Armando Pinto acaba de traducir para la edición nº 147 de la revista mexicana Crítica un ensayo del escritor simbolista francés Paul Valéry (1871-1945) y que lleva por nombre «El porvenir de la literatura» –aquí-.
El ensayo propone lo que Valéry considera una «siniestra profecía», que se parecería bastante a lo que hoy se viene a conocer como literatura expandida y que podría ser algo más o menos así:
«Podemos imaginarnos -dice Valèry-, por ejemplo, que la parte descriptiva de las obras pudiera ser reemplazada por una representación plástica directa y que la parte sentimental pudiese ser igualmente reemplazada por una acción directa, de naturaleza más o menos musical; y esto porque se podría contar con la disponibilidad permanente de la música gracias a los aparatos transmisores o de grabación».
Lo que puntualizaba con una predicción funesta:
«En suma, no es descabellado imaginar que la literatura pueda devenir en breve plazo un arte tan inactual y tan alejado de la vida y de la práctica como nos resultan a nosotros la heráldica, la geomancia o la cetrería».
La literatura, decía Valéry, se iba alejando de su función poética, pues «el lenguaje se hace día tras día más técnico y se reduce cada vez más a un sistema de señales y de abreviaciones, excluyendo cada vez más los matices, la sobreabundancia, el vocabulario rico». Valéry temía que el hombre renunciase a explorar ese bosque de símbolos, y en parte algo así ha pasado, pues ya nuestro mundo contemporáneo no se rige por la centralidad de la metáfora.
Valéry nos dice que en su profecía él sueña con lo que denomina una literatura «extrañamente deportiva»; de recreo, vaya.
Y ello porque «la literatura está dominada por las condiciones del público al cual se dirige», nos alertaba entonces Valéry. «Los lectores de una época dada obtienen siempre la clase de literatura que desean y que se halla en conformidad con su cultura y su capacidad de atención», decía Valéry un siglo atrás, pero, sin embargo, pareciese que nos estuviese hablando hoy mismo.
Fíjense, pues, en esta aseveración:
«el hombre moderno es, en general, un lector detestable».
Si quieren seguir pensando sobre el asunto del porvenir de la literatura, les recomiendo que le echen un ojo a la conferencia de Ricardo Piglia «Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades)» que se publicó en el número 222 de la Revista de Casa de las Américas y se puede leer íntegra aquí.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
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