El pasado sábado día 11 de Febrero falleció el escritor y filósofo veracruzano Julián Meza, a la edad de 68 años. Meza fue además profesor de historia y literatura en el ITAM y autor de una prolífica obra en la que destacan títulos como El libro del desamor, La feria de los lacayos o Bestiario de la modernidad mexicana y diccionario postmoderno. Su última publicación salió al mercado el pasado mes de enero. Se trata de Cerdeña, la isla de Eolo (Ediciones sin nombre, 2012).
De él, al enterarse de su muerte –aquí-, dijo la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Consuelo Sáizar, que fue «un extraordinario ser humano, un gran maestro de Filosofía… un hombre culto y un amigo cortés y generoso». En iguales términos cariñosos, pero desde la visión de un alumno, le dedicaba el lunes 13 Raúl Bravo Aduna su columna para la revista Paradigmas y que lleva por título «Pensar sin certezas / Pensar sin senderos», en la que hablaba de las cenas compartidas con Meza, dedicadas a «pláticas interminables sobre literatura, historia, filosofía; sobre arte, fumar, cariño y carreras de Fórmula 1».
Comienza así el texto:
A Julián lo descubrí, como casi todos, en el salón de clases. La polifonía de la novela se llamó el curso que tomé con él y ahí fue cuando comencé a decidir que el derecho no me interesaba como forma de vida. Ahí descubrí, también, a Julian Barnes, Milorad Pavić y Julián Meza, el autor. Supongo que así fue con muchos, a lo largo de tantos años como profesor, Julián tuvo la mala costumbre de ampliar la gama de opciones intelectuales y culturales de los alumnos de aquella “escuelita” (como a él le gustaba llamarla) en la que tanto cariño ganó.
Pueden leer el resto de la columna aquí.
Aprovechamos además para recomendarles -a quien no lo conozca- un texto del propio Julián Meza, a la vez tierno y descorazonador, que lleva por título «Cuánto vale un verso» y que habla de la heroica pobreza del poeta (en estos tiempos de miseria) –aquí-.
Ahora que hay bronca en muchos países con la educación por causa de los recortes y el maltrato a los educadores, es bueno que nos acordemos de los buenos profesores, de esos que estimulan a los alumnos y pretenden potenciar sus capacidades intelectuales.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
Los buenos profesores son especie en peligro de extinción, pero no sólo por causa de recortes y del ignominioso maltrato que reciben hoy día los educadores. A mi parecer, es un mal mucho más profundo, y por desgracia plenamente asentado en el seno de la sociedad de principios del siglo XXI.
Vale Julián Meza.