Se afirma a menudo que en literatura no importa tanto lo que cuentes sino cómo lo cuentas. Y tal vez más si es en una primera novela, como esta de Antonio de Paco (Valencia, 1978). Fuera de tiempo, así, más que en una historia nos sitúa en un estado de ánimo, que por mucho que se desarrolle a través de una peculiar introspección, adquiere toda su fuerza en tanto que reflejo colectivo: el de la generación de la Transición o, dicho de otro modo, la de quienes comenzaron a formarse para disfrutar las mieles de la modernidad que sus padres les dejaban, y en primera persona presenciaron el derrumbe de esa endeble construcción. Es una generación que se sumó un tanto arrobada a la rabia de esa otra más joven que en 2011 asaltó la plazas, esa generación que ya solo conocía aquella modernidad de oídas y que no se creía ninguno de los mitos con los que los que había crecido la de la Transición.
Esto es lo que de alguna manera representa el narrador de Fuera de tiempo, alguien aún joven que de pronto descubre que no vive en el tiempo que le correspondía por herencia. Ese descubrimiento llega de una manera poco original: una ruptura sentimental y su posterior duelo, tan largo como que se mezcla con ese otro duelo colectivo que, desde la estocada mortal de la crisis, vive el país, y del que el protagonista huirá para instalarse en las cercanías de Londres. La originalidad, por tanto, reside en la manera de narrarlo, como decíamos antes.
En primer lugar, el contexto generacional se nos describe en una parte inicial, «Restos», casi a modo de reminiscencias oníricas sobre episodios concretos de la infancia. Es una suerte de poema narrativo, y también visual, cuajado de versos lapidarios, pero muy evocadores; es también una pieza teatral, género que ha cosechado su autor, en el que a modo de acotaciones una voz casi externa nos ofrece entre paréntesis un nuevo punto de vista. Abundan, además, los hallazgos, como este sobre la figura paterna:
«Todos los que hemos crecido en un contexto determinado.
(Que voy a llamar España).
Hemos odiado y admirado y comprendido los gestos autoritarios».
Es un texto claramente distinto al resto de la novela, y su propio narrador, transmutado en autor, nos avisará de que, en efecto, fue escrito previamente. El grueso del libro se centrará en ese duelo amoroso, que podría estar cargado de todos los tópicos: una ciudad lluviosa y extranjera, una soledad extrema, el desamor como si de algo único se tratara, el joven y sufriente artista extrayendo la savia de su creatividad solo de su ensimismamiento, etc. De Paco sortea con fortuna estos peligros.
El lector no se adentra en una narración de tintes amorosos, por ejemplo, sino en una especie de diario en el que, como decíamos, se le situará en un estado de ánimo. A veces casi mediante aforismos, otras como entradas de un diario, en ocasiones a través de precisas descripciones de acciones cotidianas o de un paisaje, de un trayecto en tren, del encuentro con una amiga de un amigo, de anotaciones sobre los exagerados precios de una cerveza, de los alimentos en un supermercado, o extractos de un e-mail que nos devuelve al contexto social, lo mismo que la intervención policial durante una manifestación en Londres. El paisaje es el de la soledad, sí, pero contado con la pericia de quien mezcla estilos, géneros y giros sorprendentes sin caer nunca en el exhibicionismo ni en el lugar común.
De hecho, cuando el narrador acomete sus primeros intentos por fugarse de esa soledad, cuando el deseo de conectar con algo más allá de sí mismo por fin retorna a su vida y la prosa se vuelve más convencional, es cuando pierde fuelle. En ese sentido, el capítulo 7 de la segunda parte, en el que el autor emprende una corta escapada para visitar a unos amigos en París, resulta paradigmático. Hay a partir de entonces extractos más amables, que se valen de un estilo menos sorprendente, a veces con incorrecciones, y de episodios más esperables, en los que por momentos la narración pierde potencia, si bien más tarde vuelve a recuperar intensidad.
Y ese es también uno de los aciertos: mantener la intensidad de un relato sin apenas personajes, escenarios ni trama. Antonio de Paco, quizás por su trayectoria teatral, sabe que para contar una historia es tan importante lo que está en escena como lo que no aparece y, tal y como dice, el vacío siempre ocupa su lugar. Fuera de tiempo resulta, en definitiva, una novela de la que aprendemos. Y eso es es algo infrecuente.
nació en 1975. Es miembro de La Casa Invisible de Málaga (España), una de las iniciativas de gestión ciudadana más relevantes de la última década. Ha publicado las novelas Miembros fantasma (Hakabooks.com, solo en edición digital) y Grietas (XIX Premio Lengua de Trapo de Novela).
fernandezpaton.net
[…] [Publicado originalmente en Hermano Cerdo] […]