Todo mejorará

hope gangloff

 

Cuando trato de recordar que pasó en los últimos seis meses con mi vida no tengo ningún recuerdo preciso sobre nada. Recuerdo, por dar un ejemplo, lamentar la apuesta que perdí por el único gol que anotó Colombia en la copa, salir ofuscado y conducir en la noche ebrio de forma irresponsable. Recuerdo pelear con Marcela porque tuvo sexo con uno de mis amigos y luego dijo que no era tan importante como para que no pudiéramos seguir juntos. Me recuerdo en una mesa con mis amigos en un burdel. Me recuerdo rodeado del sudor de otros cuerpos. Pero todos estos episodios reunidos no suman más de 20 horas de vida. Han pasado seis meses y es como si no fueran más que un puñado de dramas que vistos ahora no parecen tan significativos. O de forma contraria, han sido tan importantes que reprimí todo en mi cabeza para no tenerlos cerca.

El sedán está aparcado en el garaje con un golpe en la puerta delantera del lado derecho. Un amigo vino de visita ayer y me preguntó qué había sucedido y le dije que no lo sabía. Se me quedó viendo por un segundo absorto antes de soltar una risa estridente, quizá pensó que soy lo bastante desapegado de todo, que no me importa, el tipo de siempre que bebe se emborracha y no recuerda nada, el tipo que siempre invitan a las fiestas y que parece divertido cuando todo va a tope, una persona sin límites. O quizá piense que tengo algún tipo de problema y por esa razón estoy sumido en un descuido personal terrible, eso explicaría mi aspecto de como llevar sin dormir varias noches y el desorden de mi cabello, que luce como si no lo hubiera bañado en años; sin mencionar el olor o la ropa sucia de quizá seis o siete días que llevo puesta.

(Sonrío para que parezca que no me importa nada)

 

Mi amigo se sienta junto a mí y bebemos algunas cervezas. El canal de la televisión que sintonizo retransmite un partido de fútbol de la copa América. Colombia perdió y los jugadores cabizbajos van a camerinos, viene la charla del técnico que les dice que es el inicio, que todo mejorará, pero no mejora. Insiste en que mejorará en las conferencias de prensa e incluso cuando el equipo es eliminado dice que mejorará.

“Es el principio, nuestra meta es más grande”, repite.

 

Recuerdo un tipo borracho golpeándome a la salida de un bar. Recuerdo meterme con la chica equivocada una vez más. Recuerdo quedarme dormido mientras recuerdo mientras tengo sexo recuerdo…

Quizá todo mejore.

 

*

 

Tal vez fumé algunos porros los últimos meses, tal vez bebí más de la cuenta e invité a varias mujeres a que estuvieran conmigo, como compañía, para que me vieran divertirme mientras destrozo mi cuerpo. Tal vez sólo buscaba conseguir un poco de lástima, una voz que dijera que todo estaría bien y debía estar tranquilo. No sucede así, te alientan a que continúes, a que sigas hasta el final.

Recuerdo que olí poco y fumé mucho y metí pepas que trajo Julito cuando decidí no salir más de acá.

Marcela vino una noche a tocar en la puerta y no fui capaz de abrirle. Tuve que vender la motocicleta para pagar una apuesta. Tuve que ver a mis amigos pasarla bien a través de sus fotos en facebook mientras estaba sumido en esta especie de niebla. Todos esperábamos más de Colombia en la copa, la actuación en el mundial prometía un buen espectáculo. La expectativa era alta, pero llegado el momento fue una desilusión tras otra, un fracaso tras otro… Quizá comencé a salir con cualquier chica para dejarla luego a la salida de algún bar. No estoy seguro. No estoy realmente seguro de que ha sido de mi vida en los últimos seis meses. No…

Todo es una maldita mierda.

 

 (Pero sonrío para que parezca que no me importa nada)

*

 

Me recuerdo sentado en mitad de la habitación a oscuras mientras se reproduce una y otra vez «Cure for pain» de Morphine.

Sucede de nuevo, la imagen de los jugadores se repite, salen llorando de la cancha mientras una cortina publicitaria los cubre, “hey, necesitas uno de esos”, dice mi amigo señalando en la pantalla. No lo miro. Sandman, donde quiera que esté, debe estar feliz chutándose. Comienzo a reír. Mi amigo cree saber el motivo, pero no es así.

Me cuenta que Marcela se mudó con esta persona que considero cercana. Es aquí cuando mi cabeza comienza a ponerse en blanco de nuevo. ¿Qué veo surgir de esa nada? Me veo animado, sonriendo, abrazando a Beto por un lado y a Marcela por el otro; hay una discusión sobre los posibles resultados de la copa que se acerca, soy optimista… Antes: me veo tomando una taza de café mientras salen a medio vestir Laura e Inés de mi habitación, digo, “buenos días”, y sonrío… Más atrás: Estoy vomitando en mitad de la entrada de casa.

Me siento perdido, así se lo hago saber a mi amigo, que no para de hablar de la nueva vida de Marcela. Harto, le tiro una botella de cerveza a la cabeza. Y entonces la violencia; una vez más. Pero me tiene sin cuidado. Me tiro en la cama mirando el techo, tratando de recordar el nombre de quien anotó el único gol de Colombia en la copa y…. qué más da.

Duermo.

 (un secreto: en los sueños no es necesario forzar las sonrisas; vienen solas)

                           Sigo durmiendo.

by Didier Andrés Castro

Bogotá, 1986. Ha sido recogido en la antología de poesía Pasarás de Moda (Editorial Montea, 2015). Ha escrito para diferentes blogs y medios. Lleva el blog new-spleen.tumblr.com, en el que recoge relatos de autores jóvenes.

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