«Ten una visión y aférrate a ella», este es el consejo literario que recibió el escritor Andrew Solomon de parte de un reputado biógrafo inglés, y que le fue obsequiado al poco de que Solomon dejase la universidad, justo en ese momento en el que la vida se abre frente a uno, y no se sabe a ciencia cierta qué nos deparará el futuro.
Son apoyos que uno necesita cuando comienza su carrera y no sabe nada de nada: ánimos, coraje, valor, pero, por sobre todo, esperanza, eso es lo que necesita un joven graduado en escritura creativa o todo aquel que se inicie por su cuenta en la literatura.
Y de eso habló el propio Andrew Salomon a los escritores jóvenes en un speech que conferenció el pasado 5 de marzo, al hilo de los Whiting Writers’ Awards. Decía entonces Salomon que el punto medio es virtuoso, y necesario, pues sin la mitad no viene el final de un texto, un poema, una novela, un relato corto. Que al impulso del comienzo le ha de seguir un tiempo de reposo, paciencia, entrega y trabajo. Pero también relacionó el punto medio con la virtud de la armonía entre los contrarios: el balance entre lo serio y lo humorístico. La ligereza y la hondura.
Pero también entre la vida y el arte.
Salomon tomó para su speech a Rilke como sombra maestra, y habló de la dificultad, pero también de la convicción en la escritura y de la vocación. De la necesidad. De la imaginación como el arma más poderosa que tenemos los seres humanos.
El propio proceso de escritura se ha de asumir en tanto que proceso dificultoso, que demanda serenidad y perseverancia (esto es, la virtud del punto medio: un equilibrio entre deseo y trabajo, impulso y retracción, inactividad y delirio productivo). Un trabajo, el de la escritura, cuyo único centro es lenguaje, la parte definitoria de nuestra humanidad, dice Solomon. Veintiseis caracteres (veintisiete en español) gracias a las cuales volvemos reales los productos de nuestra imaginación. Y es que el lenguaje, opina Andrew Salomon:
«es la precondición para la ternura humana, más poderoso que la espada, pero también infinitamente más sutil y más urgente».
Porque, además, no hemos de olvidar una cosa, y es que -incluso en nuestra era postmoderna- la escritura tiene un propósito moral. Si uno es capaz de que el lenguaje dé cuenta de sus experiencias vividas, se puede contribuir a hacer del mundo un lugar mejor.
Y ello apenas con esos veintisiete caracteres: lo único que tenemos para defender nuestra libertad y sustentar nuestra esperanza, opina el escritor Andrew Salomon.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
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