Azares e (in)oportunidades

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La servil intensidad de la vida contemporánea, su febril abyección nos obliga a que, en ocasiones, hayamos de optar por una ingenua ligereza. Así, como una bienaventura fresca, dulce y atemperada se nos presentan libritos fáciles, suaves y graciosos que nos sirven de contrapunto; de oasis.

Uno de estos libros que vino a mí a solucionarme la amargura de una aciaga madrugada de la pasada semana fue Los domingos de un burgués en París (Periférica, 2014), de Guy de Maupassant. Se trata de una suerte de estampas ocurrentes o viñetas cómicas (diez en total) y que fueron publicadas originalmente en 1880 (cuando Maupassant tenía treinta años, justo después de haber publicado «Bola de sebo», gracias a Zola) en Le Gaulois, y de manera seriada. El protagonista de todas ellas es el señor Patissot, de cincuenta y dos años, funcionario del ministerio, orgulloso poseedor de una «simiesca facultad de imitación» (vaya, de cambiarse de chaqueta según le resulte oportuno). Un hombre sedentario, amante del descanso y la vida tranquila y que pasaba los domingos «generalmente leyendo novelas de aventuras y pautando meticulosamente falsillas que luego ofrecía a sus colegas».

Hasta que sufre una tarde un desvanecimiento y el médico le prescribe una receta en la que le advierte del riesgo que tiene de sufrir una congestión pulmonar y le recomienda: «lociones de agua fría, alimentación moderada, mucho ejercicio».

Y a Patissot se le ocurre una idea, sufre una revelación: «visitar a pie, cada domingo, los alrededores de París, e incluso algunas partes de la capital que no conocía». Su primera salida es a Saint-Cloud, donde experimenta por primera vez:

«el encanto de los amores poéticos, la dulzura de abandonarse a ellos y la complicidad de la naturaleza que acompaña a nuestras emociones».

Todo ello dicho no sin cierta sorna, pues a las supuestas sofisticaciones del espíritu del personaje protagonista, opone Maupassant su inmodestia, torpeza y banalidad.  Y es ahí donde el relato encuentra su fuerza burlesca: en la oposición narrativa de los modales rebeldes (y abiertamente descorteses) de los personajes con los que se encuentra el funcionario ministerial (y en la incapacidad del señor Patissot para resolver las diferentes afrentas a las que se ve sometido por capricho de los azares).

No se olvide que la obra se nos presenta tal que una crítica vitriólica y cruel de los ideales burgueses. En especial a la idea del dinero como sustituto de los lazos comunitarios y orgánicos, a esa otra falsa idea de la autonomía del individuo, pero, también, al insidioso egoísmo  individualista.

Nos dice en un momento el narrador:

«El señor Patissot supuso que, con dinero de por medio, toda conciencia puede comprarse […] [su] propuesta fue aceptada de inmediato».

En este sentido, Maupassant  ridiculiza la idea del economista francés del s. VII Antoine de Montchrétien, quien decía que la dicha de los hombres consiste, por encima de todo, en la riqueza. Todas las relaciones que tiene Patissot en su afán por excursionear en el campo están mediatizadas por el dinero y, por causa de este, queda Patissot siempre ridiculizado (pues, de una u otra manera, le «sablean»). También le sirven a Maupassant estas viñetas socarronas para  evidenciar la falta de imaginación y la carestía de ideas originales de los burgueses, su acomodamiento y mediocridad. A ello opone la genialidad de los artistas. Así, a cuenta de una visita que Patissot hace a Zola (y lo que se puede ver como una agradecimiento encubierto, a la par que un elogio subrepticio del propio Maupassant), se nos dice que este invierte su dinero en una fantasía, mientras que los burgueses ordinarios «se privan de cualquier fantasía para amasar dinero».

Un segundo tema importante del libro son las mujeres, o mejor dicho, la misoginia. Todas las mujeres aquí aparecen como proto-ladronas, malvadas interesadas e indomeñables o directamente se nos presentan en tanto que histéricas arrebatadas. Hacia el final del libro un personaje (del cual se hace amigo Patissot) lo expresa así:

«Reclamar para la mujer derechos civiles iguales a los de los hombres equivale a reclamar el fin de su poder. El aspecto exterior de la mujer es suficiente para darse cuenta de que no está destinada ni a los duros trabajos físicos ni a los prolongados esfuerzos intelectuales. Su papel es otro […] llevar la poesía a la vida».

Por último cabe mencionar un asunto que trata el libro de Maupassant y que está de actualidad en España: el debate Monarquía vs. República.

En definitiva, un libro ligero que toca asuntos importantes de relevancia moral.  Un libro que se lee pensando en divertirse y con el que se divierte uno pensando, como sin querer.

by J.S. de Montfort

es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.

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