Cuenta el crítico catalán J.M. Castellet en su libro Los escenarios de la memoria (Anagrama, 1988) sobre los hábitos del poeta y miembro de la Real Academia Española, Pere Gimferrer, hacia 1980 y los describe así:
«Se dirige siempre hacia el quiosco de la esquina con Rosellón, subiendo a mano izquierda, después de la iglesia de Montesión. Distraídamente elige dos o tres periódicos, sobre todo Catalunya/Exprés, del cual es el único lector que se conoce. Separa también dos o tres revistas, pero no de las políticas o intelectuales: más bien Fotogramas o el Elle de la semana o el Marie Claire del mes» (p. 225). [cursivas en el original]
Sirva esta anécdota «pop» para introducir el texto Alta cultura descafeinada [O ¿Hacia un vouyerismo culto?] que el poeta Alberto Santamaría (Torrelavega, 1976) ofreció como adelanto a su próximo libro de igual título -pero con incierta fecha de publicación-, en su blog el pasado mes de marzo.
En el texto mencionado (que se puede leer íntegro aquí) Santamaría pone en evidencia la falacia de la encarnación que ya denunciaba Terry Eagleton y que «consiste en creer que por hablar de determinada cosa en determinados términos se está más cerca de esa cosa». Al decir de Santamaría esto crearía un «tercer territorio, un tercer lenguaje» que sería el propio de cierta narrativa contemporánea en castellano que proclama sin cesar su borrado de las lindes que -supuestamente- separaban históricamente la Alta de la baja cultura.
Para Santamaría, este nuevo territorio sería aquel en el que se consuma no la novelización o teorización sobre los objetos «pop» sino una alegoría de los mismos y que, como señala el filósofo Domingo Hernández Sánchez, en su seno, vendría a revelar una -fuerte- nostalgia de la postmodernidad.
Bourriaud sería uno de los bastiones intelectuales de esta tendencia contemporánea y su Estética Relacional el credo con el que servirse para actuar en el tipo de narración que ellos gustan de describir como «montaje».
En opinión de Santamaría el montaje, irónicamente, es una técnica conservadora, y esto debido a su carácter nostálgico; como tal, pues, eliminaría todo sentido crítico de lo que usa para sus montajes. El producto resultante sería entonces mera decoración.
Otro hecho innegable que imposibilitaría la crítica en la obra literaria de estos autores sería asimismo el «desenfrenado interés por el éxito mercantil» de que hace gala este tipo de narrativa.
Perry Anderson habla de esta actitud en otros términos, pues para él este comportamiento sería «una identificación paródicamente plebeya con los de abajo y con ambiciones de aspirante a entendido respecto a los de arriba».
O sea, que se actúa desde la marginalidad, pero «mirando de reojo al mercado», por si cabe la posibilidad de que se les deje entrar.
«Quiero ser como tú [le suplican al mainstream estos escritores que dicen mezclar sin ambages Alta y baja cultura], aunque ahora me rechaces».
La conclusión de esta postura vendría en las palabras de Julian Stallabrass, para quien «ese trasvase [entre Alta y baja cultura] se ha convertido en mero voyeurismo culto».
Este interpretación negativa del uso de ese tercer lenguaje (que siempre suena tal que traducido) como un «voyeurismo culto» es la apreciación preliminar que Alberto Santamaría nos ha ofrecido sobre el fenómeno Afterpop, de momento; aunque cabe esperar que en el libro completo nos venga a obsequiar con más claves sobre la interpretación de este fenómeno que, desde 2007, ha impregnado todo el sistema literario español y que, fiel a su espíritu acrítico, no tolera la más mínima contra-argumentacion.
En tanto aguardamos a que Santamaría finalmente nos ofrezca sus razones, me gustaría cerrar esta nota con un verso del propio Alberto Santamaría, de su poema «El sonido del champán» –aquí-, incluido en su libro Pequeños círculos (DVD Ediciones, 2009) y que, de alguna forma, resumiría -en mi opinión- lo sucedido con esa exitosísima intervención colectiva llamada generación Afterpop.
El verso dice así:
«Es difícil volver a lo que ya conocíamos pero demasiado fácil acostumbrarse a ello».
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
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