Escribe Miguel Ángel Hernández Acosta en el último número de la revista Crítica sobre los autores mexicanos nacidos en los setenta. Esos que ya ahora van a rebasar la frontera de los 35 años, para adentrarse en un territorio difícil, la edad de las tormentas, esa edad que, según Celso Santajuliana y Ricardo Chávez Castañeda:
“harán desparecer a más de 85% de los escritores que transitan esta época y torcerán los caminos de la mayoría de los sobrevivientes”.
Según Hernández Acosta esta generación de los setenta es la primera que, en México, no ha tenido que luchar contra ninguna capillita. Así, de la orfandad hicieron virtud, y no buscaron a ningún autor consagrado para legitimarse, sino que se auto-legitimaron a través de la celebridad que conceden las redes sociales.
Resume el asunto Hernández Acosta, así:
«Esta generación de setenteros son (somos) un grupo que de pronto se vio sin padre a quien matar, sin nada en contra que impidiera su desarrollo y debido a esta inesperada libertad, comenzó a dar palos de ciego, sin darse cuenta que muy cerca le pisaban los talones los más jóvenes.»
La conclusión final a la que llega Hernández Acosta es que, desgraciadamente, ninguno de los autores mexicanos setenteros ha dado a imprenta -de momento- una verdadera obra de genio.
Habrá que esperar un poco más, pues, unos diez años o más, dice Hernández Acosta.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
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