A mi entender, hay dos males endémicos en la literatura actual.
Uno del lado de la crítica y el otro del lado de la creación; ambos, sin embargo, están íntimamente relacionados.
Hay en la crítica un instinto de autenticidad, que va con los tiempos, una suerte de grito contra toda represión castrante y que encuentra su validez en la expresión del yo y que da por buena cualquier manifestación del espíritu (sea esta del tipo que sea: injuriosa, severa, benévola, magnificente, tanto da), la «libertad ampliada» de la que habla -y censura constantemente- Javier Gomá Lanzón. Un yo desaforado que desoye el juicio razonable y la confrontación intelectual con el texto, una corriente que da mayor validez al estado de ánimo o a la impresión sentimental, y que deja de lado la mesura, la valoración comedida y justa, el contraste, el diálogo con la tradición, el valor intelectual de situar una obra en su oportuno contexto.
Pero esto no es –exclusivamente- culpa de la crítica, sino que tiene que ver con el tipo de literatura que se fomenta desde las editoriales más potentadas (en el ámbito pseudo-independiente, claro) y es esta una literatura provisional, urgente, circunstancial, inmemorable: precaria.
Aunque, lo terrible es que ni unos ni otros tienen la culpa.
Me explico, hemos llegado a un punto en el que el coste no está ni remotamente equiparado con su valor. Antaño contábamos con algo conocido como “prestigio”, pero es algo que hoy desapareció de la literatura.
Por contra, apareció un remedo en forma de espectáculo circense que se presenta con el nombre de festival de literatura, pero que no cumple más función que la de dar una ilusión al gentío que acude a ellos de solvencia, galanura y excentricidad. O, mejor dicho, le hace pensar al público que presencia y obra son sustitutivos.
Aquí está el engaño.
Como sucedáneo de las fiestas patronales está bien, pero su incidencia no pasa de ahí.
Así lo ratificaba, de hecho, el otro día Jorge Herralde, de visita en la Argentina, después de tres años de ausencia –aquí-, al decir que “vivimos la paradoja de que viajan más los escritores que los libros, con la cantidad de ferias, coloquios y encuentros que celebran por todas partes del mundo”.
Por lo tanto, dado que los libros no viajan, y por ende, no rinden, lo único que se necesita es la excusa para el tour, igual que sucede con los músicos que se excusan en una reedición, en una grabación inédita o en un greatest hits para embarcarse en un crucero de bolos.
Ante tal estado de cosas ya no se le pide al autor que dedique el mayor porcentaje de sus fuerzas a la creación, sino al espectáculo de ser un escritor ambulante. Es decir, las energías se destinan hacia el exterior y no hacia al interior y así lo que queda para la materialización de la obra suele ser mínimo.
Lo dice Javier Aparicio Maydeu así:
«la alteración de la trayectoria literaria de una autor por motivo de presiones editoriales o imposición de calendarios que fuerzan a acelerar el tiempo de redacción para aumentar en cambio el tiempo de explotación de un nuevo producto de la misma marca, esto es, del mismo autor, con las consiguientes consecuencias en la calidad literaria y en la estabilidad ulterior de ese mismo autor en su franja de mercado» [1. Javier Aparicio Maydeu. «Autores, editores y críticos: la crítica literaria y el sector editorial», incluido en En cuarentena: nuevos narradores y críticos a principios del siglo XXI. Coordinado por Antonio Orejudo. EDITUM. 2004, (p. 208)]
De ahí que haya aparecido esa literatura que llamamos (post)literatura, y que no se basa en las leyes de la estética o el drama, sino que se postula como comunicación de lo humano. Como producto creativo contemporáneo, sin más.
Así, tales obras provisionales sirven para dos propósitos: para permitir que el autor tenga bolos (festivales, charlas, presentaciones, prólogos, etc) y, al mismo tiempo, como plataforma para el lucimiento del crítico.
Y es que valorar una obra compleja es una labor titánica, que exige muchas lecturas, reflexión, escritura, reescritura y sobre todo, tiempo. Mucho tiempo. Pero hoy la mayoría de las críticas se escriben a la carrera y sin mayor aliciente que el del despliegue de la experiencia personal y emocional del crítico o, en el peor de los casos, le sirven tales obras leves al crítico para usarlas de ejemplo de sus teorías (al estar semivacío el continente del texto, es mucho más fácil para el crítico rellenarlo con ideas de su propia cosecha).
Es decir, lo provisorio de la literatura actual tiene una razón de ser, una razón fundamentalmente de mercado. Al escritor le sirve como pretexto para ganar dinero con eso que Félix J. Palma llama «actividades aledañas» [2. Fátima Villa en entrevista con Carlos G. de Castro. «La estrella invitada, literatura de hibridación». Notonidas.com / 25-01-2011.] (de ahí la necesidad insustituible de las editoriales que publican en papel y sirven como “garantes de la profesionalidad” del escritor) y al crítico le son también muy útiles, pues habida cuenta de su fragilidad, permite la obra que sea apuntalada con las más dispares teorías estéticas (basadas en la más pura emoción) y que suelen servir al crítico como “garantes de la profesionalidad” de su pensamiento o corpus teórico, lo que propicia que éste pueda escribir muchas más críticas en menos tiempo y se le da así la posibilidad de publicarlas en más medios y, por tanto,de multiplicar sus -exiguas- ganancias.
Además, esto explicaría (entre otras cosas más) la ampliación del campo de «lo literario» y el por qué de ese intento imperioso por dar a la novela gráfica hoy el status de alta literatura. Independientemente de su valor más o menos objetivo, es decir, sin poner en consideración su calidad, no se puede negar el hecho de que en un solo día se puede leer y hacer la crítica de un cómic, cosa que no sucede con cualquier novela «seria» al uso.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
Mi querido señor,es necesario usted se baje de la barquita mágica o cualquier otro adminículo sobre el cual está usted montado.
La realidad de la crítica en su escrito es cosa que pasa del no me importa al no me acuerdo y acaba en el luego me burlo de usted; no me importa(Estoy aquí porque me pasaron el link de hecho). Pero me molesta sobremanera cómo cree tan simple jactarse del cómic y guiñarlo como un medio sencillo. Me doy cuenta, en este punto, que más que reflexionar usted escupe palbaras enseñadas por otros y el examen de la consciencia escapa de sus manos. Y no, de nada sirve guarecerse con el «sin poner en consideración su calidad», es un velo inservible el cual no oculta su juicio.
Le diría el conocido «es que usted no ha leído suficiente cómic, debe leer más» pero es sobreentendido. Me imagino el cómic para usted es una línea horizontal que va de entre los grandes superhéroes americanos hasta el periódico Garfield, ingenuidad pura. Le recomiendo, a pesar de todo, leer Duncan the Wonder dog. Me imagino que a un ser tan crítico como usted no le tomará más de un día leerlo y reseñarlo pero otra persona podría decir lo mismo de La muerte de Ivan Illich, ¿no lo cree?
Me imagino en este punto unos malentendidos gritarán como plañideras «Santa madre de dios, ha comparado a los titanes como Flaubert y Proust con dibujos que usan la ropa interior por fuera» para después desmayarse. Sí, sí los comparo señores; en medida de que los dos viven en medios de expresión neutros, el cómic y lo escrito, ambos susceptibles de poseer buena o mala calidad. Así como en la literatura tenemos a Bulgakov, tenemos también personas como Dan Brown o «esos de la superación personal». Igual en el cómic.
Finalizando, Lea más de cómic, oh, lo terminé diciendo, para que entienda la denominación de Novela gráfica, término horrible para designar a fin de cuentas lo que es un cómic.
Addenda: es el porqué, no el por qué grandísimo idiota.
Besitos <3
Con cualquier novela seria al uso también se puede escribir una crítica en un día pero será probablemente muy mala. Lo mismo pasa con las críticas de un día de una novela gráfica.
Acabo de crear un blog, y tengo dos cosas sinceras que decirte: La primera, el comic no es algo que puedas criticar en un dia, osea?, en otros lares en donde la labor academica es grande y bien reconocida se dan conferencias magistrales, universitarias, abarcando como eje central el comic. Allan Moore, Miller, wannabes, sorry pero el wannabe has de ser tu causita. Hermano cerdo, respeto tu comentario sobre lo editorial, pero no despotriques contra un genero que quiza no sea de tu gusto, la novela grafica es grande y buena. Si no es tu rama, pues preferible te evites comentar en donde no tenga acceso tu cerebrito de chanchito.