Demasiados símbolos

En una entrevista a E. M. Foster, cuando éste estaba a punto de tomar el tren hacia Boston, le preguntaron cómo se sentía la víspera de su primera visita a Harvard. Contestó que allí existían lectores de su obra bastante concienzudos. Esperaba que lo interrogasen a conciencia y eso le asustaba. La razón es más que clara.

En esta época, la nuestra, los serios son más serios que nunca y es difícil encontrar la ligereza cordial de Foster. Para los serios, una novela es una obra de arte. El arte tiene un papel que jugar en el drama de la vida civilizada. La vida civilizada se construye sobre un campo ceñudo y peligroso. Y por eso asumimos, si somos verdadera y profundamente serios, que ningún buen novelista va a invitarnos a una merienda en el campo sólo para acabar comiendo sándwiches de huevo y perseguir mariposas por los campos ingleses o por los bosques de la Toscana. Las mariposas son leves y alegres, pero en ellas yace el secreto de la metamorfosis. El misterio de la vida se esconde en el huevo. Es mucho lo que se puede hallar en las mariposas y en los sándwiches de huevo.

Sería injusto decir que la responsabilidad de este tipo de cosas pertenece simplemente al lector. Con frecuencia es el propio escritor el que falla. Al escritor no le importa ser un poquito más profundo que la media. ¿Por qué no?

Nunca antes había ido la lectura profunda tan lejos. Y ya se ha convertido en algo muy peligroso para la literatura.

“¿Por qué, señor,” pregunta el estudiante, “arrastra Aquiles el cuerpo de Héctor alrededor de las murallas de Troya?” “Es una pregunta interesante, estimulante. Morderé el anzuelo”, dice el profesor. “Verá, señor, la Ilíada está llena de círculos –escudos, ruedas de carro y otras cosas redondas. Y ya sabe lo que decía Platón sobre los círculos. Todo en los griegos tenía que ver con la geometría”. “Bendita sea tu inteligencia”, dice el profesor, “por tan maravilloso pensamiento. Tienes una sensibilidad exquisita. Tu enfoque es serio y profundo. Aunque yo siempre había creído que Aquiles lo hizo porque estaba muy enojado”.

Sería un profesor bastante raro el que se diera cuenta de que Aquiles estaba enojado. Para muchos profesores, Aquiles representa mucho pero no es nada en concreto. Ser es demasiado obvio. Nuestro profesor es bastante “cerrado” y el estudiante está asombrado con él. ¡Enojo! ¿Qué es eso del enojo? La Literatura, con mayúscula, es sutil, digna, profunda. Homero es tan bueno como Platón. Y si Platón pensaba, Homero también tiene que haber pensado, aunque fuera para convertir un círculo en un círculo cargado de símbolos.

Las cosas no son lo que parecen. Y a menos que representen algo grande y valioso, los escritores no se molestan con ellas. Cualquier lector profundo puede decirte que tomar el autobús es, cuando aparece en una novela, un reismotif (un motivo de viaje). Un portafolio significa Muerte. Las minas de carbón significan el Inframundo. Las galletas saladas son la Hostia. Tres botellas de cerveza son ¿no es obvio? La mente apenas pierde en este juego y cada jugador es un ganador seguro.

¿Eres marxista? Entonces el Pequod de Herman Melville en Moby Dick puede ser una factoría, Ahab el empresario, la tripulación la clase trabajadora. ¿Tu punto de vista es religioso? El Pequod partió la mañana de Navidad. Es una catedral flotante que se dirige al sur. ¿Seguidor de Freud y Jung? Entonces las interpretaciones que se pueden hacer son multitud y todas ricas. Recientemente, tuve una nueva explicación de Moby Dick que me dio un joven encargado de un cerebro electrónico. “De una vez y por todas”, dijo. “Esa ballena es la madre de todos revolcándose en su lecho acuoso. Ahab tiene complejo de Edipo y quiere matarla para acabar con ese infierno”.

Eso es lectura profunda. Pero también es justo recordar que los mejores novelistas y poetas del siglo han hecho bastante para promover ese tipo de lectura. Cuando Mary (en el Ulises de Joyce) pierde el seguro de sus bombachas, no sabe qué hacer para sostenerlas. La mente de Bloom va de la gramática a la pintura, de la pintura a la religión. Todo eso se logra en unas pocas palabras.

El lector profundo, sin embargo, puede perder el rumbo. Se apoya, inconsciente, en cualquier pedacito de filosofía o religión y se eleva más alto que un zepelín. ¿Que Bloom limpia la ropa de Stephen y cepilla las virutas? No son virutas cualesquiera sino las de la cruz de Stephen.

¿Qué más? Todas esas peculiaridades clericales de las que Robert Browning se reía en el “Soliloquy in a Spanish Cloister”, como la superstición de cruzar el cuchillo y el tenedor en el platillo auxiliar al terminar de comer, todas esas cosas se han convertido en los pilares del nuevo sistema.

¿Tenemos que encontrarle significado a todo lo que nos da el escritor? ¿Es la literatura moderna una Escritura en el sentido religioso? ¿Es la crítica Talmud, teología? Lectores profundos del mundo, ¡prepárense! Asegúrense de que su seriedad es seriedad de verdad y no, Dios nos proteja, una seriedad cualquiera.

Un símbolo verdadero es sustancial, no accidental. No se puede evitar, no se puede quitar. No se puede quitar el pañuelo en Otello, ni el mar en The Nigger of the Narcissus, ni los pies deformes en Edipo Rey. Se puede, sin embargo, leer el Ulises sin sospechar que las virutas tienen que ver con la crucifixión o que el nombre Simón se refiere al pecado de la simonía o que el hambre de los dublineses a mediodía es paralela a la de los lestrogones. Esos son asuntos puramente periféricos; beneficios exiguos, si se quiere. La belleza del libro no puede escapársele a ningún lector, sea del tipo que sea, y es mejor acercarse a él desde la inocencia que desde la idolatría hacia la cultura, la sofisticación y el snobismo. Por supuesto en nuestra época es difícil ser tan inocente como uno quisiera. La información permea. Se filtra como se suele decir. Y, aún así, es muy poco lo que saben los sofisticados y aun los diablos más listos, con sus mentes repletas de arcanos, resultan ser bastante simplones.

Quizá los lectores más profundos sean aquellos que menos seguros están de sí mismos. Lo que pasa es que prefieren el significado al sentimiento. ¿Qué pasa con los sentimientos? Son demasiado perniciosos. Lo siento si llamo la atención sobre una cuestión tan aburrida pero no lo puedo evitar. La razón por la que el estudioso se refugia en los círculos es que la ira de Aquiles y la muerte de Héctor son demasiado para él. No hace más que lo que hace la gente civilizada cuando se la confronta con la pasión y la muerte. Tienen que evitarlas como sea.

La práctica de evitar las cosas está tan extendida que no sería justo culpar a un solo grupo de ello. Pero si no decimos ni hacemos nada al respecto también debemos estar preparados para abandonar la literatura. Hoy se publican novelas que están hechas simplemente de abstracciones, de significados en estado puro y aunque nuestra necesidad de significado sea grande, nuestra necesidad de concretud, de particularidades, es aún mayor. Necesitamos ver como los seres humanos actúan después de haberse apropiado o asimilado los significados. Los significados en sí mismos no valen un centavo. En literatura, la humanidad se hace abstracta cuando ya no nos gusta. E… (Interrupción de un lector profundo: sí, sí, sí, todo eso ya lo sabemos. Con leer las novelas de lo concreto y lo particular basta, esas en que los personajes abren puertas y encienden cigarrillos. ¿No son aburridas? Además, ¿no querrás que tengamos que fingir que nos gusta la criatura de carne y hueso?).

No. Estoy hablando en serio. Sin programas.

Tenemos que pasar por todo eso.

Tenemos que dejar que la inspiración redima lo concreto y lo particular y que se recobre el valor de la realidad del personaje. Mientras tanto, que Platón se quede con sus círculos y que las galletas saladas sean galletas saladas y las astillas astillas. Ya hay bastante misterio en que sean como son.

Traducción de José Luis Justes Amador 

by Saul Bellow

(Lachine, Montreal, Quebec, 10 de junio de 1915-Brookline, Norfolk, Massachusetts, 5 de abril de 2005) fue un escritor canadiense y estadounidense de origen judío-ruso. Nació en Canadá, pero vivió desde pequeño en Estados Unidos. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1976. Ver más

2 Replies to “Demasiados símbolos”

  1. 1
    CEci

    ¡Ole, ole y ole! Reivindiquemos lo concreto. Como decía C. S. Lewis cuando sus sesudos camaradas hacían interpretaciones freudianas de sus historias narnianas… «¡Es magia! ¡Simplemente magia!»
    Felicidades, piara. Cada día lo hacéis mejor.

  2. 2
    Lies, lies, lies

    Por eso el único consejo posible a un escritor es que se mantenga a la mayor distancia posible de la academia… sobre todo si la academia le ofrece programas de ‘escritura creativa’.

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