Cormac McCarthy es tal vez el prosista norteamericano con la personalidad más magnética de los últimos tiempos desde Hemingway. Vive debajo de una torre petrolera abandonada y no concede entrevistas ni se deja ver por las calles; las películas basadas en sus novelas ganan óscares y sus lectores son obsesivos fanáticos que se creen indignos de pisar el suelo por el que McCarthy pasa; los académicos que le son adeptos lo defenderían hasta la muerte como un grupo de guardias suizos a Clemente VII y hay quien dice que se le ha visto pelear con uno oso grizzli a mano limpia y cuerpo a cuerpo. Ha escrito muy bella prosa en un tono que podríamos llamar bíblico, o mítico, o primordial, con un aborrecimiento instintivo por la puntuación, frases gigantescas que comienzan con una mayúscula y terminan con un punto sin nada de por medio más que la conjunción “y”. Un estilo que otra vez recuerda a Hemingway, sólo que Macarthy es más dado a la reflexión filosófica sobre Dios y la naturaleza del mal, lo cual vuelve a sus libros en general angustiantes y sobrecogedores a la hora de leer y a veces ridículos a la hora de describir el transcurso de las acciones sin importancia, actos como comer o ir al baño, pero imponentes en las escenas de acción. Sus libros, de tener poros, exhumarían el acre olor de la virilidad por todos los costados. Todos sus personajes son hombres entregados a una gran tarea que nadie más podría realizar y el atractivo consiste en ver cómo estos seres tan machos se avocan a ellas en medio de diálogos espartanos cada veinte paginas y baños de sangre sin parar. La mitad femenina del mundo es inexistente para McCarthy, de automático despojadas de cualquier sentimiento de grandeza, cualquier duda filosófica, cualquier pensamiento sobre el mal, Dios, la salvación o el fin del mundo, y La carretera no es la excepción.
En La carretera nos encontramos con que han pasado 10 años desde el fin del mundo civilizado debido a un suceso inexplicable, rayos y fuegos en el cielo que han dejado piras incombustibles a lo largo del mundo (¿El calentamiento global? ¿Bombas nucleares? ¿la mano de Dios?) destruyendo las ciudades, los animales y las plantas. Sólo sobreviven bandas desposeídas de seres humanos que han hecho del canibalismo una forma de supervivencia. Un hombre y su hijo, ambos sin nombre, cuya esposa y madre, convenientemente para McCarthy, se suicida al no poder soportar el hambre, o mejor dicho el mundo de McCarthy, incapaces de sobrevivir otro invierno se encaminan hacia el sur en busca de las costas templadas del golfo. El trayecto fatigoso, sólo aliviado por ocasionales refugios olvidados que guarecen poca comida, sirve para mostrar imágenes del mundo devastado y la barbarie a la que la humanidad ha quedado reducida: caravanas de crueles dioses de la guerra armados con camionetas, hachas y martillos, transportando esclavos como ganado; bebes rostizados y escaramuzas con caníbales de ojos inyectados. Asímismo, la relación padre-hijo se estrecha a lo largo del camino entre diálogos escuetos y el pensamiento pesimista del padre que carga una pistola con dos balas “para escapar de un destino peor que la muerte”, sabiendo que mantiene vivo a su hijo en un mundo sin esperanza porque simplemente no podría quedarse sólo. En algún momento del libro el padre online slots comienza a pensar que su hijo, concebido antes del holocausto y nacido jameshallison casino un poco después, es en realidad el atoledo nuevo Mesías que viene a redimir un mundo devastado. Hay más referencias bíblicas, como el personaje de Ely que hace alusión a Elías, el profeta que volverá el día del juicio final. En una de las conversaciones más largas del libro el padre conversa con Ely sobre ser el ultimo hombre online casino canada sobre la tierra y que nadie nunca lo sabrá:
-No haría ninguna diferencia -dijo Ely. -Cuando mueres es lo mismo que si todos los demás lo hicieran.
-Supongo que Dios tendría que saberlo. ¿No es así? -preguntó el hombre.
-No hay Dios, -Dijo Ely
-¿No?
-No hay Dios y nosotros somos sus profetas.
MacCarthy explota todos los clichés del genero post-apocalíptico tanto estética como argumentalmente, con toda intención pero sin buenos resultados. El libro corre para ser la novela más popular de su autoría, más popular incluso que All the Den har i grove trekk de samme reglene som blackjack pa nett , den spilles pa samme mate og det er fort gjort a spille den . pretty horses, con un constante halago de la casino online critica literaria norteamericana que yo no atino a comprender. Las reflexiones sobre la naturaleza de la barbarie en el hombre y el melodrama de la relación padre-hijo, basada en una mentira que inventa el padre sobre “ser los chicos buenos” y “los portadores del fuego”, son cosas que otros escritores de ciencia ficción y ficción fantástica llevan haciendo por más de treinta años, con respectivos aciertos y desaciertos. Las escenas de mayor plasticidad donde se demuestra todo el talento de McCarthy son rematadas por diálogos cursis y precipitados que los críticos no le hubieran perdonado a ningún escritor de best sellers tradicional. Así, cuando contemplan desde lejos la caravana de guerreros motorizados que es el epítome de todo lo que el Apocalipsis ha traído al mundo y que recuerdan con inquietud a los comanches de Blood Meridian, todos vistiendo mascaras y pañuelos rojos alrededor del cuello seguidos por una falange de lanceros y más Feces consist of plasticine-like material, nbso made up of water, bacteria, lipids, sterols, mucus and fiber . atrás esclavos y esclavas, algunas embarazadas, atados unos a otros con collares para perros y todo descrito con pluma magistral, el dialogo entre el padre y el hijo que sigue baja por completo la impresión de la escena:
Y el niño preguntó, -¿Eran 2m, free mobile roulette games was lower nearly 22% to $23. esos los tipos malos?
-Si, esos eran los tipos malos.
-Hay muchos de ellos, esos tipos malos.
-Si son muchos. Pero ya se han ido.
O después de descubrir una casa donde una banda de caníbales embosca y captura a los viajeros desprevenidos en la carretera y los mantienen encadenados para alimentarse más tarde de ellos. A un hombre le han cortado una pierna a la altura de la cadera y se la han cauterizado con fuego y sorprendentemente aun vive. Algunos caníbales regresan a la casa y el padre y el hijo logran escapar a duras penas. Escondidos y temerosos el padre le promete a su hijo que todo va a salir bien:
El niño preguntó:
-¿Nunca nos comeremos a nadie, verdad?
-No. Por supuesto que no.
-¿Aunque estemos hambrientos?
-Estamos hambrientos ahora mismo.
-Habías dicho que no
-Dije que no estábamos muriendo de hambre. No dije que no estuviéramos hambrientos.
-Pero no lo haremos
-No. No lo haremos.
-Sin importar lo que suceda
-Sin importar lo que suceda.
-Porque somos los chicos buenos.
-Si.
-Y nosotros cargamos el fuego.
-Y nosotros cargamos el fuego. Si.
Esta clase de diálogos son las cosas que hoy en día se le celebran más a McCarthy. Su aparente falta de expresividad que en realidad revela complejas situaciones de la vida interior, la intima complicidad de un padre y su hijo frente al fin de los tiempos, la supervivencia de una estructura moral compartida sobreviviente al holocausto y a la necesidad. Pero es cierto también que hay que ser un lector entusiasmado y meticuloso para lograr sentir esa idea con la fuerza con la que los reseñistas norteamericanos la han podido sentir. Aunque en apariencia su sencillez deriva del hecho de que se está tratando de un niño de diez años y de que el padre intenta suavizar la situación lo más posible, en realidad se antoja como una falta absoluta de conocimiento de la mente infantil. Así, el niño de McCarthy es, tal vez por ser varón, como los hombres adultos de McCarthy pero sin el pesimismo que los caracteriza: es noble y difícil de impresionar, nunca sujeto al terror y agotamiento psíquico de la destrucción y la muerte, avocado a una misión de la que no piensa en echarse atrás. El niño de McCarthy es un vaquero miniatura que ante la sangre, el destripamiento, la hambruna, la peste y el invierno nuclear es incapaz de sentirse desesperado. Por supuesto, esto tiene su explicación al final, cuando descubrimos que de hecho el niño sí es el Mesías. De ese modo, cuando atrapan a un hombre que les ha robado sus pertenencias, el padre lo deja desnudo para morir congelado en la carretera, y el niño, que es de los chicos buenos, exige que le ayuden. Vemos que cuando menos el niño de McCarthy, a diferencia de sus mujeres, es capaz de compasión.
La crueldad festiva de la naturaleza humana, el horror estético del mundo aniquilado, el armamento ciberpunk, la divinidad oculta en la desesperación, lo fácil de derrumbar con una catástrofe la sociedad y la civilización, la celebración de vísceras y carne chamuscada. Clive Barker, Phillip K. Dick, George Romero y Stephen King ya lo hicieron tiempo atrás, con una mano atada a la espalda, algunas veces peor y otras mejor ¿Qué es lo que entusiasma tanto a la critica de esta nueva novela de McCarthy? Es verdad que el estilo de algunas partes de su narración es subyugante, pero en igual número existen los momentos desafortunados. Uno se llega preguntar qué pasaría con este mundo si Stephen King no usara comas y si un grupo elegido de académicos celosos se ofrecieran para su escolta personal.
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nació en 1985. Es escritor y coeditor de la revista Con la aguja al norte
¿Hay alguna intención posmoderna que no entiendo en la incursión de ads a medio texto?
Se colaron solitos; ya lo solucionamos.
Saludos y gracias por avisar.
J.S. de Montfort