Supongamos que esta crónica comenzase hace tres años. Estoy en mi nueva oficina cuando suena el teléfono y una mujer, cuya voz no reconozco, me ruega que acceda a hablar con ella dentro de un par de horas. Me explica que alguien le ha dado mi nombre porque otro alguien (cobarde, anónimamente) ha acusado a su marido, un profesor argentino en la universidad, de falsear sus cualificaciones. Mi nombre salió a colación durante una charla porque otro alguien (digamos que este alguien es alguien “de peso”) también se ensañó conmigo, le han dicho. Naturalmente, le digo que sí, que venga. Que hablaremos.
Nunca imaginé que esa voz cantase como lo hace.
O supongamos que esta crónica comenzase hace poco más de dos años. Estoy en Melbourne durante un fin de semana de julio de 2009. Un fin de semana sin los niños. Vamos con unos amigos (él, argentino, ella, australiana) al Melbourne Cricket Ground, el MCG, la catedral del fútbol australiano. Mi amigo argentino se maravilla ante el ambiente increíble. Hay muchos niños y mujeres, observa fascinado. ¡No hay barra brava! Los seguidores de los dos equipos están mezclados en las gradas, pero la gente se comporta con mucha educación. Se producen muchas bromas pero nadie se ofende, nadie agrede a nadie. Para colmo, el partido termina en empate: un resultado muy infrecuente en el footy. Hoy no sonará el himno del vencedor. Un auténtico anticlímax.
Tampoco sabía que mi amigo fuese un músico virtuoso.
Mas los dos párrafos anteriores son solamente recuerdos, anécdotas, remembranzas de un tiempo pasado, que siempre es mejor que el presente. De modo que supongamos finalmente que esto en realidad es la crónica del acto de presentación de un libro de ese amigo argentino, seguido de un concierto de tango y milonga. El lugar es una hermosa sala del hotel University House en Canberra. El público lo formaremos, a lo sumo, unas doscientas personas. El evento lo organiza ANCLAS, el Australian National Centre for Latin American Studies, y su director, John Minns, dedica unas amables palabras al autor, y a quienes van a interpretar la música con él, después de la presentación. También el embajador argentino, Pedro Villagra Delgado, ensalza al autor, elogia el libro y enaltece el tango como máxima expresión cultural argentina.
Un inciso, si me lo permiten. Debiera haber declarado mucho antes que tengo un conflicto de interés. Y no, no se trata de que vaya a hacerle una magra publicidad al libro de mi amigo. Es un volumen de carácter esencialmente académico, y lo ha publicado una prestigiosa editorial europea. De hecho, puesto que todavía no lo he leído, ni siquiera puedo dar mi opinión sobre él, simplemente puedo mencionar el título: Tango, transmodernidad y desencuentro. Tampoco voy a mencionar el nombre de la editorial.
No, mi conflicto de interés es que esta noche, en esta pequeña sala, uno de los poemas de mi libro Lalomanu va a fundirse con la música de milonga que le ha dado Faye Bendrups, la mujer de mi amigo. Mi poema «Roto» se va a convertir en canción.
Sube por fin al escenario el autor del libro, Guillermo Anad. Está nervioso. Yo sé que nunca se siente cómodo cuando tiene que hablar en inglés en público. Pero este hombre lleva dentro un fuego, una pasión que le permite al poco tiempo conquistar los nervios. Nos cuenta cómo desde bien chico fue conociendo la música porteña, cómo su maestro de violín no quería que fuera a tocar con la gente del barrio, su barrio. Nos cuenta una anécdota del día en que su padre enterró unos libros que podrían haber suscitado el interés (y algo mucho, muchísimo peor) de los milicos. Desde entonces ha dedicado su vida a revelar ideas, a compartirlas, y a diseminar la música que enciende el fuego que lleva dentro. Y lo hace con un talento y una efusión que causan envidia.
Y por fin, la música. TangoMundo es el nombre de este trío de artistas. Guillermo Anad, a la viola; Faye Bendrups, al piano y voces; y Dave Evans, al acordeón. El embajador nos ha avisado de que su acordeón parece estar como impregnado del espíritu de un bandoneón. Buenos Aires no queda tan lejos de Canberra. Al menos esta noche.
En apenas una hora van a hacer un breve pero exquisito recorrido por la historia del tango, con un interludio un poco más íntimo, en el que van a presentar tres milongas inéditas. Una de ellas lleva el título de mi poema, Roto. Dice el programa: “Roto (Broken). Jorge Salavert wrote the poem as part of a series, Lalomanu (2010) in homage to his daughter Clea, who died tragically in the Samoan tsunami in 2009. Faye Bendrups set it to music as a milonga to honour Clea, Jorge, T., J. and O.”
Los integrantes de TangoMundo comenzarán el concierto con cuatro piezas instrumentales: 9 de julio (1908), seguido por Milonga del 900 (1933), Flor de lino (1946) y Milonga de mis amores (1937), mientras que en la última parte interpretarán temas del gran maestro Astor Piazzolla: Introducción al Ángel (1962), Zita (1975), Los pájaros perdidos (1973) y Libertango (1974).
Ya con el primer tema resulta admirable comprobar cómo dos músicos australianos aman tanto un género que sin duda alguna les fue en un principio foráneo, pero el cual ya han asimilado como propio.
Después de los temas instrumentales, hacen un breve repaso al impacto internacional que tuvo el tango en la primera mitad del siglo XX: Nostalgias (1936), Zuhälterballade (1928) y Youkali (1935). Faye nos deslumbra con su voz. Su talento no se reduce al piano: pasa del castellano de Cadícamo (con una explicación del tema en inglés para beneficio del público anglófono asistente) al alemán de Brecht y de ahí al francés de Fernay. La voz de Faye llena la sala con su pasión, desborda los corazones del público: somos unos privilegiados, mas todavía no somos del todo conscientes de lo grande que es este privilegio.
Y pasamos a las milongas inéditas. En 1996 Guillermo le puso música al soneto Junín (1966) de Borges; el genio argentino lo escribió en homenaje a su abuelo, a quien nunca conoció, que era de Junín. Guillermo le puso música en homenaje a su abuelo, a quien nunca conoció, y que también era de Junín. Lo sigue Guayaquil, poema de Oscar Zentner, e inspirado también por el cuento homónimo de Borges al que Faye Bendrups ha puesto música.
Se me ha hecho un nudo en la garganta. Le ha llegado el turno a Roto. Miro a mis dos hijos un instante; sentados pacientemente, estos dos mellizos de 7 años, los dos vestidos con sendas samarretas del FC Barcelona, llevan el nombre de otro genio argentino con el número 10 a la espalda. Se muestran muy respetuosos, aunque no comprenden del todo el porqué de nuestra presencia aquí. ¡Nunca habían oído un tango en su vida!
Faye y Guillermo intercambian unas palabras. Suenan dos notas en el piano, pero Faye se para. Vuelven a mirarse el uno al otro. Y de pronto el piano irrumpe en la sala: me tiemblan las manos que sujetan la pequeña cámara con la que estoy grabando este momento. La melodía es triste. Intuyo que algunas miradas se dirigen hacia mí, pero no me atrevo a girarme; temo también desenfocar la imagen. Faye canta los versos de Roto al compás de su música sombría, triste, dolida.
La viola de Guillermo añade sus quejidos y Dave se le une con el acordeón, que parece llorar. Reconozco mis palabras, mis versos; los sentimientos que los produjeron se repiten todas las mañanas de mi vida. Faye repite los versos y la canción concluye con una melancólica nota que reverbera en el aire, como negándose a desaparecer, igual que el dolor que llevo dentro desde la muerte de mi hija. Los ojos se me han llenado de lágrimas: nunca podré agradecerle a Faye lo suficiente la belleza de lo que ha hecho.
Aquí puedes ver el video de Roto
Pienso en mi hija Clea, en lo mucho que ella aborrecería ser el objeto de miradas de desconocidos, pero miro a mis dos Messis futuribles y sé que dentro de muchos años, cuando ya nada importe, quizá les enseñarán este video a sus hijos, si es que los tienen, y les hablarán de las inmensas bondades y bellezas que pueden darse en esta milonga que es la vida.
nació en Valencia en 1964. Vive en Canberra, donde se dedica a la traducción y a la lectura. Escribe en el blog Notas Literarias,. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
Cuanta sensibilidad y belleza en tus palabras y en la música.Muchas gracias
No sé que es más grande, tu cerebro o tu corazón. Es un orgullo ser tu hermano.