*
1.
En una entrevista que concedió el escritor peruano afincado en Madrid, Sergio Galarza, a finales del año pasado para el programa Cinco Minutos, contaba cómo ese deseo de hacerse escritor, su devoción «hacia escritores que habían vivido fuera», le había llevado de camino a Europa, siguiendo fundamentalmente el mito de Julio Ramón Ribeyro. Galarza enfatizaba su deseo romántico y literario de vivir en Europa como motor para su peregrinaje. En lo que no pensaba, decía entonces, era en que acabaría «paseando perros o buscando trabajos basura».
Ese mismo deseo, romántico y literario -por ese orden-, es el que sirve de atracción para que muchos hayamos visitado París, buscando las calles por las que andaba Rilke, aquel hotelito en el que escribió Hemingway o hurgando en pos de la invisible ventana de aquella casa en la que -dicen- Joyce habitó junto a su familia, en los primeros meses de su estancia en la ciudad.
Y lo hacemos porque es fácil: todo queda señalizado. Hay placas, rutas, guías, libros que lo explicitan. No tenemos más que seguir el camino perfectamente trazado.
2.
Barcelona es una ciudad que lleva años queriendo satisfacerse ficcionalmente a través de una gran Novela de sí misma (novela que, a diferencia del París de Víctor Hugo, por ejemplo, no acaba de cuajar); una ciudad que ha forzado la mitologización de su espacio urbano.
El escritor barcelonés Sebastà Giovani escribía hace poco:
«Curiosamente, la mejor manera que encontraron de encumbrar la ciudad fue que esta ciudad dejara de existir, que aparentara que quizás no había existido jamás fuera de los catálogos y las guías y el palimpsesto de escaparates.» [1. Sebastià Giovani, «Can Vies y la Gran Novela de Barcelona, blog Èdip als Tròpics, 30-Mayo-2014]
En resumidas cuentas: Barcelona es una ciudad que, a fuerza de volverse irreal, se ha acabado aniquilando a sí misma. Dicho en términos literarios: se ha quedado sin lectores.
Una ciudad que, de alguna manera, ha desaparecido del imaginario colectivo, pues ya la imagen de sí misma está desvinculada de la propia ciudad real. Y ambas coexisten de manera desgajada. Hay una Barcelona real de la que el ciudadano quiere re-apropiarse y una Barcelona histérica y falsa que ya para el turista es un mero pretexto, no un reclamo sino la certificación de la existencia de un espacio neutro, falso, aparte de la «realidad real».
3.
Apercibidos de esta contrariedad, las autoridades locales se han apresurado a crear un nuevo ensueño, el de una ciudad literaria (pero no de una literatura viva, sino de una literatura que yace, mórbida y queda, para el disfrute romántico y sentimental). A base de placas y rutas, se quiere reivindicar el estallido internacional del boom, que tuvo a Barcelona como sede, en la decada de los sesenta y setenta. Incluso se están dando prisa para que una biblioteca (en el distrito de Sant Martí) tome el nombre del premio nobel Gabriel García Márquez. Y se ha de saber que, como manifestaba recientemente Jaume Ciurana, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, «hay una lista de casi 200 nombres pendientes, aprobados por la ponencia del nomenclátor, a la espera» [2. Josep Playà Maset, «Boom: barcelona inicia el desagravio a una generación literaria», La Vanguardia, 18-Junio-2014].
O sea, que el proyecto reviste de cierta urgencia.
A este impulso gubernamental contribuye el libro -de reciente publicación- Los años del boom (RBA, 2014), del periodista Xavier Ayén, en el que se incluyen tres recorridos por tres barrios donde se vivieron los hechos más significativos de la generación del boom (Sarrià, Eixample y la zona centro).
En esta misma línea se inscribe la donación por parte de la editorial Penguin Random House de parte del fondo documental de las editoriales Plaza & Janés y Grijalbo (se compone de unas 25.000 fotografias en blanco y negro y materiales sonoros y audiovisuales de los años sesenta, setenta y ochenta). Ferran Mascarell, el conseller de Cultura de la Generalitat, secundó la importancia de esta aportación del grupo editorial, pues, en su opinión, esto contribuirá a confirmar «la capitalidad cultural y editorial de Barcelona» [3. Penguin Random House dóna part del fons de Plaza & Janés i Grijalbo al Departament de Cultura. Diari Ara. 19-Junio-2014].
Dando por descontado que Barcelona es una ciudad cultural y un importante centro editorial, la pregunta, sin embargo, es: ¿le servirán a Barcelona estas estrategias para conseguir esos nuevos lectores devotos que tanto necesita o seguirá siendo nada más que una marca?
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
0 Replies to “Cosas que hacen boom!”