Bueno, todos todos no. Pero sí un sesenta por ciento de los ingleses son los que piensan que el trabajo de sus sueños sería el de escritor. Ya nadie quiere ser estrella de cine, ni presentador de televisión.
No.
Ahora lo que se lleva es querer ganarse la vida como escritor.
Dice Tim Lott en The Guardian que esto, en verdad, revela dos cosas: lo poco que ha leído la gente a George Orwell, y lo nada que sabe la gente de la realidad del trabajo del escritor. Recordemos lo que dijo Orwell sobre el trabajo de escritor:
«All writers are vain, selfish and lazy, and at the very bottom of their motives there lies a mystery. Writing a book is a horrible, exhausting struggle, like a long bout of some painful illness. One would never undertake such a thing if one were not driven on by some demon which one can neither resist nor understand.“
Y dice Lott que, claro, el problema es que la gente se piensa que el escritor se sienta en el ordenador y va agarrando al vuelo frases que flotan en el aire, como mariposas, dice. Que no se imaginan que el escritor, igual que cualquier hijo de vecino, se tiene que sentar de nueve a cinco (bueno, eso es un decir) a la mesa. En fin, que no cuenta la disciplina, ni el sacrificio, ni la desesperación. Que se ve la tarea del escritor desde una perspectiva olímpica, esto es: el escritor que flota en una burbuja mágica a la que siempre acude la inspiración, puntual y resignada.
Pero no.
El mismo Lott lo dice, asegura que ha estado veinte años escribiendo libros y no lo ha hecho por voluntad, por placer, por el mero empuje del gozo; qué va, ese maldito daemon ha sido quien le ha obligado a sentarse y escribir. Porque ser escritor no es una opción, es una vocación maldita. Una tiranía, en el fondo. Algo que no depende de tu voluntad.
Lott, como supongo le pasa a cualquier escritor, ha deseado mil millones de veces ser capaz de no resistirse a la literatura, de dedicarse a cualquier otra cosa. Lo ha pensado, dice Lott, porque la vida del escritor está llena de fracasos, uno detrás de otro.
Aunque sí, es cierto que existen una serie de compensaciones inherentes al oficio… uhm, vale, pero… dice Lott: yo me cambiaría por George Clooney sin pensarlo.
Y yo también, qué carajo.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
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