Aparte de sus valores estéticos (uso léxico, líneas dramáticas, estructura, ritmo) ¿qué motivos permitieron convertirse en éxito editorial rotundo a un libro como Cien años de soledad?
Este libro es un fenómeno literario y de ventas excepcional en una región del mundo donde se ha extendido la especie de que la gente no lee. Empezó con 1800 ejemplares vendidos la primera semana de su publicación (junio de 1967), dos millones de ejemplares se habían vendido hasta el año 2000 solo en los países del Cono Sur (Uruguay, Argentina, Chile, Paraguay) y en el resto del mundo más de treinta millones. En 2012 China Capitalista (Universidad de Pekín) empezó a pagar derechos por un primer tiraje legal de trescientos mil ejemplares.
Cien años de soledad surgió en el apogeo del boom de novelistas latinoamericanos que empezaban a ser leídos en todo el mundo. La sorpresa y el enigma que lo cubre es que el efecto se haya expandido tan rápidamente (en dos meses había llegado a México, Colombia, Chile, Uruguay, Barcelona) por el continente y que su fama se haya extendido rápidamente a otras lenguas del mundo.
El fenómeno editorial de este libro y su engranaje misterioso puede seguirse gracias al reportaje investigativo de un escritor menos conocido, pero con el mismo apellido del autor: Eligio García Márquez. El reportaje titulado Tras las claves de Melquíades (Norma 2001), además de un ejercicio a fondo de análisis comparativo entre la prosa de García Márquez y sus maestros literarios (Faulkner, Woolf, Rulfo, Sófocles, Defoe, Huxley) es un estudio de caso del fenómeno editorial en que se convirtió el libro. Su autor ha rastreado y situado hipótesis, a partir de fuentes documentales, testimoniales y literarias, luego de hacer un ejercicio comparatista de la obra capital del boom con sus fuentes primarias. Además, recupera documentos y testimonios de todos los que estuvieron implicados en armar la catapulta para enviar un ejemplar de esta novela a los pies del trono del dios de la fama. Además revisa el aparato crítico, publicitario y el “tráfico de influencias” que llevó a la obra de boca en boca y la diseminó por el continente y luego por el mundo. Los cuatro factores que señala el autor pueden ser resumidos en cuatro categorías: estado social del continente, red de contactos, público cautivo y calidad de la obra. Voy a glosarlos para intentar dilucidar qué variables son necesarias para que un éxito literario como aquel se dé, y abrir preguntas sobre si es posible que algo así se repita.
El escenario
El boom coincide a su vez con los quince minutos de buena fama de la revolución cubana. Siempre habrá que incluir como parte del fenómeno a La Habana y a la revolución de Castro porque su simpatía ideológica define la noción de “generación literaria” por encima del estigma de ventas: la revolución tuvo un poder de impacto social en todos los países de América Latina pulverizados por dictaduras de derechas, y su escenario y la defensa de esa revolución sirvió para visualizar conatos de intelectuales y llevarlos en grupo con las maletas revueltas y la bandera de la responsabilidad del escritor por todo el mundo y porque el boom dura lo que dura la simpatía de los intelectuales latinoamericanos con la revolución cubana. La primera edición de Aura de Carlos Fuentes está fechada en La Habana (Colección La Honda, Casa de las américas, 1968) y al acta de defunción del boom (la carta de los intelectuales encabezados por Vargas Llosa y Carlos Fuentes en revista Libre y en Revista Casa de las Américas con la que declaraban que una revolución no puede censurar la cultura ni subyugar a los artistas), es de 1971.
Cien años de soledad es el caso emblemático de este llamado boom y al que aspira aún la industria editorial en lengua española: ningún otro libro se editó con tantos tirajes en tan pocos meses ni fue aceptado desde el inicio como una obra importante no solo para los lectores sino para la cultura colectiva y la idiosincrasia de la región: un clásico rotundo. Una obra importante para la cultura es un clásico. Y un clásico es un libro que le concierne una generación entera, a una época y a una comunidad amplia y que sigue arrojando luces a las generaciones venideras. Sin embargo, el boom latinoamericano no sólo es un fenómeno editorial: coincide con un cambio generacional de población vieja a una juventud mayoritaria y un salto de la sociedad agraria a la burguesa, y una gran apertura de la educación universitaria y a una supremacía de la clase media. El continente, en términos sociales compartía rasgos sorprendentes: un continente de economías agrícolas, que sufrían la explotación de una potencia en común y de un centralismo enfermizo que haría crecer las urbes aceleradamente atrayendo a los jóvenes a los centros de poder. El boom coincide también con el asentamiento y consolidación de la industria editorial en lengua española. El boom coincide con el florecimiento de la protesta social y contracultural de las universidades latinoamericanas. Las características esenciales de la época son las de un continente con la mayoría de su población oscilando entre los 12 y 35 años, con una gran vitalidad, con un equilibrio tirante entre la urbanización y el mundo rural (la balanza en las siguientes décadas se inclinaría por la urbanización de las capitales), y un continente marcado por conflictos sociales seculares y deseos de comprensión de los mismos. En ese escenario surge la idea de un intelectual comprometido con los problemas de su sociedad: Llosa, Cortázar, Fuentes y García Márquez se muestran carismáticos y se cuelgan la guayabera y la pipa y la bufanda y adoptan las posturas de intelectuales públicos y comprometidos, siguiendo el modelo sartreano. Esa intención de traspasar las fronteras con la responsabilidad estética obliga a los escritores a pensarse los problemas del continente en términos supranacionales. En una entrevista, con motivo del premio Rómulo Gallegos, le preguntaron a García Márquez si la literatura compleja no abría un abismo entre la gente del común y el arte muy sofisticado. La respuesta soberbia fue: “Los escritores latinoamericanos estamos trabajando para que las clases obreras del continente puedan leer novelas complejas”. Quería decir que por entonces aún seguía en vigor la idea de que era posible revolucionar la sociedad desde el arte.
Que el fenómeno del boom empiece en La Habana, Ciudad de México y Buenos Aires, recuerda que fue justamente en esas ciudades donde fueron recibidos los editores españoles en la diáspora de la Guerra Civil (tras la censura franquista), quienes fueron los encargados de fundar las casas editoras que dos décadas después apostarían por autores latinoamericanos y harían posible el interés de los lectores del mundo por la literatura de esta región. Valga también recordar que Colombia se negó a esta posibilidad, la de tener grandes casas editoras, al cerrar sus puertos a la diáspora española. Colombia los expulsó, a los exiliados, en tiempos de Laureano Gómez, un derechista que pretendía imponer en el país una dictadura teocrática de inspiración franquista.
Dime con quién bebes
El éxito de Cien años de soledad empezó desde antes de ser publicado el 5 de junio de 1967 en Buenos Aires por la editorial Sudamericana. ¿Cómo es posible que un libro sea famoso antes de ser publicado? La fama de algo depende siempre de otro, más que del autor o del objeto de culto. La ponderación es ajena y externa y se da a manos de curadores, peritos y de autoridades en la materia. Por otro lado, lo que describe el poder en el mundo son las relaciones que alguien tiene. Con quiénes trabaja. A quién tiene de amigo (ver Facebook del hijo del presidente de la república y compararlo con los contactos propios). Las vanguardias más influyentes que ha tenido Latinoamérica (el modernismo de Rubén Darío a la cabeza) se dio con una fórmula mágica que sigue invariable hoy: escritores que son periodistas y que hacen migraciones culturales para cubrir eventos e informar de ellos en sus países, o encuentros generacionales que surgen por exilios forzosos. Estos escritores se encuentran con pares en ciudades capitales donde se llevan a cabo festivales o encuentros, y regresan a sus países a propagar lo que se está haciendo en otros lugares, en crónicas, declaraciones públicas, y a planificar nuevos eventos en los que el grupo generacional se configura y multiplica. Pasó con Rubén Darío. Pasó con Martí. Pasó con Barba Jacob. Pasó con Alfonso Reyes. Pasó con Vargas Llosa, pasó con Carlos Fuentes y pasó con García Márquez, que había llegado a México en 1961 a trabajar en la industria cinematográfica, después de un trasiego por el periodismo bogotano, una breve estancia como corresponsal en Francia, una incursión en el periodismo de modas venezolano, el periodismo político cubano y una breve estadía en Nueva York como corresponsal de la agencia Prensa Latina. En cada uno de estos viajes se dio el encuentro con personas clave del mundo de la cultura y de la literatura y del periodismo. Estos contactos adoptarían una función de multiplicadores, peritos, curadores y multiplicadores para cuando Cien años de soledad estuviese escrita en 1966. Entre esa red de contactos influyentes estaba la familia Cano, dueña de El Espectador (El Espectador publicaría un capítulo anticipado de Cien años de soledad antes de que el libro fuese lanzado), Plinio Apuleyo que lo llevó a Venezuela y luego lo contactó con los fundadores de la agencia de noticias Prensa Latina (la cercanía con los periodistas de la revolución cubana sería determinante para una simpatía que aún hoy perdura entre García Márquez y Cuba), Álvaro Mutis (alto funcionario de una petrolera con contactos establecidos en México y España) quien lo contactó con el mundo de la cinematografía y la literatura mexicana. Carlos Fuentes, con quien empezó a trabajar como guionista y quien lo situó como autor promesa frente a Luis Harss (argentino de origen, crítico, periodista y profesor norteamericano que haría el primer mapa de escritores continentales en Los Nuestros, editado por Sudamericana, y donde se incluía a García Márquez junto a Cortázar, Fuentes, Llosa, Carpentier, como los autores renovadores de la literatura en español), Sergio Galindo (por recomendación de Mutis publicó Los funerales de la mama Grande, primera obra que leyó de García Márquez la agente literaria Carmen Balcells por recomendación de Luis Harss), Cortázar y Vargas Llosa, autores de obras exitosas y ganadores de premios que les daba autoridad y tribuna y que publicaban ensayos en simultánea en los principales diarios y revistas de élite en América, España y Francia.
El factor publicitario
El factor de público cautivo es determinante para una obra que fue anunciada en los principales medios del continente como una obra absoluta, maestra, genial y obligante en las revistas de influencia social y política del continente. Meses antes de que la Editorial Sudamericana se arriesgara con 8000 ejemplares de primera edición, una tercera parte del libro había sido publicada por avances en la Revista Mito (Bogotá, un capítulo), en La cultura en México (fragmento y ensayo laudatorio de Carlos Fuentes en que la llamaba “Biblia y Quijote de américa”), en Mundo Nuevo (dirigida por Emir Rodríguez Monegal en París, con difusión en todas las capitales de América Latina, entrevista a Fuentes) en Primera Plana (Argentina, reportaje a fondo y capítulo por Ernesto Schoo y nota exegética de Vargas Llosa, premio Seix Barral donde la declaraba obra maestra y “Amadís de América”) en El Espectador (Colombia, un capítulo), en El Clarín y La Nación (principales periódicos de Argentina, donde se reseñaba al autor en antologías de cuento y crítica junto a los principales nombres de la literatura del siglo). Publicaciones todas firmadas por autoridades y dirigidas tanto a intelectuales y periódicos de cobertura nacional y continental.
Todos los periódicos, a través de esa red de amigos que lo comunicaban a otros amigos, proclamaban la grandeza de una obra que acababan de leer en borradores o por fragmentos. Esta anticipación colectiva, y el tema del libro que era propugnado como un espejo en que todos los latinoamericanos podían ver reflejada la historia y paradoja de sus propios países, provocaron un ambiente propicio a la publicación que exaltó la curiosidad de tantos e hizo desaparecer la primera edición (8000 ejemplares) en 20 días, situó el libro en el ranking de los más vendidos en los periódicos y provocó la petición de ejemplares en librerías fuera de Argentina.
La distribución de Sudamericana también fue ejemplar: el sistema de ventas en Quiosco (casetas en las que se vendían cigarrillos, dulces, periódicos y libros, de las que en Buenos Aires había más de cien, a razón de 3 por cuadra), además de la entrega en 1972 del premio Rómulo Gallegos (el presidente del jurado era el primer ganador del galardón, Vargas Llosa), la traducción inmediata a lenguas con grandes audiencias lectoras (francés, inglés), mantuvo un público cautivo, ávido, subyugado e inquietado por tal despliegue.
Vale aclarar que ese despliegue mediático no fue premeditado, sino una red de coincidencias detonadas por la vida, por la época y sobre todo por calidad de la obra.
Efecto dominó
Todas las variables armonizaron: tenemos a una sociedad ávida de entender sus destinos sociales, a unos escritores que propugnan la autodeterminación y la emancipación cultural de América en tribunas públicas, un García Márquez ejemplar que se arruina en México mientras escribe una obra de día y en la noche acude a fiestas y francachelas con la élite cultural mexicana (la misma que más adelante provocará la algazara de anticipación antes de ser publicada.) Tenemos la variable de los críticos extranjeros, que sigue aún vigente porque las obras nunca serían ponderadas de la misma forma por los connacionales de un autor hasta cuando un crítico extranjero les descubre una miopía, fieles al precepto de que sólo es importante lo que es reconocido afuera: los críticos como Luis Harss y Monegal y Ángel Rama son aquí fundamentales para proclamar cánones, inventarse vanguardias y asentar las bases de una tradición. Tenemos el surgimiento del agente literario como regulador y promotor entre editores y escritores y de las fronteras explotables de la edición: barreras de lengua, de términos de contratos, de derechos por tiraje y por idioma surgen con Carmen Balcells. Tenemos el poder de la prensa y de los medios escritos que se elevaría, justo por los años 60s, casi al mismo nivel del poder político y militar entre la opinión pública: la prensa capaz hacerle pasar la renuncia a un presidente de Estados Unidos, sería capaz de prestigiar o pulverizar cualquier fama y prestigio. Y tenemos esa larga cadena de editores de oficio que hicieron de la edición en América en el siglo XX un milagro: Antonio López (fundador Sudamericana) Francisco Porrúa (Editor Sudamericana), Victoria Ocampo (Fundadora Sur) Carlos Barral (editor y fundador de Seix Barral), Daniel Divinsky (fundador editor Ediciones de la flor), Mario Muchnik (Muchnik editores), Espresate, Rojo y Azorín (cofundadores de ediciones ERA), Alberto Aguirre (Fundador Aguirre Editor, Colombia), Juan José Arreola (Escritor y editor, fundador de Los presentes, embrión del Fondo de Cultura Económica), Sergio Galindo (fundador Editorial Universidad Veracruzana), Gonzalo Losada, Pedro Henríquez Ureña (Fundadores de Editorial Losada), Ángel Rama (fundador de Biblioteca Ayacucho) Arnaldo Orfila (Fundador Editorial Siglo XXI), Simon Alberto Consalvi y Benito Milla (cofundadores de Monte Ávila Editores), ávidos lectores que aún cumplían la función de rastrear talentos, leer las obras, acompañar la fijación de los textos y procurar que llegaran al mayor número de la población a precios coherentes con la sociedad a la que se pretendía impactar.
Para el caso de Cien años de soledad otra flauta habría sonado si hubiera sido publicada por una editorial distinta a la orientada por Francisco Porrúa. Sudamericana tenía por la época un plan editorial que incluía la edición de un libro diario en tirajes de bolsillo, al alcance del asalariado argentino (Cien años de soledad costó 650 pesos argentinos, 15 pesos colombianos, 2 dólares época, que son 12 dólares de hoy). Un libro valía entonces lo que cinco periódicos (hoy un libro de Alfaguara en Colombia vale lo que doce periódicos dominicales) y entre el ranking de más vendidos podía contarse La bastarda de Violet Leduc, Bestiario de Cortázar, Las Cosmicómicas de Calvino, El retorno de los brujos de Bergier-Pauwels, Sobre héroes y tumbas de Sábato y Cien años de soledad. Hoy la lista de los más vendidos en Colombia tiene la biografía de un político, uno de Pablo Cohelo, cuatro mil páginas de vírgenes vampíricas, mil ochocientas de escenas eróticas y el libro de adultos de la escribidora de Harry Potter.
El truco de Cien años de soledad, para sintetizar, fue el siguiente: a la estrategia de distribución y publicidad de Suramericana (en quioscos populares y con costo accesible), hay que sumar las conexiones de autor y el hecho de ser comentado y advertido en medios influyentes de países distintos que lo catalogaron como obra maestra irrefutable, y la eminente calidad de la obra. Como motores concretos hay que destacar a los críticos, a los amigos influyentes, a la agente literaria y a la rápida traducción. En resumen, a García Márquez le ayudó tanto la inclusión de su nombre entre autores pares de Latinoamérica (la antología que organiza el mapa de la literatura en español, Los Nuestros, de Luis Harss), como la naturaleza familiar y fundacional del texto, como el sistema de referencias personales (por recomendación de Fuentes, Luis Harss jamás lo habría incluido para una antología de escritores latinoamericanos cuyas características es que tenían notables exploraciones formales en sus obras y que estaban empeñados en hacer novelas que fueran retratos absolutos de sus países; novelas que recogieran toda la complejidad, y toda la riqueza cultural de su sociedades; novelas como las de William Faulkner y Virginia Woolf, pero también como Pedro Páramo, Macunaíma, Gran Serton Veredas, Adán Buenos Aires o Memorias póstumas de Blas Cubas que empezaron a ser reivindicadas por los autores del boom). También le ayudó a dar el salto a los primeros reglones de ventas la buena recepción crítica y la gestión de una agencia literaria (a través de Luis Harss, Carmen Balcells se interesará por conseguir la obra de García Márquez para completar su imperio de derechos de autor y consolidarlo) casi tanto como el empuje de los espaldarazos públicos (antes de que saliera a la venta Cien años de soledad Carlos Fuentes publicaría esos dos elogios en medios de cobertura continental y Cortázar haría lo mismo tras leer un capítulo y la crítica de Fuentes, acaso empujado por el entusiasmo del primero y Vargas Llosa, joven aún, pero coronado con dos premios internacionales consecutivos, Seix Barral y Rómulo Gallegos haría lo propio en los medios a su alcance y más adelante le dedicaría su tesis doctoral en la Complutense de Madrid y un voto para premiarla en el Rómulo Gallegos en 1972). Hay que destacar el papel de Ángel Rama como crítico en la academia norteamericana, y las traducciones gestionadas por Carmen Balcells que llevaron la obra a ser éxito en Estados Unidos (Columbia University le otorga un doctorado honoris causa a García Márquez, al cual no puede asistir porque le niegan la Visa). Hay que añadir cada uno de los eventos posteriores que lograron un consenso ante la calidad de la obra y el eco de los actos políticos con la figura del autor que se canalizó en ventas: la defensa férrea de la revolución cubana a dos voces, con Cortázar, aun cuando Fuentes y Vargas Llosa se bajaban de la barca, o la ruptura convertida en puesta en escena por Vargas Llosa al darle un puñetazo en el Palacio de Bellas Artes de México, la fundación de la revista radical Alternativa en los tiempos del esplendor guerrillero y de la agitación profesional en Colombia, la defensa de los presos políticos, su trabajo constante en el periodismo, las investigaciones adelantadas por un ejército de especialistas internacionales, los epígonos que quisieron repetir el fenómeno imitando su estilo y el Premio Nobel de literatura 1982.
De modo que la edición de un clásico moderno y un larga duración de ventas surge con Cien años de soledad como un aparato mediático trasnacional nunca antes aplicado a la obra de un autor latinoamericano. Cien años de soledad revoluciona la forma de promocionar y vender libros. La aparición de los agentes editoriales que deciden la editorial territorialidad y las traducciones y el tiempo de concesión de derechos, nace con Carmen Balcells cuyo poder deriva del éxito inicial de obras como esa. Dijo García Márquez en otra entrevista concedida a Plinio Apuleyo Mendoza que antes de Carmen Balcells los escritores firmaban contratos de concesión de derechos para la eternidad. La visión de una edición supranacional, ideologizada, industrializada, obliga también a Sudamericana a implementar una distribución organizada: las casetas (quioscos) usadas de punto de venta y aproximación a las clases populares que no necesariamente son lectoras de tiempo completo surte efecto al descentralizar los libros de las librerías. El tiempo del boom es el tiempo de los periódicos combativos, de las universidades enardecidas, del sueño socialista, de los tirajes masivos: en solo el centro de Buenos Aires hay un centenar de quioscos. El solo surtido de los mismos hace desaparecer la primera edición de Cien años de soledad. Recordaba Tomás Eloy Martínez que empezó a creer de veras que esa novela estaba en la pirámide de los más vendidos cuando vio el libro metido en un canasto de mercado, entre las verduras y los tomates de un ama de casa. Cien años de soledad es así el paradigma de la edición en español, el libro que todos hubieran querido descubrir y editar, el libro que infla la ambición de generaciones de escritores venideros, el libro que debió pesar a Carlos Barral por no haber leído cuando fue propuesto a Seix Barral, la prueba de que la literatura servía para ganarse la vida e influir en la sociedad. Es, en últimas, el libro que tantos soñarían escribir, en un gremio con más ambición que disciplina: un libro aceptado por unanimidad como obra maestra.
¿Es posible que el boom se repita?
Siempre es posible que todo se repita, hasta la vida. Se requeriría una crisis colectiva, una revitalización de la lectura (¿a causa de internet?) y un reconocimiento de la literatura entre países que hablan la misma lengua y comparten tragedias y destinos parecidos. Pero la pregunta es: ¿debemos esperar algo de los mercaderes de la literatura o de los autores de la literatura? ¿Para qué un nuevo boom mientras la aspiración sea la emisión masiva de libros y el nivel de ventas antes que el sentido profundo de una literatura relacionada con el espíritu de las sociedades, con sus tragedias y su memoria y con la altura del idioma?
Hoy, cuando el poder de la prensa se ha envilecido por la pobreza de las redacciones y por la pérdida de hegemonía de los medios tradicionales (a la par de la ausencia de la cultura en la prensa informativa), la edición y la literatura no cuenta con sus viejos aliados. Pese a que Latinoamérica tiene hoy con una mayoría de población rejuvenecida y se ha acelerado la proliferación de la vida urbana, hoy los conflictos sociales siguen siendo los mismos, pero multiplicados por trescientos cincuenta millones de hablantes y la sociedad ya no clama por revolución sino por revaluación. La realidad nos dice que el papel crítico de los escritores comprometidos se ha fosilizado en esa defensa del liberalismo bancario en que lo convirtió Vargas Llosa (secundado por Fuentes antes de morir), pero que a las generaciones de escritores actuales no les interesa tomar como bandera ninguna postura política, ni una dimensión humanística ni una corriente filosófica; que la influencia real de los intelectuales se reduce al candidato por el que la gente debe o no debe votar, que el último gran intelectual capaz de interpretar toda la complejidad de la sociedad y sintetizarla en los párrafos de un ensayo murió con Monsiváis. Basta leer lo que se edita y se premia y se difunde hoy como grandes obras de promesas literarias para comprobar que la edición se convirtió en una nueva búsqueda de El Dorado y que en ese camino un éxito editorial (eso creen los mercaderes de la cultura) lo mismo puede provocarse apuntando baterías y editando lo que exalta a la sociedad: el Fútbol (durante los mundiales), las conspiraciones políticas (durante las elecciones), las drogas (persecución y submundo de consumos, durante las coyunturas violentas) o tendencias de género que provienen de éxitos en otras lenguas (sagas vampíricas, sagas eróticas, thrillers de toda clase).
La aspiración legítima de los editores y de los escritores es desear que se repita un momento de esplendor del arte, y no la cadena de dividendos económicos que provoca un conjunto de libros en tiradas masivas. Pero hay problemas de fondo que se oponen a la repetición de cualquiera de las dos caras del boom cultural y del boom comercial hoy: el abismo que media entre lectura y educación, y la frontera invisible entre cultura y diversión. La especulación bursátil volvió a la edición una parte ínfima de grandes conglomerados empresariales que acaparan todos los sellos y que sacrifican la calidad literaria por las perspectivas de ventas. A causa de la pauperización de la literatura (a manos de shows culturales y escritores de cuarta pasados como grandes intelectuales cuando solo son impostores que acuden a festivales de vedettes a posar de liberales y ventilar las curadurías de los próximos premios, y premiar a sus amigos), parece que lo único que retomaron las generaciones actuales del boom fue la herencia mafiosa. La pregunta sobre la posibilidad de otro boom, imaginado como el retorno de una época de oro de la literatura latinoamericana, debería cuestionar antes si es posible reunir de nuevo una generación de escritores con oficio constante y visión crítica, con exploraciones formales que renueven la visión de la vida, la estética literaria y el pensamiento; autores que se arriesguen a señalar los lastres de la sociedad en que viven y a develar las categorías e ideas que conciernen a esta época.
Fuentes:
Tras las claves de Melquíades, Eligio García Márquez, Norma 2001
El boom en perspectiva, Angel Rama
Otras Fuentes en línea:
Editorial Era, historia
Video: Boom de la literatura latinoamericana
Primera edición legal de Cien años de soledad en China
Artículos relacionados:
Top de los más vendidos de todos los tiempos
Entrevista a Daniel Divinsky, Ediciones de la flor
La historia de Monte Ávila Editores en Argentina
Los presentes, ediciones de Juan Jose Arreola
Siglo XXI y las editoriales de izquierda
Mario Muchnik sobre el oficio de editar:
Obituario de Alberto Aguirre (Aguirre editor), por Héctor Abad Faciolince
Entrevista a Alberto Aguirre
Editorial Sudamericana, entrevista a Gloria Rodrigué, hija del fundador
Emecé, entrevista a Bel del Carril, hijo de Bonifacio del Carril, editor primera generación de la editorial
Losada
Entrevista a Jorge Laforgue, editor
es blogger y cronista independiente. Es autor de La balada de los bandoleros baladíes (2011) y miembro del consejo editorial de esta piara. Escribe semanalmente en Una hoguera para que arda Goya.
Ahora mismo el fenómeno se repite con libros que son un tostón sin paliativos. Ahí están las sombras de Grey, arrasándolo todo. Desde luego está a distancia cósmica de Cien años, no solo por su influencia, también por la forma en la que se trabaja en las agencias al autor. Los estallidos son ahora como los virus del resfriado: breves y volátiles, pasada la época de contagio nadie se acuerda ellos.
[…] HermanoCerdo. […]
Parece mentira que un libro de un argumento tan enrevesado llegara a ser popular. Pero la prosa es muy buena, parece que te transporta.
No es casualidad, aparte la gran industria que rodeó a este libro, que el mismo tuviera éxito, pues en su estructura y redacción es un clásico.
Pero es tan realista mágico que resulta no muy popular, no muy verdadero lo que cuenta y aun así, gustó. Quizás consiguió vestir lo fantástico de real tan bien que triunfó y además el libro era barato.
[…] Un análisis del éxito de Cien Años de Soledad https://hermano-cerdo.com/2012/10/cien-anos-de-soledad-%C2%BFcomo-ocurrio-el-boom/ […]
[…] la coyuntura, un ensayo de Stanislaus Bhor (como siempre muy aclarador) sobre la historia de la publicación de Cien años de soledad que […]