El pasado es hoy

Cualquier intento de recuperar directamente el pasado

de forma no-violenta solo resultará en una paralizante

complicidad con él

Terry Eagleton [1. Terry Eagleton, Walter Benjamin o hacia una crítica revolucionaria, Madrid, Cátedra, 1998, pág 96]

1.

Si en su anterior libro, La novela de la no-ideología, se ocupaba el crítico literario David Becerra Mayor de la novela postmoderna española contemporánea (en un sentido amplio), en la que detectaba “una tendencia a difuminar las condiciones materiales e históricas de lo real [2. J.S. de Montfort, «La novela de la no-ideología. David Becerra y la literatura del capitalismo avanzado», FronteraD, 13-02-2014], en su último libro, La guerra civil como moda literaria (Clave Intelectual, 2015), centra su estudio en las novelas españolas contemporáneas que tienen como epicentro la contienda española que estalló en 1936.

Su mirada, sin embargo, sigue siendo la misma: una crítica política desde el marxismo. Un entender la literatura desde sus condiciones históricas y materiales, centrando de esta manera la crítica contra el capitalismo avanzado que se deja permear (consciente o inconscientemente) en esta novelística guerracivilista, entendiendo que, en ella, se representa estéticamente la ideología hegemónica postmoderna.

Becerra trata de impugnar la idea de que este interés último por la Guerra Civil como material novelable tenga que ver con el pacto de silencio de la Transición (aunque éste le sirva de facilitador), con un confrontar el “silencio impuesto a la víctimas del conflicto bélico nacional” (p. 33). En su opinión, esta vuelta al pasado más bien pone de manifiesto

“que nuestros novelistas han asumido que vivimos en un tiempo perfecto y cerrado, sin conflicto, interiorizando la ideología del “Fin de la historia”, y ante este presente en el que no sucede nada se hace necesario acudir a un pasado conflictivo como el de la Guerra Civil para poder escribir una novela”.

Así, estas novelas realizarían una reconstrucción despolitizada y deshistorizada de la Historia, proponiendo al lector una relación complaciente con su pasado. En definitiva, que Becerra Mayor decreta que la causa de que estas novelas sean así (constructos que entienden la Historia como continuidad lineal y no como ruptura), tiene que ver con la lógica cultural del capitalismo avanzado jamesiana. Esto es, en su asumida postmodernidad, que descree de la Historia, estas novelas centrarían el conflicto en lo subjetivo (y no en lo comunal) y así éste se despolitiza y se vuelve a-histórico y a-crítico, lo que implica la desactivación del lector: su neutralización en tanto que potencial elemento de disensión.

Y esta estética narrativa vendría a servirse de dos estrategias: el revisionismo histórico (novelas que sitúan la República Española como foco del conflicto, en tanto que sistema ingobernable) y lo que José Antonio Fortes llama la “falsa izquierda” (novelas pretendidamente progresistas que, sin embargo, reproducen una lógica ahistoricista y despolitizada). Ambas estrategias, al proponer un pasado nostálgico, caen en la trampa de la evasión, sobre la cual nos alerta Becerra Mayor que «siempre es invasión de la ideología”.

 

2.

Becerra Mayor sitúa el origen de la postmodernidad en 1989, con la caída del muro de Berlín. En ese momento en el que la última antinomia socialista desaparece y pone en evidencia la admonición que, en 1986, realizaba Toni Negri en su artículo “Posmoderno”, pues que “una crisis ideal, filosófica, casi metafísica, está al acecho, y sostiene la crisis política”. A partir de este momento, en opinión de Becerra Mayor, ya se puede considerar que, de forma hegemónica y global, el capitalismo queda instituido como sistema-mundo.

De esta manera, el corpus novelístico con el que trabaja el crítico literario y ensayista comprende el período 1989-2011. Para los años 1989-1995 Becerra Mayor se ha servido de la Bibliografía de la novela de la Guerra Civil española y el franquismo (Ed. de Castro, 1996) de Carlos Fernández Santander, así como de los artículos de los especialistas Maryse Bertrand de Muñoz y José Luis Campal Fernández. Pero para el período 1996-2011 no existe ninguna bibliografía, así que el propio ensayista se la ha tenido que elaborar. Su método ha sido el de rastrear “en las páginas y suplementos culturales de los periódicos generalistas de tirada nacional” (ABC, El País, El Mundo), así como “en sus suplementos de cultura” (ABCD, Babelia, El Cultural).

El propio Becerra Mayor ya señala el handicap que esto significa y es que se centra su método no solo “en novelas que han adquirido cierta notoriedad pública”, sino también en novelas que “ha[n] recibido atención de la crítica”. En total: 181 novelas.

 

3.

Pero, ¿qué entiende Becerra Mayor por novela?

Para él, la novela se fundamenta en la idea bajtiniana de conflicto, pero no como heteroglosia, esto es, no en tanto que conflicto entre diferentes tipos de discursos, sino más bien como novela que impugna un relato (el de los vencedores de la Guerra Civil) o que da una visión de los hechos acorde a su ideología marxista. Este punto de partida supone ya un sesgo importante, pues para Becerra Mayor en estos momentos se está produciendo una tercera guerra mundial, semántica,

“en la que se trata de desacreditar y deslegitimar el importante, y aun relevante, papel representado por los comunistas -nacionales e internacionales- en la Historia de la España reciente”.

Una estrategia para llevar esto a cabo sería la de “la imagen congelada”, una técnica que consiste en, como explica Fernando Hernández Sánchez,“fijar una impresión en la retina de [los] lectores y dejarla ahí como categoría inamovible a pesar de la cambiante evolución de las circunstancias”. Un ejemplo: hablar de los datos alarmantes sobre la violencia republicana en la retaguardia, en los primeros meses de la Guerra Civil. Y no precisar que luego se redujo ostensiblemente.

 

4.

Esta tercera guerra mundial de la que habla Becerra Mayor tiene -en su opinión- sus mejores armas narrativas en el manejo de la teoría de la equidistancia (aquella que sitúa en un mismo plano de responsabilidad “a un gobierno legítimo y a los golpistas que atentan contra su legalidad”), el aideologismo (reducción fraticida del conflicto, individualismo, neohumanismo o despolitización), una concepción débil de la historia y la idea de la ancestralidad (la presentación de la Historia como “repetición, siempre igual a sí misma, a causa de los sempiternos males atávicos que la recorren»).

La consecuencia de todo ello es que las novelas guerracivilistas pierden su historicidad y no hablan del pasado, sino de nosotros mismos.

Y ello es así porque estas novelas analizadas en La guerra civil como moda literaria no narran tanto la Guerra Civil como

“el proceso de escritura -siempre problemático- de un episodio histórico sobre el que no se ha tenido experiencia directa”.

Son ejercicios de lo que Marianne Hirsch llamó posmemoria, esto es, de la experiencia de unos sujetos (los novelistas) que han crecido “dominados por narrativas que precedieron [a su] nacimiento”. Claro que Hirsch se refería al Holocausto, pero cree Becerra Mayor aplicable esta categoría a su objeto de estudio. Y es que este metarrelato de la novela guerracivilista implica que el significante pierde su significado literal y termina llenándose de distintos significados.

Por ello, Becerra Mayor le exige al novelista una referencialidad exhaustiva y le niega que se sirva de la capacidad de representación de la narrativa. Quiere de éste, del novelista, que se comporte como un historiador benjaminiano [3. J.S. de Montfort, «(Una humilde propuesta para) llenar el tiempo», SalonKritik, 04-Enero-2013], esto es, que haga suya la noción de memoria que Walter Benjamin propuso en sus Tesis sobre la filosofía de la Historia y que, en resumidas cuentas, consiste en entender el pasado frustrado como presente no realizado. Vaya, que la historia nos es un continuum temporal, lineal y homogéneo -nos dice Benjamin- sino que en ella aguardan a ser rescatadas las huellas de la revolución y la ruptura. Para Becerra Mayor esto habría de concretarse en la recuperación del socialismo revolucionario.

Y, para ello, nos dice el crítico literario español, la tarea del historiador habrá de ser la de distinguir entre las mediaciones (los relatos de la Historia) y el puro hecho histórico. Se ha de buscar un objetivismo, pues, que destruya la duda epistemológica en la que se fundamenta la construcción de la Historia en las novelas analizadas en este libro; novelas  guerracivilistas en las que se confunde el objeto en sí con su mediación, nos dice Becerra Mayor.

5.

Las modas, escribe Becerra Mayor: “no son producto de la aparición casi fortuita de una fórmula literaria”, sino que más bien

“la forma literaria es el resultado de unas condiciones históricas muy estrictas. Nadie inventa nada; es la propia estructura histórica la que determina y produce los discursos”.

Y, así, en nuestra época los autores carecen de estilo propio, en opinión de Becerra Mayor, y su estilo, al menos en lo que respecta a los autores analizados en su libro, es más bien “la solidificación formal de la ideología hegemónica posmoderna”.

Esto es bastante discutible, porque el arte hoy, tal como dice Ernesto García Canclini

“trabaja ahora en las huellas de lo ingobernable“ [4. Nestor Garcí Canclini, «Arte y fronteras: de la transgresión a la postautonomía«, conferencia presentada en el coloquio «Fronteras, mapas y ubicaciones intermedias» que tuvo lugar en Valparaiso, Chile, como parte de la Chile Triennial (2009)];

Vaya, que la literatura más actual se fundamenta en una poética de la postautonomía.

6.

Tal como sugerió T.S. Eliot en su ensayo La tradición y el talento individual, el proceso creativo implica un acto de despersonalización del poeta, sí, pero ello conlleva una nueva aleación.

Que el arte sea impersonal, y que entendamos que el escritor es un medio particular para servir al arte, no implica necesariamente que este sea un portador de los ideologemas del discurso hegemónico de su tiempo.

No es, al menos, condición sine qua non.

Pero, además, hemos de hacer aquí una puntualización importante. La mayoría de los escritores de los que se ocupa Becerra Mayor y las novelas analizadas son puro best-seller (Muñoz Molina, Javier Cercas, Almudena Grandes, María Dueñas, Alicia Giménez Bartlett, etc) y, por lo tanto, se avienen a unas reglas claras de mercado.

Y aquí yace uno de los problemas ontológicos de este volumen de crítica literaria: a una pera no se le puede pedir que sea una manzana. O dicho de otra manera: no se le puede criticar a un producto de consumo que se avenga precisamente a las características mejores que aseguren su consunción. Estas novelas guerracivilistas (en su gran mayoría) son transmisores puros de un código normativo al que no se le permite más que unas ligeras variaciones formales. Dicho en términos del capitalismo avanzado: la mayoría de novelas que analiza Becerra Mayor son metadiscursos.

7.

Pero terminemos en positivo.

Decía David Becerra Mayor en una entrevista reciente al respecto de lo que deberíamos pedirle a la narrativa de hoy día:

“Tenemos que exigirle a la literatura en general –y a estas novelas sobre la Guerra Civil en particular– que no se conformen con entretener a los lectores por medio de aventuras pasionales ambientadas en la Guerra Civil; tenemos que exigirles, como le exigimos a todo ciudadano que participa en lo público, que cuando intervengan en lo público lo hagan con la verdad y desde el rigor; que con su literatura trasciendan la función que les confiere el mercado (vender y entretener) y que participen en la construcción de una esfera pública discursiva donde se pueda debatir, razonar, argumentar, etc., no sólo ofrecer y recibir entretenimiento. No necesitamos niñeras ni cuentos para conciliar el sueño, queremos discursos y queremos interlocutores [5. David Becerra Mayor en entrevista con Jesús Rocamora, La Marea, 10-Marzo-2015]».

En esto estamos de acuerdo con Becerra Mayor, necesitamos una esfera pública discursiva sana, y no la que tenemos ahora, a la que cada vez que nos acercamos «parece que tengamos que ir armados porque vamos a encontrarnos un escenario agresivo, violento” [6. Presentación del libro La Guerra Civil como moda literaria en la Librería Olmo Dalcò, 07-Mayo-2015]

Lo reclamaba asimismo Marta Sanz en su libro No tan Incendiario (Periférica, 2014), al sugerir que se necesita

“una nueva forma de comunicación escritor-lector que no quede mediatizada (bloqueada, en verdad) por las interferencias de las industrias culturales”  [7. J.S. de Montfort, «No más metáforas, por favor», FronteraD, 16-Abril-2014].

Que así sea, pues.

by J.S. de Montfort

es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.

0 Replies to “El pasado es hoy”