HC conmemora el centenario de la editorial Seix-Barral

Un poco de historia

Victoriano Seix Saura fundaría Litografía Seix en 1905 y la establecería en la calle Nou de la Rambla de Barcelona, para pronto trasladarla a la calle San Agustín, y establecerse en el mismo local donde un primo suyo -Jaime Seix Salamó- tenía una editorial.

Victoriano Seix moriría en 1911 y su hijo, ese mismo año, se asociaría con los hermanos Luis y Carlos Barral (propietarios de la empresa Gráficas Barral hermanos) para explotar conjuntamente el negocio de las artes gráficas a gran escala.

Con ello, nacía entonces la editorial Seix-Barral.

La editorial, que con el correr del tiempo detentó diversos nombres (Ediciones Seix, Seix Editor, etc), desde sus orígenes y hasta la guerra civil, se dedicaba principalmente a la edición de libros pedagógicos, materiales escolares y educativos. En aquella época, las traducciones que se publicaban en la editorial eran bien escasas y se concentraban en su colección Biblioteca de Cultura Moderna.

Durante la guerra civil, igual que muchas otras empresas de Catalunya, la empresa fue colectivizada. Fue un tiempo en que la editorial siguió manteniendo su fondo, pero sin publicar ninguna novedad.

En la época de la postguerra (1939-1954) se produce una lenta recuperación y la editorial amplia su espectro temático (monografías de arte, historia y divulgación de la cultura, fauna y flora, geografía o biografías) y diversifica sus ediciones hasta llegar a los 400 títulos vivos.

Paradójicamente -o quizá no tanto- el sacerdote Llambert Font i Gratacòs (quien llegase a ser prelado doméstico del papa), autor de misales infantiles y de numerosos juegos e instrumentos gráficos para la enseñanza de la religión,  fue durante aquella época el autor de mayores ventas de la editorial.

Téngase en cuenta que Llamber Font compartía nómina autorial con (hoy) clásicos contemporáneos como Martín de Riquer o Josep M. Junoy.

En el otoño de 1950 llegaría Carlos Barral quien, con la complicidad de Victor Seix, crearía el proyecto editorial literario tal como lo conocemos hoy.

Víctor Seix, que era un más mayor que Barral, se ocupó de la expansión de la red de ventas, tanto en España como en Latinoamérica; así, en 1958 instauró canales de distribución en México, Perú, Chile y Colombia.

Carlos Barral, por su parte, se ocupó de la parte literaria, de echar adelante la colección Biblioteca Breve, que en aquella época se anunciaba así:

[La colección Biblioteca Breve] Se propone facilitar al público de lengua española el acceso a autores extranjeros que no han podido hacerse lugar en series literarias comprometidas con el gusto mayoritario. Publicar traducciones dignas de obras importantes de literatura y de crítica contemporánea, desconocidas en España. Establecer contacto con el lector de literatura, a fin de publicar con un público interesado.

Barral tenía una fuerte convicción, como cuenta en sus memorias Los años sin excusa, y era que «existía un gueto de maniáticos de literatura, prácticamente en barbecho editorial desde hacía casi veinte años, mercado pequeño, diminuto, si se quería, pero virtualmente entusiasta».

Barrral quería dirigirse a ese pequeño gueto. Y, para ello, creó -con voluntad internacionalista- la colección Biblioteca Breve, en la que publicó fundamentalmente literatura, aunque también libros de ensayo, historia y crítica. A esta colección se le sumaría más tarde otra: Nueva Narrativa Hispánica.

Las consignas originales barralianas, como explica Antonio Lozano en Seix Barral: la editorial literaria (1950-2011), incluído en el volumen conmemorativo que ha publicado la editorial, eran las siguientes:

  1. Dar a conocer las mejores obras literarias y del pensamiento procedentes del extranjero.
  2. Otorgar visibilidad a los autores autóctonos de espíritu renovador.
  3. Tender puentes con las letras hispanoamericanas.

Para hacernos una idea de la altura intelectual que pretendía instaurar Barral en la nueva etapa de la editorial Seix Barral, ha de decirse que el primer libro que proyectó publicar en la colección Biblioteca Breve fue La conciencia de Zeno de Italo Svevo.

Al final, no obstante, el libro inaugural de la colección fue La novela moderna en norteamérica, de Frederick J. Hoffman, en traducción de Castellet, publicado en febrero de 1955.

Amigos de la Facultad de Derecho de Carlos Barral se van incorporando como lectores a la editorial: J.M Castellet, Gabriel Ferrater, los hermanos Goytisolo (Juan y Luís) y -esporádicamente- Jaime Gil de Biedma. El grupo también estaba compuesto por los catedráticos José Maria Valverde y Antoni Vilanova, el músico Oriol Martorell, el filólogo Joan Petit y el medievalista Enric Bagué. Se caracterizaba por ser un grupo heterogéneo que se reunía en un altillo de las instalaciones de la editorial en la calle Provença, 219 y que se conocería con el sobrenombre de «El cuarto de los sabios», un grupo que funcionaba a modo de estructura abierta, con reuniones formales cada quince días y reuniones informales, según se presentase la ocasión.

Amén de la colección Biblioteca Breve, Carlos Barral se inventó el Premio Formentor, que se dconcedía en el marco de los Encuentros de Formentor (y que comenzaron en 1961) y premiaba una novela inédita y el Premio Internacional de Literatura, que  fallaban 13 editores europeos de prestigio y que fue otorgado a nombres de la altura de Beckett, Below, Borges y Gombrowicz. Ambos premios asignaban la nada desdeñable suma de 10.000 dólares al autor de la novela premiada.

También en 1958 se fundó el Premio Biblioteca Breve (cuya primera etapa duraría hasta 1972) y que serviría, principalmente, para lanzar a futuros maestros de las letras hispanoamericanas. En su primera edición, fue premiada la obra Las afueras, de Luis Goytisolo. El premio consistía en 100.000 pesetas de la época.

A todas estas colecciones y premios, todavía hubo Carlos Barral de sumarle otra más dedicada a la poesía y que llevaba por nombre Colliure/Literaturasa en homenaje a Antonio Machado y que naciese del homenaje de 1959 realizado en la ciudad francesa conmemorando los veinte años de la muerte del poeta. Tal colección serviría para dar a conocer a la Escuela de Barcelona (Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y J. M. Castellet).

Y un último logro del añorado editor para los autores: la creación de la figura del agente editorial, que se encargaba de exigir un trato justo para con el escritor y que tendría como figura señera a Carmen Balcells.

Encontronazos con el régimen franquista, y con la propia empresa, debido a cuestiones de índole económica (y es que para Barral la rentabilidad nunca fue una prioridad) comenzaron a allanar el camino para que Carlos Barral dejase la editorial. También sería decisiva la muerte de su aliado y cómplice Víctor Seix en la feria de Francfurt de 1967, por causa del atropello de un conductor de tranvías llamado Adolf Hitler (sic).

Fue 1970 el año en el que Carlos Barral abandonaría finalmente Seix Barral para fundar Barral editores.

Eran momentos de crisis mundial y Seix Barral hubo de pactar una participación accionarial con la editorial Ariel en 1973. Fue un momento de recuperar a autores que se habían ido de la casa por desaveniencias con Carlos Barral como Guillermo Cabrera Infante, Manuel Puig, Rafael Alberti o Juan Goytisolo, de publicar obras que habían sido censuradas con anterioridad, como Si te dicen que caí, de Juan Marsé y de incluir en el catálogo de la editorial a nuevos nombres como Eduardo Mendoza.

Es, con todo, una época errática e inestable en la que habían tratado de poner orden -sin éxito- en la empresa Juan Ferraté, Josep María Carandell y Mario Muchnick, desde las labores gerenciales y de dirección literaria.

En 1982 la editorial Planeta compra Seix Barral y se nombra en 1983 como director editorial a Mario Lacruz, que permanecería en el cargo hasta 1998.

Es una época en la que la editorial se torna más comercial, aunque sigue apostando por nombres literarios como Antonio Muñoz Molina o  Francisco Umbral. No debe olvidarse que, además, durante ese periodo, fue la primera editorial en España en publicar a Roberto Bolaño (La literatura nazi en América).

Uno de los hitos de esta época es la publicación de los Versos satánicos de Salman Rushdie (1989), obra que acabaría publicada en coedición por 18 editoriales españolas y con el título del traductor debidamente silenciado (otros traductores habían sido asesinados con anterioridad por haber aparecido sus nombres en los libros).

Esta época vio también la resurrección del Premio Biblioteca Breve, en cuya primera edición en esta segunda etapa (que comenzó en 1999 y continúa hasta nuestros días) fue premiada la novela En busca de Klingsor de Jorge Volpi.

En 200o aterrizaría en Seix Barral Adolfo García Ortega, como nuevo director y, junto a él, Elena Ramírez, que acabaría ocupando el puesto de García Ortega, la dirección editorial, tras la marcha de éste en 2007. Ramírez, confesaba en una entrevista para la Revista Qué Leer en 2009 que «Cuando llegamos, Seix tenía una identidad maravillosa, pero le faltaban autores jóvenes y, sobre todo, nuevos lectores».

Esa ha sido la última voluntad de la editorial en esta última etapa, en la primera década del siglo XXI, y así entre los títulos que se han venido publicando podríamos decir que hay cierta querencia por la literatura norteamericana (poco atendida en los sesenta y los setenta), con autores como deLillo, Carson McCullers, Franzen, Lorrie Moore o Philip Roth.

No podríamos, sin embargo, terminar este recuento rápido de la historia de la editorial sin mencionar al poeta Pere Gimferrer vinculado a la casa desde 1970, y actual director literario, responsable de editar a Roberto Bolaño (aunque le rechazó su segundo libro), o Mazurca para dos muertos, de Camilo José Cela, entre muchos otros títulos.

El homenaje de los lectores

A la historia de los hechos de la editorial, que este año cumple su centenario, hemos querido aquí en Hermano Cerdo añadir nuestra historia personal como lectores, y así, al modo del «cuarto de los sabios», un cuarto más bien al estilo del The Eternal Network del poeta vanguardista Robert Filliou, nos hemos reunido virtualmente los miembros de esta comuna cerda y lectora para rendir homenaje a la centenaria editorial del mejor modo que sabemos: hablando de sus libros.

Comenzaré yo: para mí, el libro más importante de la editorial fue, sin ninguna duda, Las personas del verbo, de Jaime Gil de Biedma, y que a mí me regaló mi madre un día de reyes de hace ya por lo menos quince años. Es curioso cómo este libro ha sido lectura provechosa no solo para mí, sino para mis dos hermanos y mi madre. Y es algo extraño porque no recuerdo ningún otro libro que hayamos compartido toda la familia.  De hecho, «Contra Jaime Gil de Biedma», uno de los poemas emblemáticos del libro, preside en la actualidad la escritura de mi última novela Lo que renace eternamente. Así que, se puede decir que desde que cayó por primera vez en mis manos, este libro ha formado parte de mi vida, de mis querencias, mis filias y renqueos, siendo así el arriate del pequeño jardín de mis ulteriores afectos.

También para el valenciano Jorge Salavert, radicado hoy en Australia, es de capital importancia Las personas del verbo, «El primer libro de Seix Barral del que tengo constancia y conciencia de haber adquirido -nos dice- en su edición de 1982». «Fue allá por 1983 o 1984, siendo yo un primerizo estudiante universitario, uno o dos años después de que el general Milans del Bosch sacara los tanques por las calles de una Valencia fría y húmeda la noche del 23 de febrero, mientras yo, con 39 grados de fiebre y encamado, me había perdido un examen en el instituto y uno de los acontecimientos que marcaron la vida pública española del final del siglo XX».

«He releído hoy algunas de sus páginas, asombrándome de la lozanía de su poesía, fascinado por las gotas de sabiduría que Gil de Biedma pronunciaba en su prefacio: la lentitud tiene sus ventajas… Bueno o malo, por el hecho de haber sido escrito despacio, un libro lleva dentro de sí tiempo de la vida de su autor. Cuán distinta visión del vértigo actual de los 140 caracteres, de la vacuidad de la gratificación instantánea».
Esperando que evoque algo de deleite en los lectores de Hermano Cerdo, Salavert nos incluye la primera estrofa del poema El juego de hacer versos:

El juego de hacer versos
—que no es un juego— es algo
parecido en principio
al placer solitario.

Al escritor argentino J. G, Cozzolino, autor del libro de cuentos Tulipanes para Zamudio (Universos, 2010), siendo preguntado por el particular, asegura que le vienen a la memoria dos libros de Juan José Saer, El entenado y La grande, su novela póstuma. «De la primera -nos dice- que la leí dentro de un Renault 11, en los ratos libres, cuando alguna vez enseñé en una escuela secundaria, recuerdo la realidad apariencial de los colastiné, si mal no recuerdo, indios santafesinos que, según Saer, vivían en un perpetuo estado conjetural». «La grande, en tanto, la esperé deseoso y la compré nomás salió, pensando en qué podía deparar una novela inconclusa escrita por un muerto más o menos reciente. Tiene a mi modo de ver algo así como un final profético, aunque no es el final por ser inconclusa, y es por esa característica que es dable replicar ese final:

«Con la lluvia, llegó el otoño, y con el otoño, el tiempo del vino».

Recuerdo haber leído esa última frase y querer creer que fuera la última oración escrita por el escritor santafesino.

Otra vez:

«Con la lluvia, llegó el otoño, y con el otoño, el tiempo del vino».

Podría repetirlo horas y horas, afirma Cozzolino, para concluir: «no sé si hay frase más perfecta».

Nuestra colaboradora ecuatoriana Denise Nader destaca la novela de Philip Roth El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras (2003).

«En el libro, nos dice Denise, Philip Roth entrevista a sus colegas de oficio, y en una de las conversaciones, Aharon Appelfeld le dice a Roth: Hoy toca redención, mañana tinieblas. Los escritores viven inmersos en este enredo. En mi caso particular, no sé si salir de las tinieblas o ir a ellas es lo que más me apasiona de la literatura, pero después de este libro me quedó claro que es el tránsito entre ambos estados lo que cuenta: es allí, en esa zona de movimiento no planificado, lejos de la apatía y de la rutina de la cotidianidad donde las voces de los grandes autores se encuentran o se pierden y es ahí donde encontré este libro que me devolvió la vida».

El también escritor ecuatoriano Eduardo Varas, autor de Los descosidos (Alfaguara, 2011) nos confiesa que su experiencia con Seix Barral es «clara e infantil: Era muy pequeño (10 años) cuando encontré en la biblioteca paterna (o de algún vecino) el ejemplar de portada blanca y líneas rojas de La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa».

«No entendí nada de lo que leí, nos dice Varas, pero en ese momento supe que esto de los libros era un asunto serio y que valía la pena tomarlo en cuenta».

La española Violeta Entrerríos recuerda que también fue un libro de Vargas LLosa, en su caso Conversación en la catedral, el libró que más le marcó de la editorial Seix Barral. » Lo leí sin descanso, sin comprender mucho al principio pero devorándolo al final», nos dice, rememorando su lectura. «Recuerdo la portada en la que salía un vaso de cerveza y creo que unos cigarrillos, y solo la entendí cuando me di cuenta de que La Catedral era un bar y no una catedral, claro. Y que toda la novela era una conversación».

Para Stanislaus Bohr, autor de La balada de los bandoleros baladíes (2011), la cosa de hacer recuento de lector toma tintes épicos y así, afirma que «busco el guerrero que lanza saetas en los lomos de mi biblioteca» y allí encuentra «al menos cinco incunables de Seix Barral: Banderas sobre el polvo, la versión íntegra del libro de Faulkner que abreviado llaman Sartoris, con una mansión sureña que supuestamente es esa casa que Faulkner compró con el Premio Nobel. La ciudad y los perros, séptima edición, tapas crema y dos canes trenzados en franca lid al extremo superior derecho (libro que se me fue descuadernando, porque las gredas eran quebradizas, un problema con todas las ediciones rústicas de la Seix.) Tres tristes tigres de Cabrera Infante, Sin remedio de Antonio Caballero y Abaddón el exterminador de Sábato».

Además de esto cinco títulos, también halla Bohr en su biblioteca «muchos hijos de ribetes dorados que arrojó el contubernio Seix Barral-Oveja Negra: los cuentos de Chesterton, los cuentos de Mansfield y La conciencia de Zeno».

En un instante de súbita reflexión, nos espeta Bohr que «no lo había notado: la Seix, la vieja Seix, es una escuela de iniciación».

Si a Vds. queridos lectores también les sucede eso, que para Vds. ha sido la editorial Seix-Barral una escuela de iniciación, o acaso recuerdan un título especialmente caro a su experiencia lectora, nos gustará mucho oírlo.

Pueden dejar todos los títulos de sus libros más queridos de la editorial, sus recuerdos asociados a la lectura de éstos, impresiones o cualquier cosa (buena o mala) que quieran decir sobre la editorial Seix-Barral en los comentarios.

Estaremos encantados de escucharles.

by J.S. de Montfort

es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.

3 Replies to “HC conmemora el centenario de la editorial Seix-Barral”

  1. 1
    Gemma

    Los mejores libros siempre son aquellos en los que ‘no pasa nada’. Por eso, mi libro favorito de la editorial Seix Barral es la novela corta «Una tarde de M. Andesmas» de Marguerite Duras.
    [Tardé muchos años en descubrir que el editor de una de mis autoras favoritas era ese hombre extraño y muy muy bronceado que veía paseando por la playa de Calafell cuando era niña].

  2. 2
    un colombiano

    Dejemos hablar al viento
    Memorias de Adriano
    El zafarrancho aquel de la via Merulana
    El ultimo verano de Klingsor
    El poder y la gloria

  3. 3
    Darío Rodríguez

    Los diarios de Julio Ramón Ribeyro, «La Tentación del Fracaso», bitácoras honestas – y sombras protectoras – para quien los lee. Desde el chancro sentimental no puedo evitar la mención de las novelas «Todo en otra parte» y «Parece que va a llover», escritas por Carolina Sanín y Ricardo Silva Romero, responsables de un giro drástico y benéfico en la, a veces,paupérrima literatura de mi país.

+ Leave a Comment