Estimados miembros de la Academia Sueca:
¿Podemos dejarnos de tonterías y darle a Philip Roth el premio Nobel de Literatura antes de que muera?
Para su consideración, les envío la edición de la Library of America de la «Trilogía Americana» que acaba de publicarse esta misma semana. La coincidencia, se lo aseguro, no es casual. Uno no puede evitar preguntarse si el consejo editorial de la LOA eligió esta semana para publicar su edición enorme de tres de sus más conocidas novelas con la esperanza de que ustedes, estimados miembros de la Academia Sueca, le darán el premio en Estocolmo la semana que viene permitiéndole a la LOA que le entre el dinero suficiente para sacar otra edición de los garabatos de Henry James. Pero no dejen que eso afecte su decisión. Simplemente tengan en cuenta la obra.
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Lo que nos lleva a uno de los ataques más repetidos contra Philip Roth, y quizá la razón por la que ustedes, los miembros de la Academia Sueca, no le han otorgado todavía a Roth el honor que, simplemente, merece. Los cargos son, para decirlo lo más claro posible, que la obra de Roth es irregular y que, más allá de eso, es un cerdo sexista.
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La razón para nominar a Roth para el premio Nobel no es que sea un buen tipo; es que es un genio y, en el caso de Roth, su genio está basado en la audacia. La audacia no juega limpio. No es políticamente correcta. El poder particular de la audacia está en su voluntad de romper reglas, de pasar por encima de los tabúes, de despertarnos y, sí, a veces, de enojarnos. La audacia sin inteligencia engendra un espectáculo tonto, pero Philip Roth es el escritor vivo de los Estados Unidos de América más inteligente y su trabajo, el bueno y el malo, el brillante y el pueril, están entre lo mejor de lo que este país ha producido nunca.
Si Philip Roth no merece el Nobel, nadie lo merece.
* Este texto se publicó primeramente en la revista The Millions.
es legión.
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