Bajo el signo de Saturno: Johnny Tapia

Johnny_Tapia

1.

El pasado es inevitable. -Delmore Schwartz

2.

Miren, ahí está, en una borrosa imagen, atrapado por un instante entre la corriente del tiempo. ¿Es ESPN o USA? ¿Es 1989 o 1990? Algunos entre la multitud llevan mullets, gigantescas gafas, incluso amplios y coloridos pants de deporte. La imagen se ve rayada y granulosa, como una película muda o algo visto en un quinestoscopio, y sin embargo aún es posible ver el tatuaje de Cristo sobre su pecho. Años más tarde su cuerpo lo cubrirá una maraña de tinta, pero por el momento esta escueta imagen —atrapada en una piel tan blanca como alabastro— se vuelve más sorprendente por su soledad de dos décadas atrás. Manos veloces, pies rápidos, una cabeza llena de pelo, una nariz todavía no torcida por los rigores de su profesión. Un corazón anudado detrás de un corazón con espinas. Aún es hermoso. Cetrino, sí, por las horas en el gimnasio y una vida bajo Saturno. Lo llamaban: The Baby-Faced Assassin. Miren cómo se mueve para acabar con su oponente. ¿La Ciudad del Pecado o Albuquerque? ¿Pueden recordarlo? Acérquense a la imagen parpadeante, ahora teñida en sepia, los píxeles blanqueados por los años. Jamás volverán a ver a este hombre.

3.

Lo que Johnny Tapia consiguió en el ring es casi tan sorprendente como el hecho de que haya vivido tanto como vivió. Porque la verdad es que Tapia ya no era el mismo cuando venció a Henry Martínez en 1994 para ganar su primer título. Desde finales de 1990 hasta principios de 1994 Tapia estuvo ausente del boxeo por razones de fuerza mayor. No se trataba de un alejamiento a lo Alí —conferencias en las universidades y ratos pasados en la mezquitas—; tampoco se trataba de una ausencia a lo Mike Tyson, tres metros cuadrados al día en el Indiana Youth Center. No, después que Johnny Tapia perdiera su licencia en 1991 por fallar un test antidopaje, fueron años de heroína, cocaína, metanfetaminas, vagabundeo, fumaderos de marihuana de Albuquerque, disparos, alcantarillas y pesar. Poco a poco Tapia se minó a sí mismo. “No tenía un dólar en el bolsillo y no sabía dónde me encontraba”, dijo Tapia al Santa Fe New Mexican acerca de su temporada en el infierno. “No tenía ningún lugar a dónde ir, nada que comer.” Una década antes, otro peso gallo —Frankie Duarte— emergió de la pesadilla barriesca hacia delirantes multitudes en el Forum de Inglewood. Cuando peleaba el ring se llenaba de monedas. Pero Duarte nunca ganó un título mundial. Había vivido muchas horas tristes y demasiados ayeres. Igual que Johnny Tapia. Pero Tapia estaba hecho para ello, si es que saben lo que “ello” puede significar.

4.

Johnny se había estado matando a sí mismo —una y otra vez, aquí y allá, ahora y después— durante años. Adicto a las drogas, a las peleas, a los torrentes de adrenalina y, finalmente, a las experiencias cercanas con la muerte, Tapia era un yonqui en una manera en que la mayoría de los yonquis no llegan a serlo. Como un Ave Fénix se elevó de las cenizas más veces de las que cualquiera puede tener derecho a hacerlo. Finalmente lo logró. O la muerte lo hizo. Entre sus combates con una tumba que le guiñaba, Tapia vivió dentro del ring. Digan si así lo quieren que su sórdida vida fue un desperdicio; pero para algunos de nosotros, quizá, fue una bendición.

5.

El sadismo, lo admita uno o no, es una parte esencial del boxeo. Lo mismo el masoquismo. Johnny Tapia recibió más golpes de los necesarios, quizá para escuchar el rugido de la multitud, quizá por razones más oscuras. Durante las peleas solía limpiarse la cara y lamer la sangre de sus guantes.

6.

“Golpizas. A veces es lo único que hay. Así es como era. Recibí golpizas constantes. La mitad de las golpizas que recibí eran para alguien más. Había golpizas para todos pero especialmente para mí. Tantas golpizas que me acostumbré a ellas. Atraía las golpizas como un magneto y sólo me hicieron más fuerte. Y a veces, para decir la verdad, era la única manera en que no sentía dolor. El dolor de estar solo. El dolor de no tener a mi madre.”

7.

A Tapia se le diagnostica como bipolar. Sufre de Déficit de Atención. Es depresivo, suicida. La disfunción es su Dios. Su madre es brutalmente asesinada cuando él tiene apenas ocho años de edad. Y a esa edad es abusado sin clemencia. Su padre, a quien Tapia no vio sino hasta 2010, es encerrado en prisión. Como Jake LaMotta, cuyo padre lo obligaba pelear de niño, a Tapia lo obligaban a pelear contra otros niños de su barrio sólo para diversión de los adultos. En la década de 1980 Albuquerque es una ciudad sitiada. Los agentes federales llegan a la ciudad para combatir una epidemia de drogas que deja la morgue de Duke City saturada de cadáveres grises.

8.

Tenía diez años cuando te enterraron.
A los veinte intenté suicidarme y volver, volver, volver a ti.
Creía que incluso los huesos lo harían.

-Sylvia Plath 1. 11

9.

John Lee Tapia nació el 13 de febrero de 1967. Le gustaba decir que había nacido un viernes 13, pero las licencias poéticas son innecesarias cuando se trata de una vida llena de tragedias.

10.

Octubre, 1991: Licencia revocada tras fallar una tercera prueba antidoping. Abril, 1992: Cargos por amenazar a un testigo de un juicio de homicidio. Febrero, 1993: Arresto por conducir bajo los efectos del alcohol. Mediados de 1993: Sobredosis en la noche de su boda y posteriormente declarado clínicamente muerto. Julio, 1994: Cargos por intentar vender drogas a un policía. Octubre, 1995: Cargos por posesión de armas. Agosto, 1996: La policía arresta a rijosos durante su pelea contra Hugo Soto. Marzo, 1997: Cargos por posesión de armas en California. Junio, 2000: Disparos durante una trifulca de tráfico. Julio, 2000: Hospitalizado por depresión. Agosto, 2000: Cargos por asalto. Enero, 2003: Cargos por drogas. Diciembre, 2003: Una sobredosis lo manda al hospital donde vive con respiración artificial. Marzo, 2007: Una sobredosis lo deja en coma. Febrero, 2009: Arresto por cargos de droga. Abril, 2009: Entra al Central New Mexico Correction Facility para purgar su condena. Abril, 2010: De regreso en la cárcel por cargos de droga. Diciembre, 2010: Se declara en bancarrota. Enero, 2012: Arrestado tras chocar su camioneta; manejaba bajo los efectos del alcohol. 27 de mayo de 2012: Muerto. 28 de mayo de 1975: Virginia Tapia muere tras cuatro días en coma.

11.

Era un criminal. Pero, ¿quién cerrará las puertas de la misericordia? -Monsignor John L. Bedford

12.

“La noche en que murió vi cómo se la llevaron. Yo tenía ocho años y golpeaba las ventanas, gritando por ayuda, pero nadie creyó lo que vi. No hubo nada que yo pudiera hacer y ella murió. Y he estado triste desde entonces. Y desde entonces no he sabido si viviría o moriría. Esa es la verdad de Dios. Es la única manera en que puedo decirlo. Mientras mi madre esté en el cielo, hay una llamada para que yo también vaya.”

by Carlos Acevedo

es miembro de la Asociación de Escritores de Boxeo de Estados Unidos, director de The Cruelest Sport y editor en EU de Esquina Boxeo. Es autor de Sporting Blood (Hamilcar Publications, 2020). Ver más

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