Defendamos la seriedad literaria

Wassman

 

Pensábamos que Internet iba a cumplir el sueño de una cultura seria y accesible para todo el mundo, escribía hace unos días Steve Wasserman, el ex-editor literario de Los Angeles Times y editor de Yale University Press, en The American Conservative.

Nos convencimos de que la revolución digital habría de empoderar a los autores serios de obra marginalizada, que se habría de acabar con la edición mainstream y que, gracias a la Internet, habríamos de ver el derrocamiento definitivo del antiguo orden cultural, ese que mantenían los popes culturales, los guardianes de las puertas de acceso a la cultura (quienes deciden qué, cómo y cuándo se publica algo). La crítica, asimismo, se democratizaría y mejoraría sustancialmente, pensábamos, volviéndose más afilada y punzante.

Pero no.

Era difícil no (auto)convencerse de que la apoteosis de nuestra cultura iba a llegar, pues nunca antes en la historia tanta literatura y tantos productos culturales quedaban a la mano de tantos por tan poco.

Pero la llegada de Internet no ha sido la panacea prometida; ese futuro radiante ni está, ni se le espera.

Más que fomentar una crítica seria y razonada, la Internet nos ha proporcionado una vasta Pared Democrática donde cualquier chiflado puede postear su manifiesto, opina Wassserman, quien nos alerta sobre cómo, cada vez, el discurso se está volviendo más chabacano: abunda la información y escasea la sabiduría.  Y es irónico, pues, como dice Leon Wieseltier, siendo la Internet un medio de comunicación sin limitaciones de espacio, sin embargo, en ella todo debe limitarse a seiscientas palabras. Privilegia el pensamiento a bote pronto y no el mejor, aquel más refinado y que proviene de una larga meditación. La Internet.

Tiempo, paciencia, reflexión y duda son términos que han sido sustituidos por banalidad y aquiescencia. El dictum de Isaac Asimov se ha llevado hasta sus últimas consecuencias:

«‘mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento».

Por ello, necesitamos llevar a cabo un proceso de higienización literaria, opina Wasserman; debemos encontrar un modo para mantener una cultura honesta, que permita que hayan mil opiniones, sí, cómo no, pero que deje claro de una vez por todas que no todas las opiniones son iguales, que no todas valen lo mismo. Igualdad no es lo mismo que igualitarismo. Así, lo que necesitamos hoy es lo que Wieseltier ha denominado “the higher spleen.”

Dicho de otra manera: necesitamos que los críticos se empeñen con dureza en el pensamiento serio y profundo y que lo expresen de manera vigorosa y clara, sin eludir la obligación moral de tratar a los lectores como personas adultas. El crítico debe tener claro que existe una necesidad imperiosa de realizar distinciones entre lo bueno y lo malo.

Esta es una llamada urgente para la crítica literaria.

La seriedad no tiene porque ser algo negativo, tal como se ve hoy, en tanto que algo elitista y antidemocrático. Hay un populismo perverso que anda deformando la cultura, impidiendo que determinadas obras de arte sean accesibles al gran público, marginándolas. Es la tiranía del gusto de la masa. Pero debemos luchar para subvertir este despotismo.
Los placeres del pensamiento crítico, opina Wasserman (y nosotros con él), no deben ser percibidos como pertenecientes a una élite. Son un derecho natural de todo ciudadano. Y es que tales placeres se encuentran en el centro mismo de la alfabetización, sin la cual la misma democracia queda opacada. Más que nunca, nos dice Wasserman, necesitamos llevar a cabo una defensa del Eros de la dificultad.

by J.S. de Montfort

es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.

3 Replies to “Defendamos la seriedad literaria”

  1. 1
    Jesus Zamora Bonilla

    No puedo estar más de acuerdo. El problema, creo, no es que no existan críticos serios ni literatura seria (que no necesariamente aburrida o difícil: ¿era aburrido y difícil Flaubert, o Cervantes?), sino que no hay suficientes mecanismos en la red para identificarlos.

  2. 2
    J.S. de Montfort

    Tienes razón, Jesús, en el océano de Internet las cosas se pierden a la deriva. Además, queda pendiente todavía un código, algún tipo de normativa que nos sirva para la catalogación de los materiales de la red. De todos modos, no es menos cierto que en el sentir general se percibe una tendencia a lo facilón y a lo inmediato. Hemos de revertir esaa tendencia, pues.

    Un abrazo!

    J.

  3. 3
    Nely García

    Pienso que en internet todos tienen cabida, y eso es bueno. En París existe un Salón de arte plástica, «Los independientes», donde todos pueden colgar sus obras. Pero son las galerías que frecuentan el evento y los visitantes, quienes observan la posible evolución de los artistas, o la imposibilidad de avance creativo, como también pueden reconocer obras ya consolidadas. En literatura puede ocurrir lo mismo y la igualdad de oportunidades es un derecho.

+ Leave a Comment