retiré del jurado del Booker Internacional, por Carmen Callil
Como una de los tres jueces del Premio Man Booker Internacional para Ficción 2011, anunciado el pasado 18 de mayo, he pasado los últimos dieciocho meses siguiéndole la pista a escritores de todo el mundo. Los requisitos para el premio eran que el ganador estuviese vivo, y que su obra estuviese publicada originalmente, o en traducción, en inglés. El premio no se otorga a una novela en particular sino al logro del escritor en la ficción. Esos sencillos puntos me dieron la oportunidad de leer cientos de novelas, de descubrir a escritores de los que no había oído hablar antes, y pasarme meses contemplando otras culturas, otras historias, otras historias de amor, otras vidas, las lecturas más excitantes que he hecho durante todo un año. El ganador del premio 2011, de 60,000 libras, fue anunciado en Sídney el miércoles: Philip Roth.
Mis objeciones a este resultado son muchas. El aspecto internacional del premio es lo que hace que sea diferente: buscar y valorar otras voces. Este aspecto me resultaba especialmente importante porque creo que vivimos en un tiempo en el que el lector angloparlante necesita –y quiere- el acceso que lectores de otras lenguas tienen a determinados libros: se traducen al inglés menos libros que a cualquier otro idioma.
Imagino que el premio podría, aún incluyendo a escritores en lengua inglesa, por supuesto, celebrar el trabajo de la traducción y de los traductores que con su labor ensanchan nuestro entendimiento de otros países, de otras culturas.
El premio Man Booker Internacional permite un premio aparte para la traducción. Si se aplica, el ganador puede elegir a un traductor de su obra al inglés para que reciba un premio de 15,000 libras. De los cuatro reconocimientos otorgados hasta ahora, sólo uno ha recaído en un autor que no escribiera en inglés, el novelista albano Ismail Kadaré. Y ahora, con la elección de Roth, ese dinero sigue sin utilizarse. Espero que la suma se esté acumulando.
Investigue bastante sobre escritores de China, África, India, Pakistán, el mundo árabe, Sri Lanka, el Caribe y otros lugares. Leímos novelistas que estaban entre los conocidos y los menos conocidos escritores de Europa, Sudamérica, los Estados Unidos, Asia, Israel, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.
Por eso otorgar el premio a otro escritor norteamericano, cuando hay tantos grandes escritores de entre los que elegir (el ganador anterior era la verdaderamente grande escritora canadiense, Alice Munro) sugiere, por decir algo, una visión limitada.
Esto no es un asunto de nacionalidad. No puedes agrupar a los escritores en equipos o hacer que los premios sean competiciones como la Copa del Mundo o un campeonato de criquet. Lo importante es la calidad del escritor, el trabajo realizado y su valor para el resto del mundo.
Hay grandes momentos en la obra de Roth. Es inteligente, dura, cómica pero su alcance es estrecho. No en el sentido de Austen, de Bellow o de Updike porque ellos usaron un lienzo estrecho para reflejar los conceptos y las ideas más amplios. Roth se explora brillantemente a sí mismo pero da poco más. Ese hablar sólo de sí mismo y regodearse lo restringen como novelista. Y por uso utiliza un lienzo enorme para hacer cosas pequeñas y aún así sus menudencias toman el aspecto de un océano. Cuanto más lo leo, más tediosa encuentro su obra, más escucho el ruido del traje nuevo del emperador.
Es difícil admitirlo, difícil verlo en la lista, difícil premiarlo en este premio internacional. Yo podría haberlo hecho –acostumbrada como estoy a los misterios de los gustos de otra gente- si no hubiera sido por lo siguiente: durante los últimos dieciocho meses los escritores favoritos de cada uno de nosotros mordía el polvo porque a uno u a otro de los tres jueces no le importaba lo más mínimo, no creía que fuera un gran novelista. Cada jurado se mantenía en su misma postura, por supuesto, en un cara a cara sobre alguno de los finalistas.
Había trece finalistas en nuestra lista última. Cualquiera de los otros trece podría haber sido una elección excitante para los lectores para los que los jueces trabajan. Cualquiera de los otros trece hubiera sido aceptable para mí. He sido jurado de muchos premios y el consenso siempre ha sido algo necesario. Hay una forma de consenso cuando una segunda opción, aceptable para todos los jueces, es en la que se ponen de acuerdo. Ese no fue el procedimiento que se siguió y bajo esas circunstancias yo no podía prestar mi nombre a la elección de Roth, por eso me retiré del panel de jurados.
En retrospectiva, me doy cuenta de que no debería haber capitulado y debí haber pedido que se reevaluara y se discutiera a cada uno de los otros finalistas. La profundidad humana, todas esas cualidades que se buscan en la gran escritura están representadas en ellos. Este indignado desahogo es para ellos y para los traductores que trabajan en la viña en beneficio de muchos de los que estaban en la lista, no siempre con éxito, y para todos aquellos que leen en inglés. Leer tantos trabajos ha sido un gran regalo para mi (y puede que para otros) y por eso siempre le estaré agradecida al Man Booker.
es legión.
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