Lucíferos y extravagantes

1.

A Carlos Yushimito (Lima, 1977) lo conocimos en España principalmente por su inclusión en 2010 en la lista Granta, pero, por sobre todo, en virtud de su recopilación de cuentos Lecciones para un niño que llega tarde (Duomo, 2011). Ahora, la editorial Demipage nos presenta Los bosques tienen sus propias puertas, un volumen de cuentos ya sí concebido como tal y que fue previamente publicado en Lima por la editorial Peisa, en 2013.

Seis cuentos son los que conforman este libro (con un total de 264 páginas, pero se ha de tener en cuenta que el tamaño de la letra es grande). Seis cuentos que los comentadores del libro han tendido a simplificar según categorías decimonónicas: realistas vs. fantásticos. Y es una distinción espuria, puesto que en los textos de Yushimito la realidad se crea horacianamente: ab ovo usque ad mala. Esto es, desde el comienzo hasta el final. Ahora bien, Yushimito solo nos ofrece un corte de esa realidad. Así, sus relatos son como novelas portátiles, tajos de un conjunto mayor que no está presente. Y de ahí se deriva su potencialidad, que ya señaló Pierre Emile Vandoorne en la revista Buen Salvaje [1. Pierre Emile Vandoorne, «Los bosques tienen sus propias puertas», Revista Buen Salvaje nº 9, enero-febrero de 2014, pág 7].

Lo que sí es verdad en lo que respecta a la narrativa de Yushimito es que hay dos partes bien diferenciadas, la que se aviene a esquemas clásicos y la que investiga nuevas posibilidades. Del primer grupo tenemos “Los climas extraños”(donde se juega con la idea del doble) y “75, Calle Prince Edward” (un clásico relato de suspenso con giro sorpresivo final). Y en el segundo grupo anda lo verdaderamente sustancioso del libro, los relatos “Flechado por Tocantins”, “Rizoma”, “En que da cuenta Lázaro de la amistad que tuvo con un ciego traficante de historias y de los infortunios que con él pasó” y “Los bosques tienen sus propias puertas”.

No es que los relatos del primer grupo no sean buenos, que lo son, pero es que se reclaman herederos de una tradición, a mi parecer, ya demasiado canonizada. Y, por lo tanto, poco productiva; aunque ya veremos luego que cumplen una función muy específica.

2.

Más allá de las tramas particulares de cada uno de los relatos, el estilo de Yushimito, vigoroso y fuertemente metafórico, de gran imaginación, investiga aquí, desde la filosofía neopragmática, una noción posible del futuro, desapegado de la metafísica, afuera de la racionalidad ahistórica. Digamos que busca crear descripciones de la realidad que sean útiles para sus personajes. Y su método se halla en el lenguaje, entendido como matriz y que sirve para la redescripción de nuevas formas de vida.

Por ello no es extraño que muchos de sus personajes sean extravagantes, grotescos, estrambóticos y, muchas veces, ridículos. Pero ello surge del concepto de ironía que maneja Yushimito, la idea de que se ocupa de la tradición, pero sin discutirla. Esto tiene efectos intertextuales y metanarrativos interesantes. Pues no hay una voluntad de diálogo, sino de reciclaje. A la práctica, esto significa que Yushmito es un fabulador postmoderno que quiere escapar a su re-contextualización. Esto es, que, por ejemplo, cuando la sombra de Vargas Llosa se presenta (en el relato “Flechado por Tocantins”) no es con la voluntad de situarse en un determinado lugar, o buscar alianzas con la obra de aquel, sino que Yushimito ambiciona (auto)inventarse. Por esta misma razón, los sentidos del relato y sus simbologías son mudables, andan oscilando todo el rato y, finalmente, resultan inasibles. Así las cosas, lo que propone Yushimito es un cierto credo estético, una docilidad circular que se presenta en múltiples registros: sueños, alegorías, cuentos infantiles, narrativa zombie, fábulas, sátiras, parodias, etc.

Ello halla una traslación formal en la bilocación de la superficie: de un lado se hallan los personajes y, del otro, queda la voluntad programática del narrador, una especie de fingido demiurgo de los sueños que ambicionase infectar la estabilidad mansa y lenticular de los personajes. La consecuencia es una última ironía: que siendo un narrador profundamente postmoderno, Yushimito es incapaz de renunciar a sus raíces clásicas. Por ello, los dos relatos que mencionábamos al principio (“Los climas extraños” y “75, Calle Prince Edward”) son importantes, porque funcionan tal que un anacoluto estructural, del discurso, y fuerzan una interpretación (post)folclórica del material narrativo.

3.

El tema fundamental de Los bosques tiene sus propias puertas es el de la realidad que acaba contagiada por el sueño. Y esto tiene un corolario múltiple: desde la idea de uno mismo como su peor enemigo, pasando por la dicotomía salvajismo/racionalidad, el deseo imposible de ser otro, la historia como algo que se puede comprar y experimentar, la práctica de la ficción entendida como un relato mental o el hábito como sustituto del arraigo (una cierta mecanización del ser humano y que sustituye a los afectos). Y un rasgo muy importante de la narrativa de Yushimito: la noche entendida como ente vivo, emancipado.

La construcción de los textos tiende a iniciarse con una sentencia orbicular, como un pequeño revoltijo de emociones y pensamientos, que pronto se dispara vertiginosamente con una fuerza metonímica. Así, desde el detalle (normalmente un contenido psíquico, onírico) Yushimito sugiere la presencia de todo un mundo que lo circunda, y que nosotros recomponemos detestivescamente, a través de indicios. Aunque, otras veces, la cosa se nos resuelve con un fantástico lirismo sublimador [2. Erika Martínez, «La realidad en duda», Revista Mercurio, nº 163, septiembre de 2014]. Y estas son las puertas a las que hace referencia el título del libro, entradas a ese bosque contemporáneo en el que todos andamos perdidos, buscándonos.

by J.S. de Montfort

es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.

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