Poema de amor a Buenos Aires

Gracias a un error por parte de los organizadores del XIX Festival Internacional de Poesía de Rosario, me encontré un lunes de septiembre, 9 de la mañana, aterrizando en Buenos Aires. El terrible vuelo de 11 horas sentado en una mierda que los abusadores de American Airlines llaman SEAT, donde estaría incómodo un enano de verdad, no fue tan largo. Mi cabeza iba llena de Borges y Arlt, de Goyeneche y Piazzolla, de Asados y Empanadas. No, voy a escribir con la verdad, sin importarme las consecuencias, mi cabeza iba llena de ella; después de dos años de Skype y Facebook y Hotmail, por fin la vida, y los organizadores del festival, me dieron la oportunidad de poder abrazar y oler a mi lindo y entrañable grillo.

En el Ezeiza la fila de los extranjeros se movía rápido. Next, next, next, se escuchaba cada cinco segundos hasta que me tocó a mí y le pasé al hombre de uniforme mi pasaporte dominicano, que dejó caer como si le hubiese dado un corrientazo.

-¿De dónde viene usted?
-De Nueva Yor.
-¿Y por qué no tiene usted pasaporte norteamericano?
-Oh, porque no soy ciudadano gringo, tengo greencard.
-A ver. ¿Y a qué viene usted a Buenos Aires?
-Bueno, fui invitao al fetival de poesía en Rosario.
-¿Es usted poeta?
-(Respiro hondo, recordando el juicio de Brodsky) Bueno, me guta ecribí.
-¿Y tiene usted alguna invitación certificada?
-No, pero uté tiene una computadora ahí, googleé el fetival…
-¿Y dónde está su pasaje de regreso?
-No, si sólo me enviaron el localizador por mail, en American sólo me dieron el de vení, pero el de ida ya ta comprao…
-(Pensando) ¿Tiene usted tarjetas de crédito?
-Sí, mire…
-Ya, bienvenido a Buenos Aires.
-(Tomando mi pasaporte y mi greencard) Oiga una cosa señor agente, ¿se tan quedando mucho lo dominicano?
-Un poquito.

Roberto Arlt

El taxista de Remise era educado y permitía fumar adentro del carro, un lujo inesperado y, descubriría más tarde, usual. Yo no escuchaba los consejos al turista. Miraba con ojos de niño el paisaje sin montañas de Buenos Aires. La periferia se me antojaba fea como toda periferia de un país subdesarrollado, perdón porteños, en vía de desarrollo, whatever that means. Edificios feos, anacrónicas antenas caseras de televisión y cúpulas de iglesias.

El America Plaza Hotel queda por Mitre y Callao, un chin chin más arriba de La Americana, 24 horas de las mejores pizzas y empanadas del hemisferio. Yo iba en el limbo. Hablé con los amables empleados del hotel sin escuchar lo que me decían. Subí a mi habitación y sorprendí a la felicidad esparciendo semillas de girasol por todos los rincones. Mediodía ya, tan cerca de nuestra primera cita.

Me bañé y pasé varios minutos eligiendo la ropa que me iba a poner. Quería disimular un chin mi barriga, mi calvicie, mi enanismo, mi fealdad, no quería descubrir la decepción en los ojos de mi lindo y entrañable grillo. Yo, un ser vanidoso y superficial, la pensé igual. Como la calle Corrientes quedaba cerca, quería recorrerla entrando a todas sus librerías, pero quería ser acompañado por un guía erudito, quería ir conversando con Arlt. Recordé a Sarmiento y exclamé, con mucha fe: «Sombra terrible de Arlt, yo te invoco». Una humareda verde con olor a yerba mate empezó a salir del inodoro.

-Por fin regreso a mi Buenos Aires.
-(Abrumado por la admiración) Querido Roberto, qué emoción conocelo.
-¿Y vos quién sos?
-Me llamo Juan Dicent, o Dino Bonao, soy un ecritor dominicano.
-(Obviamente decepcionado) ¿Y vos me invocaste?
-Bueno Arlt, bájele algo, que e cierto que yo no soy Dante, pero uté no e Virgilio tampoco.
-¿Qué querés boludo?
-Bueno, quiero que caminemo por la calle Corriente, pa ve si su epíritu ha cambiao con el ensanche.

***

Después de gastar bajo protesta muda casi cien dólares en Tabuchi, Pavese, Vila-Matas, y otros que me han hecho recuperar el placer del español, entramos a un café para yo comerme un omelet.

-Los argentinos podemos ser buenos escritores, buenos futbolistas, buenos doctores, buenos cantantes, pero de mozo, de mozo no tenemos vocación. Míralo al bizco este che, clientes esperando, y él muy burro hipnotizado con la caja esta con la novela del meteorito que se transforma en tanque de gas en Monte Grande, y, naturalmente, mata aunque sea una peruana llevándose de carambola dos casas, un almacén, un comedor infantil y un centro de asistencia social, seguido por un atorrante que construyó una pista de aterrizaje para ovnis en Salta, y cae preso por robarles a una pareja.

Posiblemente se queja en la noche con su damnificada sobre la tacañería de los turistas. Un caso digno de observación frenopática. Atenti, boludo, que el tiempo pasa!, soltá esa fiaca, dijo Arlt.

-Buenas, ¿qué e una suprema de pollo? -pregunto al mozo.
-Pollllo -contesta el mozo.
-No es más que una pechuga deshuesada -me dice Arlt.
-Ajá, pero, ¿cómo viene prepará? -pregunto al mozo.
-Pollllo, con papas -contesta el mozo.
-Las pechugas se rebanan finamente para convertirlas en milanesas, se pasan por huevo -me dice Arlt.
-¿No tienen menú con foto de la comida? -pregunto al mozo.
-No tenemos no -contesta el mozo.
-Qué ganas de macanear -me dice Arlt.
-Bueno, traela, debe se buena esa vaina -le digo al mozo.

Después de Burger King y McDonald’s en Corrientes, pasamos el piquete de la hora en el obelisco, gente con pancartas en blanco para completarlas in situ; en la calle Florida el río de humanos con cara de Yo-Tengo-Un-Trabajo-Muy-Importante abrumó un chin chin a Arlt, y desapareció en un suspiro sin adiós, sin haberle preguntado sobre Onetti. En una esquina, detrás de una mesita repleta de anillos de algún mineral que produce hongos al contacto con el agua, veo rasgos familiares.

-Hey, ¿tú ere dominicano?
-¿Y tú?
-Claro, yo soy de Bonao.
-Mi hermano qué alegría, claro que soy dominicano, soy de Loma de Cabrera, pero vivía en La Caoba.
-¿Y cuánto tiempo tú tiene aquí?
-Van pa tre año.
-¿Y tú ta ilegal?
-Sí, ta como difícil eso de casase con una argentina.
-Por ti me pararon en Migración mamañema.

«Fito’s disgust, waiting for my pretty lovely cricket»

Mi lindo y entrañable grillo me dijo a las 3
A las 2 y media ya estaba sentado en un banco
frente a su edificio por la Recoleta.

Sabés, en la Argentina tenemos cuatro generaciones perdidas
Los Mitre
Los Alzaga
Los Anchorena
Los Martínez de Hoz
dijo un señor a un niño con uniforme militar y sable.

A las 2 y 40 una mujer le dijo a un hombre
¿Por qué te enojás? Si los peluches los compro yo
el Barney en la mano de la niña lucía culpable
el Mickey Mouse se reía como lo que es.

A las 2 y 55 un hombre le dijo a otro hombre
¿Y viste lo de Fito che? El 70% de los porteños
le damos asco al boludo.

Me hubiese gustado escuchar el motivo
del asco de Fito
pero a las 2 y 59 la calle quedó muda.

***

Ella estaba ahí. Era mi reina maga, otro ejemplo de la mujer haciendo un mejor trabajo que el hombre. Ella abrió sus brazos, regalos, of course; pero no mirra, aceite y oro, ella me trajo el amor infinito, más onzas y gramos. Caminamos hacia el cementerio. En la Plaza Francia me enseñó un árbol o yuyo gigante que ella escalaba cuando era una gatica amarilla y ágil.

-Cuéntame la vaina de la enterrá viva.
-Esperate, sapo, ya llegamos a su bóveda… Rufina Cambaceres. Su historia nos aterrorizaba en la época del colegio: Rufina, la hija del escritor Eugenio Cambaceres y de la bailarina Luisa Bacichi, murió súbitamente el día que cumplió diecinueve años. La leyenda dice que la noche de su entierro despertó (porque no estaba muerta sino que andaba de parranda, tenía catalepsia). Y que al verse dentro de la bóveda volvió a morir, esta vez de verdad, de un síncope. Y mientras escuchábamos «Y rasguña las piedras», de Sui Generis, decíamos que por las noches Rufina deambula por el cementerio y juega con los gatos.
-E verdá que hay muchos gatos aquí.
-Dejame que te tome una foto.

«The irish woman’s mail»

Do you remember laying on the pull out sofa bed,
watching the rain pour outside the window,
the perfect excuse to not have to go out
nothing compares to that.
Ordering take out – chinese, pizza, indian perhaps?
Watching Mary and Max and You, the living,
and not falling asleep, maybe you were making me laugh
(don’t be impressed,
i don’t have a good memory,
i just write everything in my agenda).
Not a worry in the world except the fact that at some point i’d have to leave.
Not feeling guilty about not making it home.
Not feeling guilty about cheating on anyone.
Not feeling guilty… period.
Wasn’t life fucking grand?

by Juan Dicent

(AKA Dino Bonao) es poeta y dominicano y chiripero de corazón. Es autor de Summertime, Poeta en Animal Planet, Happy New Year to You. Vive en Nueva York y se le puede encontrar en su Blogworkorange

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