1. La referencia literaria
Comencemos con una cita de Carlos Castán:
«[Mi hermano] utiliza las palabras para huir; no como yo, que las utilizo para quedarme. Es como si las palabras tirasen de mi hermano hasta el centro de la piscina o de la pista de baile donde las historias se cuecen. En él son motor, y en mí sustituto de vida» [1. Carlos Castán, «Muchas veces, querida Laura», incluido en Museo de la soledad, Círculo de Lectores, Barcelona, 2000, pág 43].
Dos opciones para manejarnos con las palabras: su (re)torsión interesada, o nuestro abandonamiento a sus significados multiplicadores. Habitar el espacio textual creado por otros o bien crear nosotros mismo ese espacio textual. El texto como vida, pero con dos acercamientos: aquel que vive para generarlo y aquel que vive (re)generándolo.
2. La proto-teoría
«¿Cuales deberían ser los fundamentos para una ética digital?», se pregunta el pensador digital Rais Busom en su blog [2. «Por una ética digital», Blog Net Gain, 20-Junio-2014]. En primer lugar, nos dice, la responsabilidad, pero también una cierta universalidad dinámica (una mínima abstracción de lo común del ser humano históricamente determinado ) y que sea capaz de relativizarse según las características de las diferentes subredes. A ello se le ha de sumar la autodeterminación (un poner límites a la libertad de cada uno, al libre albedrío) y la constitución de la ética digital en tanto conocimiento y sabiduría y no como un mero contenido irracional.
Esto es, la ética digital debe constituir una acción racional.
Y, por último, tenemos el problema de la subjetividad, y es que no resulta viable que el individualismo no se atenga a las normas de la colectividad. Dicho en otros términos: «la ética digital se dota de objetividad a través de la intersubjetividad», nos dice Busom. Así, la normatividad no puede ser exclusivamente individual sino que ha de ser de orden colectivo.
Con ello, posibilitará la ética digital el desarrollo tecnológico y no al revés. Y, de ahí, habrá de deducirse la garantía de una conexión universal, la transparencia (para evitar el anonimato), el hecho de que sea la red un espacio verdaderamente participativo (y no monopolizado) y ecuánime, y quedará establecido el derecho a la protección de quien así lo solicite.
Refiriendo la ética digital específicamente al asunto que nos ocupa, podemos hablar de una cierta ética del lenguaje digital. Pues la ética no es un producto derivado y lateral de la facultad lingüística humana, sino su dimensión más propia [3. Pedro Rojas, «La ética del lenguaje: Habermas y Levinas», Revista de filosofía, 3.ª época, vol. XIII (2000), núm. 23. Universidad Complutense. Madrid]. Así, deberíamos exigirle al lenguaje que signifique correctamente, que no falsee pues la implicaciones extralingüísticas de sus significantes. Se ha de exigir, en definitiva, un buen uso pragmático del lenguaje.
3. Un ejemplo práctico
Decía José Luis Aranguren que «se ha intentado una y otra vez raer del lenguaje su dimensión ética» [4. José Luis L. Aranguren, Ética del lenguaje, Colección Ensayos Fundación Juan March]. Y es este un propósito que advertimos por doquier y que suele darse, además, en algunos contextos de apariencia bastante banal. Tomemos, por ejemplo, el término normcore, ese deseo (o tendencia, más bien) de huir de lo guay, de la diferencia, para abrazar la post-identidad de lo idéntico. Cuál es el fundamento lingüístico que los sustenta. Muy fácil: el tornar reversible el concepto de lo hipster.
Para investigar esta reversibilidad, resulta de franco interés detenernos en el recién creado «Primer concurso literario online autores indies», auspiciado por Amazon y el periódico El Mundo.
El reclamo es el siguiente:
«¿Siempre has querido escribir una novela? ¿Quieres recuperar aquel manuscrito que olvidaste en un cajón? ¿Te gustaría llegar a millones de lectores en todo el mundo? Entonces, ésta es la oportunidad que estabas buscando.
Participa en el primer Concurso Literario online para Autores Indies convocado por Amazon, El Mundo y la Esfera de los Libros, y consigue que tu libro sea publicado. Cuéntamos tu historia. Bienvenido a la familia de los Autores Indies de Amazon.
La transfiguración del lenguaje realizada por Amazon es perversa: al escritor autoeditado se le llama indie. Un término paraguas, marcado positivamente y con connotaciones como contracultural, arty, inconformista, enrollado, individualista, conneiseur, etc. La realidad, empero, es que estos escritores son perfectamente gregarios, más bien reaccionarios (en las formas literarias y el lenguaje fosilizado que utilizan) y nada snobs. Son como una especie de sucedáneos de los best sellers de toda la vida. Una especie de wannabes.
El uso del término indie, además, sirve para la opacación de una realidad económica, pero también de estatus: el escritor indie no tiene mayor valedor, representante o marca que él mismo y, además, su posición no es marginal, puesto que es inexistente, ya que utiliza los modos del escritor comercial, propios de una industria que no les reconoce. No en vano a esto se le ha llamado toda la vida vanity press.
Nótese, además, que se utiliza el apócope, el término indie (y no, por ejemplo, alternativo -que es un término desfasado-) para esconder lo que se quiere decir: escritor independiente de la industria editorial. Pero esto tiene una pequeña trampa , y es que al escritor wannabe se le obliga a auto-incluirse en el mercado editorial digital que propone Amazon. Así, aquel que quiera participar en el concurso se verá forzado a introducir su obra en el KDP (Kindle Direct Publishing) y ponerla a la venta.
Lo interesante del caso es que no hay criterios estéticos que juzguen las obras presentadas (así, no se impone el criterio del editor, ni del crítico literario, ni siquiera del concejal de turno, y se les deja a los participantes al albur no ya del mercado editorial, sino del mercado de nicho KDP, esto es, se les confina a la marginalidad de Amazon). La apreciación de la obra mejor (según el criterio de Amazon) vendrá amparada por el número de ejemplares vendidos y de críticas recibidas. En definitiva: que los escritores/participantes son, a un tiempo, generadores de contenido y (re)generadores del contenido ajeno. Se constituye así una red vil de relaciones interesadas y toda palabra queda bajo sospecha, susceptible de ser impugnada.
Todo queda bastante claro, sin embargo, si uno le echa un vistazo a los Términos y condiciones del concurso. Ahí se dice claramente que el concurso «está destinado a promover los productos Kindle y servicios de Amazon». Pero, en fin de cuentas, no deberíamos molestarnos, pues la base de la publicidad es justamente no buscar la ambivalencia del lenguaje si no su reversibilidad. Vaya, no decir la verdad, sino disfrazarla. Justo lo opuesto de lo que pretende el lenguaje literario.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
Otro ejemplo un tanto chabacano sobre la reversibilidad del término indie es la reina de España, Leticia Ortiz, que también es (o dice ser) indie:
https://www.youtube.com/watch?v=cLOkvQjQMD0
J.S. de Montfort