Estudiar latín

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Mercedes Álvarez / © Cristian Bonaudi

Mercedes Álvarez nació en Tandil, provincia de Buenos Aires, en 1979. Vivió en Mar del Plata hasta los diecinueve años. Entre 1998 y 2006 residió en España, donde se licenció en Sociología por la Universidad Pública de Navarra. Realizó un máster en Gestión Cultural. Publicó los libros Vecinos (Baile del Sol, España, 2010), Historia de un ladrón (Caballo de Troya, España, 2010) e Imitación de los pájaros (Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2013). Recientemente ganó el premio Edmundo Valadés de cuento latinoamericano con el relato Grow a lover.

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J.S. de Montfort: Mercedes, me gustaría que me explicases un poco cómo fue la gestación de Vecinos (Baile del Sol, 2010), tu primer libro de relatos. Cuándo comenzaste a escribirlo, de qué modo lo organizaste, si previste algún tipo de esquema, las dificultades que se te plantearon, etc

Mercedes Álvarez: Vecinos se fue gestando a lo largo de muchos años. Algunos de los cuentos de Vecinos son cuentos que escribí muy joven; es el caso de «Conversación», por ejemplo, que creo fue mi primer cuento decente, luego de muchos intentos fallidos, a los 18 años. Es un primer libro, irregular, y yo diría fallido incluso, porque es una reunión de cuentos a los que si bien se les reconoce un aire de familia, están gestados en diferentes momentos de mi etapa de formación. En algunos de ellos, sin embargo, asoma una voz más propia y original, como en «Pájaros» o «El río», o en «Vecinos», el cuento que da título al libro. Este libro tardó años en completarse. Es una selección de los muchos cuentos e intentos de cuentos que escribí desde el año 1998 hasta el 2007 aproximadamente, pero pude publicarlo recién en 2010. Vecinos me enseñó, sin embargo, la disciplina del oficio del narrador.

JSdeM: ¿En qué momento fue escrito Historia de un ladrón, antes o durante la escritura de Vecinos? ¿Ya tenías la idea para una novela o fue una extensión de una idea para un relato corto y que acabó desbordándote?

MA: Historia de un ladrón es una desviación de un cuento que inicialmente se llamó «El sur», y que hablaba de un padre y un hijo en viaje por la Patagonia. Pronto resultó claro, sin embargo, que «El Sur» sería más que un cuento. Por varios años quedé atrapada en esta historia, fascinada por ella. Y se fue gestando una escritura fragmentaria, que en un principio tenía muchas más páginas que decidí suprimir a la hora de enviarlo a Caballo de Troya. Más tarde vi las películas de Tarkovski, vi Stalker, y entendí que lo que yo estaba haciendo ahí era una defensa de lo vulnerable en los hombres. Ahora creo que, encubiertamente, Historia de un ladrón es también un ensayo sobre el amor, qué es el amor y por qué decidimos amar.

JSdeM: ¿Cuándo y de qué manera se produce tu salto a la poesía?

MA: Siempre había leído poesía, pero no era una gran lectora de poesía. Siempre sentí mucha admiración por Pessoa, por ejemplo. O había leído a Pizarnik insistentemente en mi adolescencia, a Idea Vilariño; también a Ashbery, a Vallejo… en fin, quiero decir que había leído a los consagrados o los clásicos. Y jamás se me hubiera ocurrido escribir un poema. Un día me subí al autobús de línea para ir a algún lugar, y escribí un poema. Fue compulsivo. Salió de la nada. Durante meses escribí un poema por día. Y cuando tuve alrededor de 50, los deseché, porque empecé a entender cómo era el mecanismo de creación de un poema. Empecé de nuevo, y de allí comenzó a salir lo que sería Imitación de los pájaros [1. «Las lecciones de los pájaros», J.S. de Montfort,  FronteraD, 14-Agosto-2014].

JSdeM: Creo que ahora escribes casi exclusivamente poesía, ¿trabajas en algún nuevo libro, tienes algo ya entre manos? Y cuéntame qué poetas te gustan.

MA: Sí, ahora casi no puedo hacer otra cosa, aparte de esporádicos ensayos breves que se publican a veces en revistas. Estoy tomada por la poesía, y el poema es tirano. Tengo ya un nuevo libro armado, organizado bajo una estructura similar a Imitación de los pájaros, y sigo escribiendo. Pongo los poemas sin orden en una carpeta; siempre los subo a mi Facebook porque muchos me piden que lo haga. Creo que la poesía tiene esa capacidad de impactar rápidamente en las personas y ayudarlas, tal vez, a terminar mejor su día. Son pequeños destellos, operaciones de rescate, diría mi amigo Jorge Chiesa, también poeta. Me gustan muchos poetas; los que mencionaba antes me siguen acompañando, y también: José Watanabe, Blanca Varela, Tomás Segovia… En Argentina hay una gran tradición. Me gustan mucho dos poetas, Susana Cabuchi, y también, Susana Thénon, por citar a alguien del mundo de los vivos, y a alguien del mundo de los muertos, aunque la poesía está siempre viva. Y luego hay poetas que en principio no serían calificados de poetas, pero que lo son, como Edmond Jabès.

JSdeM: El año pasado ganaste un premio en México con el relato «Grow a lover». Se trataba del XLII Concurso Latinoamericano de cuento Edmundo Valadés. Cómo fue que surgió este relato. De qué modo te planteaste su escritura. ¿Forma parte de algún libro o surgió de una manera aislada?

MA: Surgió porque una amiga, Isabel Cadenas, por cierto poeta, me regaló un muñequito de esos que crecen con el agua, llamado Grow a lover, y el chiste era que aumentaba en un 600% su tamaño. El muñeco tenía un slip, como Ken el novio de Barbie, y pensé, habría que dejarlo en la bañera, a ver si crece, cómo sería levantarse y encontrarse a un hombre de goma blanca tomando café en mi mesa, un amante diseñado, pero sin pene. Me pareció divertido. Después dejó de serlo. El cuento empezó a crecer y crecer dentro de mío, sobre todo tenía el tono… el tono me obsesionaba, y un día me senté y lo escribí en seis horas. Luego hubo, claro, muchas instancias de corrección, y empecé a escribir otros cuentos con el mismo tono, pero el resultado no fue tan bueno. «Grow a lover» fue una inspiración, un chispazo de “genialidad”, si se me permite el término.

JSdeM: La impresión que tengo es que el salto a la poesía ha producido en tu obra una nueva aproximación, menos emocional, más discursiva que aristotélica, digamos. Percibo que se sigue manteniendo una cierta esencialidad (en un sentido arquetípico), pero la fuerza poética es más de índole filosófica, por decirlo así. Me gustaría saber de qué modo lo ves tú.

MA: Desde hace dos años estudio latín. Primero tomé clases particulares y luego el mismo profesor, Antonio Tursi, un gran maestro, comenzó a dar clases en la UBA y allí fui. Es latín orientado al estudio de la filosofía clásica y medieval, así que inevitablemente mis lecturas pasaron por allí: Séneca, Lucrecio, el año pasado; este año Agustín, Boecio… y esto ocurrió al mismo tiempo que mi madre tuvo un accidente bastante grave, en el que perdió un ojo (lo cuenta el poema que cierra Imitación de los pájaros). Creo reconocer influencias claras, entonces. Y, por otro lado, la poesía es una respuesta allí donde la filosofía, el psicoanálisis y otros saberes no pueden dar respuesta. No sé qué hubiera sido de mí, el año pasado, sin escribir poesía.

JSdeM: Me produce curiosidad saber si alguna vez pasaste por algún taller de escritura o tu formación se produjo de manera autodidacta. ¿Me podrías contar un poco más sobre cuándo comenzaste a escribir y de qué modo fueron evolucionando tus tentativas literarias (si tuviste algún mentor o maestro, algún grupo de apoyo o de amigos también escritores, etc)?

MA: De los 17 a los 19 años hice un taller con Daniel Boggio, el único maestro decente que tenía Mar del Plata, la ciudad donde yo vivía. Éramos un grupo reducido de personas, y nos juntábamos una vez por semana a discutir los textos, y a veces a leer textos de autores que Boggio llevaba. Luego nunca más participé de un taller (sí pasé dos meses por un taller en la Universidad con un extraordinario lector que luego fue mi amigo, Miguel Leache. Él fue quien ilustró Historia de un ladrón). Fue un momento decisivo; Boggio era implacable y criticaba los textos sin piedad. Pero también fue decisivo que en esos años leí sin parar, todo lo que pude. Me obligaba a leer aunque el libro no me gustara o no lo comprendiera del todo, y seguí leyendo, y leyendo. La lectura es la gran escuela del escritor, pero sin la valentía de seguir un camino original, tampoco se puede hacer nada. Hoy tengo algunos amigos a los que recurro para opiniones a veces, pero en el fondo, uno siempre sabe cuándo lo que ha hecho es bueno o malo.

JsdeM: Hablamos ya aquí en HC de una antología que preparaste para el Círculo de Poesía, «Mundos paralelos», ¿podrías contarnos un poco cómo surge y si tienes interés en el futuro de volver a realizar este tipo de curadurías?

MA: Hice esa curaduría a pedido de Alí Calderón. No eran cuentos inéditos, y resultó interesante. Hice algo en esa línea hace poco: un libro que se llama Ficciones súbitas y que acaba de ser publicado en Argentina. Son textos inéditos, una especie de colección de falsas necrológicas de personas vivas en muchos formatos. Fue un trabajo muy interesante, pero implica demasiado esfuerzo y energía. Creo que no volveré a hacerlo por un tiempo largo, si bien aprendí muchísimo sobre gestión y edición, y es muy interesante ver cómo se conforma un libro creado ad hoc, me parece que es una experiencia agotadora. El estudio del latín demanda mucho tiempo.

JSdeM: Por último, cuéntame qué autores te gustan actualmente, qué andas leyendo.

MA: Sigo con mis lecturas clásicas. Cicerón en este caso, y Edmond Jabès, su Libro de las preguntas al que no creo pueda abandonar tan fácilmente porque es como un libro infinito. Y también: El satiricón de Petronio. Roma es una gran escuela. Me fascinó descubrir el año pasado a Muriel Spark, creo que ella fue también inspiración para «Grow a lover». Si hoy me preguntaran qué tipo de narrativa querría hacer yo, sin dudas hoy diría algo como lo que hace Spark. Tengo por ella una grandísima admiración. Es de esos autores a los que les das cuatro palillos y te construyen con ellos un Titanic, pero hacen que te subas a tercera clase con la gente normal y corriente y pases uno de los mejores momentos de tu vida rodeado de pequeñas intrigas cotidianas.

 

by J.S. de Montfort

es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.

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