A partir de la década de 1970, con Enter the Dragon, protagonizada por Bruce Lee, Drunken Master, con Jackie Chan, Shaolin Temple, con Jet Li, y con la serie que inmortalizara a David Carradine, Kung Fu, el mundo occidental comenzó a pensar en las artes marciales chinas como en una solución a la decadencia espiritual, una alternativa filosófica con tintes de magia y una letal estrategia de defensa personal. Se volvió una afirmación común entre la gente que el kung fu era la mejor arte marcial, que te proporcionaba la sabiduría de un monje y te convertía en una máquina de matar. Los maestros de kung fu en México eran contados y cada uno enseñaba su muy personal versión. Más de treinta años después, el kung fu en occidente va más allá de las películas, avanza en popularidad y las opciones para aprenderlo están en todas partes.
Por la simple ventaja de la cercanía, decidí comenzar a entrenar con Miguel Sánchez, tan sólo un año mayor que yo, sin uniforme (ni él ni sus alumnos), sin la exigencia de llamarlo “maestro” o “sifu”, sin demasiados gritos ni plataformas intangibles dentro del salón de entrenamiento. Su escuela se sostiene como tantas otras escuelas de kung fu en México: con pocos alumnos, poca publicidad y menos reconocimiento. Sin embargo y quizá por estas mismas características, me quedé.
***
Elisa Corona: ¿Cómo fue que te acercaste por primera vez al kung fu y por qué lo preferiste por encima de las demás artes marciales?
Miguel Sánchez: Recuerdo que mi primera influencia fueron las películas, muy probablemente las de Jackie Chan; él no me caía bien pero las secuencias de pelea me gustaban, y poco después un tío mío comenzó a estudiar kung fu con uno de los maestros más conocidos pero también más violentos de la ciudad de México. Los alumnos iban con la idea de aprender a pelear, por lo tanto iba gente muy violenta, hacían exámenes absurdos de supuestas peleas reales con cuchillos y sin equipo de protección. Estuve a punto de entrar a ese grupo pero encontré otro lugar mucho más cerca de mi casa y por esa simple ventaja me quedé ahí. Todo era con la idea de aprender a defenderme, a pelear, pero una vez que empecé a entrenar me di cuenta de que el kung fu era muy diferente de lo que yo pensaba. Como no había contacto cuerpo a cuerpo, es decir no había pelea -y eso era lo que buscaba en un principio-, me desilusionó y comencé a buscar otras escuelas. Finalmente tuve un poco de paciencia y comencé a descubrir lo que es el wushu moderno, el arte marcial como se conoce actualmente y la parte de formas, rutinas y competencias. Descubrí también que tenía facilidad y terminé por enamorarme del arte marcial.
EC: ¿Cuál crees que es la idea generalizada sobre el kung fu en México y en general en occidente?
MS: Por desgracia, la idea difundida en la televisión del kung fu ha ayudado a deformar lo que se conoce de él. Las demás artes marciales se piensan como deportes, pero el kung fu se dice que está hecho para matar. Por esto mucha gente muy violenta es la que se ha dedicado a practicarlo y siempre con la idea de llenar sus bolsillos. Entre el dinero y el arte marcial, está siempre como prioridad el dinero, y después su muy personal versión del arte marcial. Esto ha hecho que el avance en occidente sea muy lento. La gente que más se ha interesado genuinamente en el kung fu es la que ha ido a China, a Rusia y a otros países para buscar la fuente original y la práctica profesional. Esto ha ayudado a que actualmente ya no sean tan contadas las personas que lo saben enseñar y practicar.
EC: ¿En qué momento decidiste que querías dedicarte a dar clases de tiempo completo y cuándo sentiste que estabas listo para ser maestro?
MS: Cuando empecé a dar clases fue muy súbito, tuve que aprender de los maestros que tuve y al mismo tiempo ir experimentando mis propias técnicas. Y cuando comencé a dar clase fue que me di cuenta de lo poco que sabía. Tuve que buscar mucho más allá de los maestros que había tenido. Y los alumnos te enseñan tanto o más que los maestros, siempre aprendes de ellos, cuando lo has hecho bien y cuando lo has hecho mal. Poco a poco se vuelve algo que abarca toda tu vida, no es un sombrero que te puedas quitar. Mi primera generación de alumnos fue muy buena, todos eran jóvenes y tenían muchas aptitudes, pero después de cierto tiempo muchos cambiaron su forma de vida y dejaron de entrenar, por escuela, trabajo o porque se casaron. Entonces tuve que replantearme las cosas, tenía nuevos alumnos que no tenían avances tan rápidos y al principio me desilusioné, pero uno de mis maestros, Fernando Martínez, me hizo reflexionar sobre las verdaderas razones para dar clases, el gusto personal por hacerlo y el avance individual de los alumnos, sin importar sus aptitudes o el tiempo que pudieran dedicarle; con cada uno hay un avance personal y es satisfactorio ver su progreso, sin importar si se quedan a entrenar sólo dos semanas o se quedan para siempre.
EC: ¿Cuál crees que sea la razón por la que hay mucho menos practicantes de kung fu que de otras artes marciales, digamos, de karate o de taekwondo?
MS: Vivimos en una sociedad que se caracteriza por ser, más que competitiva, vanidosa. El ego juega un papel muy importante, la gente necesita que le digan que sabe más que los otros. En artes marciales como el karate o el taekwondo hay un sistema que supuestamente sirve para medir tus avances, aunque esos avances sean un tanto ilusorios, pero están muy presentes en la mentalidad de los practicantes: te dan cintas de colores, te hacen exámenes periódicamente, tienes que entrar a torneos para seguir avanzando y todo por supuesto lo tienes que pagar, es un negocio en el que se vende el ego. En el kung fu el avance es totalmente personal, uno tiene que seguir entrenando sin recibir cintas ni pasar exámenes ni tener incentivos fáciles ni inmediatos; es mucho más complicado y con un sistema mucho menos complaciente que las demás artes marciales. Y en el kung fu el cinturón sólo es para amarrarte los pantalones.
EC: Sin embargo, a ti te gusta participar en torneos y que tus alumnos también compitan.
MS: El ambiente en los torneos tiene cosas buenas, hay practicantes de todas partes, gente que participa en pelea, que era lo que originalmente me interesaba, y gente que perfecciona sus formas; en estos torneos se puede ver realmente quién mejoró en la práctica. Cuando me di cuenta de eso me gustó y decidí entrar a torneos. En México el nivel de kung fu es muy bajo; yo tenía facilidad y entrenaba diario, entonces siempre ganaba el primer lugar. Eso es un reconocimiento a tu trabajo, pero también alimenta el ego. Fue hasta que estuve en un torneo en Estados Unidos y tuve que competir con practicantes avanzados de China, de Irán, de otros países, que pude ver lo bajo que era nuestro nivel, tanto en los alumnos como en nuestros profesores. Fue un golpe fuerte, pero me abrió los ojos y me hizo pensar más seriamente en esto como algo a lo que quería dedicarme, que si iba a compararme debía compararme a ese nivel y no al nivel nacional donde siempre iba a ganar. En cuanto a mis alumnos, yo quiero que compitan para que tengan un espacio de expresión para lo que están haciendo, que no sea solamente en la clase; es hacer lo mismo que han estado practicando pero sin la comodidad del entrenamiento diario, donde puedes corregir y detenerte, tener en un día más ganas que otro. En el torneo entra el verdadero “kung fu», que es el trabajo bien hecho. Adquirir la seguridad de pararte ahí y estar en cierta forma tú solo contra el mundo, sentir todas las miradas sobre ti y mantener la concentración para mostrar lo que has aprendido, además de formarte el carácter. La gente insegura adquiere mucha confianza con estas experiencias. En cuanto a la parte de pelea, también me gusta que compitan para aplicar lo que han aprendido. La finalidad original del arte marcial es la defensa y al aplicarla se vuelve real, se sienten la velocidad adquirida, los reflejos y la fuerza, aunque nunca tengas que aplicarlo en la vida cotidiana, como un seguro de gastos médicos: lo tienes para nunca tener que usarlo.
EC: ¿Has tenido que usar el kung fu en la vida real para defenderte?
MS: Por desgracia, sí. Ahí es cuando descubres que te han servido la práctica y los torneos, para que en cualquier situación sepas controlar tu carácter, sepas mantener la cabeza fría, que no haya espacio para reflexionar sino sólo para reaccionar y que al mismo tiempo, aunque sientas miedo o enojo, no sea esto lo que te controle. Por eso a mis alumnos les enseño siempre a pelear, aunque no los obligue a hacerlo en torneos; hago que aprendan las técnicas y las aplicaciones porque en una pelea las emociones te sobrepasan y pierdes control de lo que has aprendido; es mucho más complicado.
En octubre de este año Miguel Sánchez estará en el Campeonato Mundial de Wushu KUNGFU en Turquía como entrenador de Ricardo Sánchez, su alumno y hermano menor, competidor en pelea, y de Iván Hernández, competidor en formas, quienes lograron calificar para esta competencia. Más que representar a un país, representan el esfuerzo individual y el verdadero espíritu de un arte marcial renovado que perdura a lo largo de la historia y se vuelve cada vez más una práctica universal.
EC: ¿Qué es lo que te motiva a dar clases, cuál es tu recompensa por hacerlo?
MS: No doy clases para estrellas ni sólo para atletas de alto rendimiento. Hay gente que no se va a dedicar a eso porque no tiene el tiempo o la forma de vida necesaria. El simple hecho de que quieran hacerlo como parte de su vida ya es importante. La razón por la que doy clases es para compartir con otras personas mi amor por las artes marciales y ofrecerles lo que yo sé. Tengo a los alumnos de alto rendimiento que ya han sido campeones nacionales o han quedado en buen lugar, eso hace que se lo tomen cada vez más en serio. Pero los que no tienen esa meta, también tienen que entender que esto es más que un hobby, no porque no vayan a dedicarse a eso pueden hacerlo con poco entusiasmo, durante el tiempo que estén en clase deben dar lo mejor y hacer su mejor esfuerzo, de ahí vendrán sus resultados y ver sus avances a distintos niveles es la mejor recompensa.
EC: ¿El kung fu es lo que más te gusta hacer? ¿Es, lo que se dice, tu vida?
MS: Creo que uno debe dedicarse a lo que le apasiona más, si no siempre estarás insatisfecho, nunca serás completamente feliz. Yo estudié arquitectura, pero me di cuenta que el sistema en la carrera era a veces carente de sentido, se trataba de absorber por completo tu vida sin razón. Después decidí que el kung fu era lo que realmente quería hacer. Pero no es mi vida, es sólo parte de mi vida, gira en torno a muchas otras cosas, y de hecho es la segunda cosa que más me gusta hacer en la vida: la primera es esquiar, es algo que empecé a hacer hace poco tiempo, la sensación de sentirte uno con la naturaleza es lo que más me apasiona.
EC: Con los practicantes de artes marciales pasa como con los deportistas o los bailarines, que llega un punto en que el cuerpo ya no tiene la misma resistencia y capacidad y es momento de cambiar las rutinas de ejercicio paulatinamente, de dejar de competir. ¿Qué pasa con los practicantes que han llegado a ese punto, cuál es el siguiente escalón, cómo pueden continuar siendo partícipes del kung fu?
MS: Cuando pasan los años, uno sabe que lo único que va a quedarse contigo va a ser la técnica. Cuando tenía veinte años tenía mucho miedo de cumplir los treinta, tenía que dar lo mejor. Ahora ya tengo treinta y siento que los escalones siguen apareciendo en el futuro, siguen surgiendo nuevos retos y planes, pero lo que uno debe planear para cuando las capacidades físicas ya no sean las mismas es mantener el conocimiento de la técnica y, como maestro, uno debe seguir teniendo retos y avances con los alumnos. Con muchos maestros hay una crisis en la que ya no se sienten bien físicamente y convierten eso en frustración, entonces no quieren enseñar todo a sus alumnos para seguir estando por encima de ellos, seguir siendo el sabio gurú al que no pueden superar. Esto es un error, uno debe enseñar por el gusto de hacerlo, por el placer de compartir lo que sabes con los que vienen detrás de ti, y seguir compitiendo hasta la edad que puedas. Los competidores más jóvenes tal vez vean las cosas desde otros ángulos, pero uno tiene que seguir hasta que las capacidades y las normas lo permitan por el simple placer de hacerlo y de seguir aprendiendo.
EC: Se piensa ahora en las artes marciales como deporte, como actividad física, como defensa personal o como una forma de conservar la salud, más que como una forma de expresión artística. ¿En dónde crees que aparece la experiencia artística en sí dentro de la práctica del kung fu?
MS: El arte marcial en realidad empezó como una forma de defensa, no se pensaba como una actividad artística. Ahora se enseña con otros propósitos, no sólo el de la defensa, y quizá la parte artística llega en una combinación del disfrute personal, el dominio de la técnica y la expresión individual del practicante en cada movimiento, todo esto ante un público, un observador que se vuelve parte de esa experiencia. El kung fu en ese sentido es casi un sinónimo de arte.
En sus clases, con una capacidad de observación única para instruir, Miguel Sánchez hace lo que raros maestros he visto hacer: enseñar sin la usual costumbre de presentar los movimientos él mismo para que el alumno los imite. Él sólo observa, da la explicación, corrige, vuelve a corregir e insiste en los detalles. Con meras indicaciones en un lenguaje acelerado he visto avanzar a sus alumnos de todos los niveles y he descubierto en mi práctica los errores que ni una cámara de video podría mostrarme más claramente.
EC: ¿Cómo has elegido a tus maestros, cómo sabes que estás con el correcto y que te está enseñando de la forma adecuada?
MS: Todos tienen una escuela diferente, las cosas varían entre maestros al igual que entre países: entrenar es distinto en China que en Rusia o en Estados Unidos. Y uno siempre tiene que cuestionar, descubrir poco a poco qué es lo que está siempre dentro de la técnica y qué es diferente para cada escuela, darte cuenta de que la mejor forma siempre es la que mejor te funciona a ti. Entre los maestros que he tenido, mi primer maestro fue muy bueno durante mucho tiempo, me llevó por muy buen camino para mejorar, pero después tuvimos diferencias y yo ya no sentía que hubiera mejoría en mi entrenamiento; él me presentó a Fernando Martínez, que estudió en el Instituto de Wushu de Shanghái, él sigue estando muy presente y me ha dado mucho apoyo, sentí que volví a empezar desde cero, a corregir las bases y me hizo cuestionar muchas cosas; y tuve maestros de China, de Estados Unidos, de Rusia y Japón que me ayudaron mucho de distintas formas. Respecto a la elección de los maestros, es importante ver que sean congruentes, uno no debe predicar algo que no practica. De todos los maestros se aprende algo, pero no hay un sabio gurú que lo sepa todo. La humildad siempre es importante y dicen que para ser humilde tienes que tener confianza en ti mismo; uno siempre tiene que autoanalizarse, saber si lo que estás haciendo es correcto, y siempre, siempre recordar ser humilde: eso lo puedes ver hasta en las películas.
nació en la ciudad de México en 1981. Es autora de Amigo o enemigo, El Doctor Vértigo y las tentaciones del desequilibrio, Fábulas del edificio de enfrente y, con Eduardo Huchín Sosa, del disco Doble Vida proyecto a dos guitarras y voz.
Hola, acabo de leer la entrevista y me interesa saber info sobre las clases del maestro Miguel Sánchez. Su escuela está en la Ciudad de México?
Saludos y gracias.
Hola, leí la entrevista, me pareció muy buena e interesante, estoy interesado en tomar clases con el maestro Miguel Sánchez, me podrían proporcionar por favor algún numero telefónico o la dirección donde él esté dando clases.
de antemano muchas gracias!
hola, dónde da clases el maestro Miguel Sánchez
Hola, soy alumna de Miguel, y llevo 5 años de conocerlo, comparto mucho de lo que dice Miguel, el kung fu es parte de nuestra vida, es una base muy sabia de la toma de decisiones, por una o por otra razón en mi vida ha habido obstáculos para que ya no practique esta disciplina, pero lo que dice Miguel es muy cierto: no importa si practicas 3 meses o toda la vida, lo que importa es ser impecable a la hora de entrenar y tener la fidelidad de lo que realmente te apasiona, así se llega a ser feliz….
saludos a Miguel y a Elisa
Qué tal soy una persona que siempre me he interesado en el kung fu teniendo influencia de series y películas y verdaderamente descubri que el kung fu mas que un arte si un arte marcial es una filosofía de vida actualmente lo practico de forma personal ya sin mi maestro esto por cuestiones de trabajo pero me gustaría preguntarle al maestro cuánto tiempo me sugiere de combate para mantener esta disciplina en cada persona y le envío un respetuoso saludo.
Buena tarde acabo de leer su entrevista y me gusta lo centrado que se manifiesta en toda la entrevista y de la misma forma me gustaria saber muchas cosas sobre kung fu y como puedo elevar mi entreno para que sea variado y balanceado me ayudaria mucho su ayuda.
por favor… necesito aprender a defender a mi familia y que ellas aprendan… gracias