La fiesta

©CarmencitaWolf

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Fui a una fiesta y corregí cierta pronunciación. El hombre cuya voz acababa de corregir regresó a la cocina. Elogié un Bonnard. En realidad no era un Bonnard. Son mis lentes nuevos, expliqué, y estoy muy apenado, pero a veces no me doy cuenta de detalles importantes, el vodka me deja exhausto, fui joven alguna vez, los servicios esenciales son los únicos que se mantienen. Tambores, tambores, tambores, afuera de las ventanas. Pensé que si podía convencerte de que dijeras “No”, mi responsabilidad se limitaría o cambiaría, otro tipo de vida sería posible, diferente de la que ya teníamos y que escépticamente disfrutábamos juntos. Pero tú ya te habías ido a otro cuarto, vagamente, comprobando ante los miembros del público los efectos de tu blusa de holanes y de tu falda larga color magenta. Unas grandes manos cubiertas de espeso pelo negro entraban por la ventana. Sí, era King Kong de regreso a la acción y todos los invitados se quejaron con fatiga y asco, examinando la situación según sus propias emociones y necesidades, esperando que el simio fuera real o de papel maché dependiendo de sus temperamentos, o bien, esperando con ansias las posibles emociones de esa fresca y blanca noche.

“¿Lo viste?”

“Recemos.”

Las tareas más importantes de una sociedad usualmente se les confían a las personas con los peores defectos. Claro que lo hemos intentado todo, era lo más inteligente que se podía hacer, los esfuerzos más extraordinarios eran rutina. Tu entusiasmo era y sigue siendo admirable. Pero utilizar en la vida privada actitudes que han tenido éxito en el campo de la administración pública no es, en ningún momento, una buena idea. El entusiasmo no divierte a todos. Estoy consciente de que los roles cambian. El mismo Kong es ahora profesor de tiempo parcial de historia del arte en Rutgers, co-autor de un artículo sobre esculturas en algunas tumbas; si decidió venir a una fiesta y entrar por la ventana simplemente se está haciendo el interesante. Una señora comenzó a hablarme, llevaba en las manos unas orquídeas, eran cattleyas, “Quería ser amable”, dijo, “pero con estas personas es casi como intentar enseñar al hierro a nadar”. El entusiasmo no es divertido para todos. Cuando las golondrinas trinaban, tú contestabas. Y entonces, yo salía con una linterna y recorría de arriba abajo las calles, tocando cada puerta, preguntándoles a perfectos desconocidos si te habían visto. OK. Ciertamente esa es una manera de hacerlo. Esto no es una queja. ¿No sería mejor aceptar abiertamente tu confianza absoluta en el trabajo, en especial en las indicaciones formuladas con mucho cuidado, aceptando que sí, una cierta cantidad de anestesia deriva de lo que otras personas considerarían una profesión? Destaca si eso quieres, pero recuerda que hay vacíos. Me dijiste que habías pensado, cuando eras una niña, que la masturbación “era sólo para hombres”. ¿No podrías también estar equivocada en otras cosas?

Las dos hermanas estaban en la recámara viendo televisión acostadas en la cama, rodeadas de abrigos y sombreros, sombrillas y maletas. Le ofrecí a cada una un trago y vimos el partido juntos, el Osservatore Romano vs. la Dieta de los gusanos. Los gusanos llevaban seis puntos de ventaja. Nunca en mi vida había visto ponche color khaki. La anfitriona dijo que después habría juegos de palabras y que algunas de las personas que estaban fuera de la habitación estaban invitadas, se serviría comida campesina en grandes recipientes de madera —vino, pollo, aceite de oliva, pan. Todo mejoraría, dijo. Todavía podía oír, afuera, los tambores; se habían agregado silbidos, ambos sonaban: silbidos y tambores. Estaba sorprendido. La era actual con todo y el énfasis que se le da al control de costos emocionales, así como a su insistente, aunque también odiosa lucidez, no favorece a los disidentes porque no pueden ganar. Las pequeñas manifestaciones colectivas están bien hasta que muestran “estrías” —indicios de tensión que demuestran que las políticas públicas no son tan lisas y perfectas como un huevo, más bien, han sido producidas por legisladores mediante algún costo. Kong se puso de pie. “Louise me ama”, dijo señalando a una chica, “pero preferiría acostarme con Cynthia Garmonsway. Son ese tipo de cosas. La experiencia humana es diferente, de algunas maneras, a la experiencia del simio, pero eso no significa que no me gusten las noches perfumadas.” Sé a lo que se refiere. La mente te lleva a otros lugares, lejos de lo que se supone que debes de hacer, hacia cosas que no pueden ser explicadas racionalmente, hacia la dificultad, la ausencia de claridad, la luz de ya entrada la tarde.

“Francesca, ¿Quieres irte?”

“Quiero quedarme.”

Ahora las hermanas han comenzado a tomar sus interminables baños, ambos cuartos están conectados, yo debo escoger entre fingir no conocerlas o asumir la responsabilidad de estar ahí. En las habitaciones más grandes, tiernos colores rosas y cafés reemplazaron los colores tristes y apagados de un rato antes. Noté que se habían agregado ruidos y aullidos a los tambores y silbidos. ¿Es esto algún tipo de revolución? Tal vez una revolución del gusto, como cuando el Manierismo dejó atrás al Barroco. Cynthia Garmonsway estaba cepillando a Kong. Sostenía en su mano derecha un cepillo de metal, el cual jalaba suavemente para cepillar el pelo grueso y oscuro. Cynthia, en un inicio creía en la “asombrosa diversidad de las cosas”; ahora cree en Kong. El hombre al cual le había corregido la pronunciación salió de la cocina. “Probablemente eso sea música”, dijo, asintiendo con la mirada fija en las ventanas, “la nueva música que incluso nosotros somos muy viejos para entender.”

Claro que tú nunca me dirías algo como eso a mi, pero has dicho cosas peores. Dijiste que Kafka no era un pensador y que aproximarse genéticamente a su obra solamente revelaría que mucho de ésta sólo es un lamento creado con mucha imaginación. Todo esto fue dicho durante el tiempo en el que estabas hecha un manojo de nervios, sintiéndote, supongo, que la integridad de tus procesos mentales se mantendría a salvo si nos atacabas de maneras tan diversas que nunca olvidaríamos. En aquellos días realmente causaste una gran impresión en todos los demás: tu blusa de holanes, tu larga falda magenta abierta desde la rodilla, un puñal que se podía ver en el interior de tu bota. “¿Eso es una metáfora?”, pregunté, señalando el puñal; moviste la cabeza, sonreíste, dijiste que no. Ahora que al parecer has cambiado de corazón y que te nos uniste para encontrar a Kafka y también a Kleist y que llegamos a un acuerdo de lo increíbles que son; ahora los miembros de la vieja facultad vuelven a sentirse cómodos contigo y están listos para ascenderte o inclusive casarse contigo, si ése es tu deseo. Pero no necesitas organizar tu mente esta noche. Relájate y disfruta la fiesta lo más que puedas; aún no termina. El partido ha terminado, un programa de noticias acaba de iniciar. “Han sido nacionalizadas las minas de esmeraldas en el noroeste.” Un grupo de jóvenes en una pradera se toman de las manos y cantan. ¿Puede toda la vida de una época retratarse en un anuncio? ¿Acaso así es en todas las praderas del mundo?

¿Y dónde están todas esas personas a las que yo vine a conocer? Sólo he conocido a un niña perdida, vestida con harapos, verdaderos harapos, que sostenía un gancho de metal atado a una cuerda de quince metros. Le dije “¿Para qué es eso?”. Ella no dijo nada, sólo puso con cautela el gancho a mis pies, abrió una botella y tragó veinte aspirinas. ¿Tener seis años es una edad muy temprana para un intento de suicidio? Le dimos leche, la hicimos vomitar, la policía llegó en unos minutos. Cuando uno ha hablado demasiado, en realidad ha utilizado todas las ideas que le quedaban. Debes de cambiar a las personas con las que estás hablando para que así parezcas, o al menos aún te sientas, con vida. Pero aquí la gente no parece ser nueva; de hecho, parecen dueños de minas de esmeraldas o de otro sector económico al que algo malo le ha pasado. Tengo miedo de acercarme a ellos y decirles “¡Vivan la vida!” con una sonrisa y que esto no signifique nada para ellos. ¿Por qué me han pedido que los haga felices cuando es obvio que eso va más allá de mis límites? Francesca, conmigo te equivocaste de compañero. Cometiste el error hace tiempo atrás. Ahora ni siquiera estoy seguro de que me gustes. Pero lo que sí es verdad es que no puedo dejar de pensar en ti, que cualquier problema cotidiano —Nunca seré elegido en la Academia, Richelieu está en mi contra y D’Alembert es poco entusiasta— lo examino pensando en tus reacciones o en tu posible desagrado. En un momento dices que la Academia es una broma, en otro que estás trabajando industriosamente para atraer el interés de Webster en mi trabajo. ¡Maldita caprichosa! En el silencio, un cuerno suena. Después, el sonido otra vez, tambores, silbidos, aullidos, ruidos y sonidos de cuerno. Los asistentes colocan velos morados muy pesados y sudarios sobre las estatuas, las sillas, la mesa de buffet, los miembros de la orquesta. La gente se agrupa afuera de los baños sosteniendo toallas finas, compitiendo para secar a las bellas hermanas. Las toallas se mueven sensualmente sobre las hermosas superficies. Yo también podría emocionarme con este tejido.

Querida Francesca, dime, desde tu punto de vista, ¿esta es una fiesta exitosa? ¿Es esto lo mejor que podemos hacer? Yo sé que siempre habías querido conocer a Kong; ahora que lo has conocido y que te ha dicho lo que te haya dicho (te vi sonriendo), ¿podemos irnos a casa? Quiero decir, tú a tu casa y yo a mi casa y todos ellos a sus respectivas ¿casas, celdas, cajas? Me siento un poco cansado. ¿Qué nos hizo creer que podíamos escapar de cosas como la bancarrota, el alcoholismo, estar decepcionados y tener hijos? Dime “No,” confróntame de una vez por todas, déjame probar algo nuevo. Claro que hicimos todo bien, al menos hasta donde nos imaginamos lo que era estar bien. ¿Es realmente importante saber que esta película es buena y aquella horrible y discutir inteligentemente sobre las diferencias? ¡Qué elegancia tan maravillosa! ¡No nos sirve de nada!

by Donald Barthelme

es autor de Snow White, The Dead, The Dead Father y de más de diez colecciones de relatos. Sus relatos reunidos se encuentran en las ya clásicas recopilaciones 40 stories y 60 stories.

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