Hace varias semanas se publicaba en uno de los blogs del The New York Times un extracto curioso del libro Creatures of a Day: And Other Tales of Psychotherapy, del doctor Irvin D. Yalom, profesor emérito de psiquiatría de la Universidad de Stanford y con consulta propia en San Francisco y Palo Alto, California.
La pieza en cuestión habla del bloqueo del escritor.
Sucede que un tal Paul le escribe un mail a nuestro doctor, Irvin D. Yalom, y le dice que sufre un bloqueo de escritura y quiere que le ayude. Entonces nuestro psiquiatra le da una cita y Paul le cuenta que años atrás, cuando era un estudiante universitario, andaba escribiendo su doctorado sobre la «incompatibilidad entre las ideas de Nietzsche sobre el determinismo y su adhesion a la idea de la auto-transformación». El caso es que nunca consiguió acabar su tesis.
Fue perdiendo interés en la filosofía nietzscheana y, cada vez más, comenzó a valorarlo como artista: lo veía como un poeta con una voz tan majestuosa que todas sus ideas quedaban eclipsadas. Total, que se cambió de departamento, y decidió realizar su tesis de doctorado en el ámbito de las humanidades (en los estudios literarios).
Pero pasaron los años, y siguió con su investigación doctoral, pero sin escribir nada. Llegó entonces a la conclusión de que solo a través del arte puede ser iluminado un artista y Paul abandonó por completo su intento de ensayo académico y decidió escribir una novela sobre Nietzsche. Pero ahí seguía el bloqueo. Le dice Paul:
«permanecía [mi bloqueo] tan inmóvil y fuerte como una montaña de granito. Hasta hoy».
Y se ha de decir que Paul es un anciano, lo menos han pasado cincuenta años desde que comenzó con su intento de escritura. O dicho de otra manera: casi medio siglo dura su bloqueo creativo.
Paul, después de que la universidad le quitase su estatus de estudiante (obviamente porque no estaba completando su tesis) se puso a trabajar de bibliotecario en una universidad estatal, hasta que le llegó la hora de la jubilación.
Durante la única entrevista que mantendrán ambos se revelará que, a lo mejor, el bloqueo del escritor no es tal, solo que sus vías de escritura se han bifurcado por otros meandros. Pero, en fin, no les chafamos el final de este curioso -e instructivo- relato, con un transfondo evidente de alegoría, que puede leer aquí.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
Yo no llego a tanto, pero mi bloqueo como novelista duró unos treinta años, aproximadamente de 1980 a 2010. Ahora, me temo, estoy en medio de otro bloqueo que espero que no llegue a durar tanto.
Caray, Jesús, treinta años es un buen trecho para arrancar. Me alegro de que lo consiguieses finalmente.
Y hablando de la lentitud en el arranque de la escritura, hay un texto bien majo que acaba de publicar Juan Tallón en Ctxt sobre este particular:
http://ctxt.es/es/20150312/firmas/582/Lent%C3%ADsimamente-Dur%C3%ADsimas-declaraciones.htm
Un abrazo
José de Montfort